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7 de Mayo / Beata Prudencia, Virgen

Su fama se debe a los milagros que obró después de su muerte. pertenecía a la noble familia milanesa de Casatori. Ingresó en el convento de las ermitañas de San Agustín de su ciudad natal. Pronto fue elevada a superiora del convento de San Marcos de Como, donde logró acabar con las disensiones que dividían a las dos comunidades. No sólo desplegó su celo con sus religiosas, a las que gobernó con gran prudencia, sino que reconstruyó también la iglesia de la Visitación de Como. Llena de años, trabajos y méritos, pasó a recibir la recompensa celestial, después de haber gobernado el convento de Como durante 38 años.

Fuente: ACI Prensa

Comentario sobre la biografía del Santo-a, por el P. Jesús

Beata Prudencia, Virgen

Madres buenas, vosotras que tenéis muchos hijos e hijas, haced de vuestro hogar un lugar de santidad, donde todos vuestros hijos hallen en él a la buena madre, a la guía espiritual que necesita todo buen hijo para dejar su sufrimiento y tener una vida de paz y amor. Vosotras madres, como muchas Madres Superioras, como la Beata Prudencia, virgen, vosotras, con la ayuda de Dios podéis hacer un hogar feliz, donde el hijo pródigo halle en él la misericordia que busca después de sus fechorías, después de haber cometido tantos pecados contra Dios, haciendo desgarrar tu corazón. Las buenas madres, perdonan siempre; las buenas madres aceptan siempre al hijo pródigo, a la hija pródiga, que necesita de sus cuidados para recuperar la paz perdida, al haber hecho caso de los enemigos del hogar, que con mentiras, les hicieron abandonar la casa paternal, la fe, y los llevó a la ignominia de ser enemigos de los que les dieron la vida, la vida física y espiritual. Una buena madre perdona siempre, un buen padre acoge siempre, y ambos unidos hacen del hogar un santuario familiar: Iglesia Doméstica.

No sólo las monjas, no sólo las Madres Superioras pueden ser santas, sino que las madres y los padres, deben serlo, y tienen el sacramento matrimonial que les ayuda a serlo: Dios no abandona jamás al que ama.

P. Jesús
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