Saltar al contenido

4 de Junio / Beato Pacífico de Cerano

Pacífico Ramota nació en la ciudad de Novara, en el Piamonte en el año de 1424. Sus padres murieron cuando era muy joven y quedó al cuidado de los benedictinos en la abadía de Novara. A la edad de 21 años salió de ahí para tomar el hábito en el convento franciscano de la estricta observancia. Después de su ordenación trabajó como predicador en toda Italia entre los años 1452 y 1471. Escribió un tratado de teología moral titulado «Sometta di Pacifica Concienza» que fue publicado en Milán, en 1475.

Durante mucho tiempo éste fue un modelo del género, ya que simplifica las explicaciones y usa un lenguaje claro. En 1480 se le ordenó el traslado a Cerdeña como Visitador e Inspector General para los conventos de la estricta observancia, así como Nuncio Apostólico, encargado por el Papa Sixto II de proclamar una cruzada contra Mahoma II. Para este tiempo, el Santo sabía ya que no le quedaba mucho tiempo de vida y apenas había comenzado la cruzada cayó gravemente enfermo. Murió en Sassari, el 4 de junio de 1482. El cadáver fue llevado a Cerano, donde se construyó una iglesia en su honor.

Fuente: ACI Prensa

Comentario sobre la biografía del Santo-a, por el P. Jesús

Beato Pacífico de Cerano

Hay santos como el Beato Pacífico de Cerano que ven venir su final, otros creen verlo y no es, sino que son cosas del Diablo para hacerles perder la fe y ensuciársela. Dios todo lo puede, Dios todo lo sabe, pero no a todos les dice lo que creen que saben. Por eso no pidáis saber cuando llegará vuestra muerte porque, a menos que Dios así lo quiera, no lo dice a nadie y si tú, al saberla, al decírtelo alguien que dice saberla, si no te da paz, es que no es cierta la fecha, porque Dios es el bien y no puede hacer daño a nadie, así que si a uno le hace saber que va a morir, sabe que este uno lo va  aceptar con paz y benévolamente, si no es así, Dios no dice nada, porque iría contra sí mismo, y sería malo al decir un mal y dañar. Dios quiere nuestra alegría en el cielo y en la tierra, por eso ya nos llama bienaventurados.

P. Jesús

© copyright