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62 Carta / A ti, que no sabes cómo es el Cielo

Domingo, 8 de octubre de 2.011

A ti, que no sabes cómo es el Cielo:

Hermoso es el Cielo, todo él está lleno de Amor en grado máximo, en tal medida que nadie es egoísta, todos son buenos hasta más no poder. Todos te miran con más que cariño, nadie baja la mirada al verte o te da la espalda, todos te quieren, todos te esperan y todos te conocen verdaderamente como eres. No hace falta engañar a nadie, ni a ti mismo-a, porque en el Cielo se sabe todo, todo lo bueno que has hecho, porque lo malo, Dios, Cristo, lo compró a muy alto precio, ¡con su Sangre derramada!, para que nadie tenga constancia de ello, para que no se tenga en cuenta en los sucesos, ni en los acontecimientos, porque Dios suple y recupera tu timón, siempre que vas a confesar tu pecado.

Como te digo, en el Cielo, en este lugar maravilloso, allí tienes un lugar para ti. Jesús fue a preparártelo y te lo está guardando mientras tengas vida, ¡vive!

Si tu vida te es muy dolorosa, por tus circunstancias actuales, ¡resiste!, porque habrá otro día para ti. Piensa en ¡mañana!

Si tu vida te ha sido muy dolorosa, por tu historia personal, ¡acéptalo!, porque habrá otro día para ti. Piensa en ¡mañana!

Hay para tu futuro, además, un lugar en el Cielo, ¡lo hay!; ¡apuesta por ello!, no hagas caso a los pesimistas, a los manipuladores, a los que quieren hundirte en el pozo negro de las lamentaciones. ¡Hazme caso!, y además de ser verdad, te es más fácil creer el bien que seguir al mal.

Todos los números los tiene Dios; ¡Él gana siempre!, sí o sí, Él vive en el Cielo, vayas tú o dejes de ir.

No aceptes menos que el Amor.

Ninguna otra religión ama al semejante; ninguna otra religión perdona totalmente, ninguna otra religión te comprende como la religión católica, la que tiene la misericordia de Cristo en tu bautismo, donde el Rey es súbdito tuyo, donde la Reina te consuela, donde los grandes viven para el pequeño y los pequeños son cuidados, valorados, amados, aceptados, donde tú tienes un lugar para ti y para siempre, ¡siempre! y, aunque no te creas digno de este lugar, ¡el Cielo!, lo recibes por heredad, no por tus méritos, no por tu trabajo, sino por el Amor de Dios.

Una cosa necesitan los que van al Cielo, es humildad, la humildad de saber y aceptar que son los méritos de Cristo quien es te dan el boleto de entrada al Cielo. Si aceptas que Dios pagó tu entrada en el Cielo y que debes creer en Él y en ello, entonces ya puedes preparar tu equipaje de obras de caridad en la fe, para irte al Reino Celestial.

¡Nos veremos allí!

Con afecto sincero.

P. Jesús
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