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Confesarse

107 Carta /A ti, que has llegado al Hogar a Comer

Domingo, 3 de febrero de 2.013

A ti, que has llegado al Hogar a Comer:

Me escribes amigo mío, tan querido, y me emociono. Me dices:

“Soy un hombre de 53 años, mi formación religiosa fue con madre que me llevaba a misa todos los viernes, porque el viernes no sé porque, pero cuando yo ya crecí, ya casi ni iba a misa, pero en 1986, tuvimos el primer hijo con esposa, y de ahí vimos la necesidad de comenzar ir a misa, y es hasta hoy en dic. 2012, que vamos a contraer matrimonio por la iglesia, pero estoy contento y un poco asustado, ya que no me he confesado, por el largo de 40 años, y no sé como comenzar a decir mis pecados que son muchos. Y no se la penitencia que me impondrá el padre. Pide su ayuda urgente…..”

El amor te llevó al Amor. Ahora necesitas que Dios te dé su Amor, y te lo dará, y lo sentirás en ti, después de una buena confesión. Acércate al confesonario, al confesor, como te has acercado a mí, hijo amado de Dios, y dile: “Ave María Purísima”, y el te responderá “Sin pecado concebida”; y luego le dices: “padre, he pecado… hace muchos años que no me he confesado, y pido su ayuda porque quiero hacerlo bien”. Y le cuentas todo lo que me has contado. Reza antes a tu Ángel de la Guarda para que te ayude a hacer una buena confesión, y hazla y regocíjate en la alegría de tu fe, porque recibirás el perdón de todos los pecados que te confieses, y quedarán borrados; cuando mueras, Dios no te los tendrá en cuenta, y ¡esto es una alegría que tienes que celebrar, yendo a Comulgar! Así que luego, te me vas a Misa, y a la hora de comulgar, con alegría, te pones en la fila, y abre bien tu boca, como has abierto tu corazón en la confesión, para recibir a Dios. Y Jesús entrará en ti, de la mano del sacerdote que te lo entrega, como entregó su vida a Dios para servirle y servirte de consuelo. No te preocupes por la penitencia, porque sea la que sea, tendrás la alegría de poder cumplirla en la tierra, y no pasarás por las tinieblas del Infierno, porque tus pecados mortales los has confesado y han quedado borrados, porque la muerte de Cristo y tu fe, y tu obra de fe al irte a confesar, te apartan de las tinieblas y vives en la luz. Tú, amigo mío tan querido, sigue leyéndome cada día en el Evangelio y en todo el material espiritual que doy a conocer a través de CatholicosOnline, y verás cómo la alegría, la felicidad, vivirá en ti y en tu esposa y en tu casa. La semana próxima hablaré de cómo debes tratar a la que será tu esposa ante Dios, y te enseñaré a ser feliz y a hacerla feliz, y así, los dos, felices, daréis testimonio de luz. Quiero que seas muy dichoso con tu mujer, quiero que ella te ame como Cristo ama a la Iglesia, y tú también quiero que la ames así a ella, a tu mujer. Quiero que vuestro corazón y vuestro rostro, estén llenos de la alegría de la fe, porque sois buenos, porque vais a dar testimonio de fe. ¡Ánimo!, que hay una felicidad que Dios quiere regalarte, por saber y querer hacer las cosas como Dios manda.

Un abrazo muy grande para ti, y mi bendición para los dos, tú y tu mujer.

Gracias por escribirme. Acuérdate de que la próxima semana volveré a escribirte. ¡Te espero, amigo mío!. Oh, cuánto te quiero. Por eso soy sacerdote, para querer a los que Dios quiere.

Con afecto sincero.

 P. Jesús

© copyright

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112 Carta /A ti, que dices que eres culpable

Domingo, 5 de mayo de 2.013

A ti, que dices que eres culpable:

¿Culpable de qué?…

Me has escrito y me dices:

Padre, muy buenos días. Soy una madre que se quedo sin su hijo, sin tener a quien abrazarlo, se fue al lado del Señor, y esto ya hace mas de 2 años. Hasta el día de hoy lo extraño y lo lloro; no encuentro esta paz porque siento que por mi culpa partió. Padre, lo que le pido, es que por favor, pida por mí, y que me dé sosiego para este enorme dolor. Gracias.

Hija buena en tus oraciones, ven y deja que este sacerdote llene tu corazón con palabras de misericordia, perdón y fe. Primero y ante todo, quiero que sepas que la muerte natural la decide Dios, y no tú, ni nadie. Los disgustos que los padres dan a los hijos y que los hijos dan a los padres, no matan ¡jamás!, aunque puedan crear mucho dolor, y lo creen de hecho, porque tantos corazones sufren por las palabras y obras de los padres o de los hijos; y ¿qué hacer?, poner la esperanza y la confianza en Dios; se reza poco, poco y mal, y además, el egoísmo está tan arraigado en el mundo, que muchos se creen que, rezando, todo se consigue, sí o sí; y hay cosas que sí y otras que no, y la fe no va de conseguirlo todo, sino de pedirlo todo y aceptar la voluntad de Dios, Y eso es lo que quiero que tú, hija mía, hija buena, hagas; que aceptes la voluntad de Dios. Él sabe por qué permitió la partida de tu hijo, al que amas y necesitas abrazar. Esto lo comprendo, sí hija de Dios, lo comprendo, y por comprenderlo, te digo que Dios tendrá y tiene misericordia de ti, que si te confiesas de tus pecados y faltas, Dios no tendrá en cuenta nada malo de lo que hiciste, y que si te acoges a la indulgencia plenaria, puedes, podrás privarte de las penas del Purgatorio. Dios te Ama, hija, ¡qué sí!; no me lleves la contraria en esto, y no me digas lo mala que eres y has sido. Te digo yo, ¿para qué y quién crees que sufrió tanto Jesús, Dios?… ¿a ver si lo adivinas?… ¡Eso es!, ¡por ti!, ¡que sí!. Anda, seca estas lagrimotas, porque mira que lloras, ¡eh!… Sé que tienes penas y que estás arrepentida de tantas cosas, lo sé, soy sacerdote y conozco bien a las almas, por eso sé que es bueno que vayas a ayudar a los niños enfermos de algún hospital y les des a ellos, con tus cuidados, ese cariño que no puedes dar a tu hijo. Que sí, que sí que te querrán, ¡claro que sí! Pero no vayas contando tus pecados a nadie, sólo a Dios y ¡ya vale!, porque lo que vale es que Él, Dios, los sepa, y los sabe; pero si se los cuentas en confesión, entonces recibirás su perdón. ¡Claro que sí, que te perdonará!, ¡que sí, te digo! Debes hacerme caso, porque soy sacerdote y conozco bien cómo es Dios, ¡es Amor!

Así que ya sabes, a confesarte y a dar a otros niños lo que tienes por dar a tu hijo.

Dios te Ama y te perdona.

Sé que estás bien, ahora estás bien, después de leerme. ¡Claro!, te he escrito a ti, te conozco bien.

Te remito a la Virgen María. Hazme caso, ¡no protestes!, y ve a María, aprende a rezar el Santo Rosario, y rézale. (…Qué hija más protestona le ha salido a Dios). Tú, sé católica. ¡Vamos, vamos para el confesonario!

Con afecto sincero.

P. Jesús

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115 Carta /A ti, que eres bueno, y antes no lo fuiste

Domingo, 1 de septiembre de 2.013

A ti, que eres bueno, y antes no lo fuiste:

Amados en Cristo, vino Dios Hijo al mundo para que, si quieres, dejes de pecar, te arrepientas de tus pecados, vayas a confesar, y si no estás bautizado cristiano-católico, antes, te bautices y disfrutes de la fe, de creer que Dios te Ama y que, como Padre que es, ¡no quiere vivir sin ti!, quiere que te salves y vayas a vivir, después de la muerte, a su Reino; este es el Mensaje, la Buena Nueva que vino Cristo a anunciar, el que hay un Reino de Dios que es para ti, pero ¡deja de pecar!

Me ha escrito una persona buena, pero que antes no lo fue, y le sabe mal, y me dice:

“Padre Jesús, este es mi testimonio, que humildemente deseo expresarlo, le pido que acepte este escrito, ya que a veces es muy cruel decir la verdad y lo reconozco, pues yo falte al octavo mandamiento, levante un falso testimonio y el mismo hizo mucho daño, a pesar de que pedí perdón y rectifiqué lo dicho públicamente, ya nunca volverá a ser lo mismo y le falle a mi familia, pues no la defendí en su momento y espero que el Señor perdone mi gran error, que fue un resultado desastroso, el mismo me afecta y lamento el daño que realice hace varios años atrás, muchas gracias Padre Jesús, por su paciencia conmigo y que Dios lo bendiga, siempre.”

Amigo, ¡ven a mis brazos!, porque has reconocido tu pecado y, en el mismo, tienes tu penitencia. Pero, si miras mejor, te darás cuenta que también, de él, después de confesarte, recibiste, con el tiempo, no todo lo malo que esperabas, sino que no fue tan malo lo que esperabas, aunque lo fuera, pero fue menos. Porque Dios, con la fe, la humildad y el arrepentimiento sincero, expresado en confesión ante un sacerdote católico, y recibiendo la absolución del mismo, Dios Espíritu Santo, consuela y además, usa, no digo de su influencia, sino que digo DE SU PODER, y suaviza las cosas que podrían ser aún peor de lo que, por la Gracia de Dios, no son. Medita, y verás que además de saberte perdonado, por confesarte, además, Dios te regaló acontecimientos que hubieran podido ser peor, porque Dios, ante el arrepentimiento sincero, lo acoge y, como Padre que es, ¿qué no haría un padre por un hijo que ha pecado, que ha robado…? Un padre devolvería del dinero robado, si pudiera, y Dios Padre puede hacer que el falso testimonio que hiciste, por pedirle perdón y ser perdonado, por unirte a Dios mismo en la Comunión, hace maravillas insospechadas, como el padre humano, que puede, y va, y devuelve el dinero usurpado. Dios Padre puede hacer que en el corazón de los que oyeron tu falso testimonio, sean benevolentes con la persona citada por ti, y también por ti mismo. Tú no sabes lo que cada uno de esos que supo de tu falso testimonio, guarda en su corazón. Sí que sabes lo que guardas en el tuyo, y todos los que te hemos leído, lo hemos visto, ¡santo!, esto es lo que hay en ti hijo mío, hijo de Dios, SANTIDAD.

¡Ánimo y sigue adelante!, haciendo el bien y siendo fiel a Dios, que tanto te Ama y que te perdonó. ¡Es de fe, que el que se confiesa con dolor de sus pecados y arrepentido, con la intención de no volver a pecar, este ESTÁ PERDONADO!

¡Aleluya! ¡Dios es Amor!

Con afecto sincero.

P. Jesús

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164 Carta / A ti, que me has venido confuso, sobre el asunto de los pecados

Domingo, 19 de Julio de 2.015

A ti, que me has venido confuso, sobre el asunto de los pecados:

No, no, no, te digo que la doctrina católica no ha cambiado, debes de estar confundido, por lo que me dices.

¿Queréis saber qué me ha dicho esta persona sobre los pecados?… Te lo digo, me ha comentando que hace dos domingos, no pudo llegar media hora antes a la iglesia y no pudo confesarse, y por tal motivo no fue a comulgar, ya que había cometido un pecado mortal. (No penséis que los pecados mortales son sólo, robar, matar,  fornicar. Hay más. Si piensas eso, es que no te sabes los Diez mandamientos). El domingo pasado, se apresuró para llegar media hora antes a la iglesia, para poder confesarse, y el sacerdote le dijo que el otro domingo, hubiera tenido que ir a comulgar para no hacer escándalo, ya que los feligreses que le conocen, saben que esta persona es de comunión dominical.

Quiero hablaros de eso, yo soy sacerdote, y te digo que la doctrina católica, la verdadera, no permite, no quiere, que vayas a comulgar si estás en pecado mortal. No comprendo cómo este sacerdote pudo dar este consejo, si es que la persona lo entendió así como me lo dijo; de ser así realmente, no lo comprendo, porque miente.

Es más importante estar a bien con Dios, que con los demás. Es pecado mortal mentir, engañar, falsear, ¡ser un hipócrita!

Cuando uno va a comulgar en pecado mortal, aunque sea para no hacer escándalo, esta persona es reo del infierno, y va a ir al infierno si no se confiesa de haber comulgado en pecado mortal.

Yo soy sacerdote para tu alma, para ayudarte a salvarte, no soy sacerdote para hacerte quedar bien delante de los demás, y quedar muy mal delante de la Divina Trinidad.

Hazme caso a mí, si tienes un pecado mortal, vete a confesar; y si no puedes, no vayas NUNCA a comulgar; esto es un pecado contra el Espíritu Santo. ¿Se perdonan los pecados contra el Espíritu Santo? Dios perdona siempre que estás arrepentido, muy arrepentido, tan arrepentido que tienes la certeza, la seguridad, la decisión de no volver a cometer este pecado mortal. He dicho.

Con afecto sincero.

P. Jesús

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165 Carta / A ti, que me dices “¿Y los sacerdotes, qué?”

Domingo, 26 de Julio de 2.015

A ti, que me dices “¿Y los sacerdotes, qué?” :

Leíste la carta del domingo día 19 de julio de 2015, la carta número 164, y me preguntas sobre los sacerdotes que comulgan cada vez que celebran la Santa Misa, y quieres saber si ellos tienen que comulgar sin pecado mortal, como los demás, y te digo que sí.

Me comentas que como celebran la Santa Misa cada día, y hay días, que varias veces, me dices: “¿Qué pasa si cometen un pecado mortal y no han podido confesarse?” No se puede comulgar en pecado mortal, eso trae muy malas consecuencias para el alma, para la persona; es así en todos los fieles, sean sacerdotes, laicos, religiosos, o en los que se llaman consagrados; y todos los demás, sacerdotes, laicos, religiosos, también, muchos se han consagrado, y son consagrados, y es bueno que se hayan consagrado.

El sacerdote tiene que vivir la santidad, desearla, quererla, buscarla desesperadamente, es decir, que sea su fin, su voluntad, el ser santo; y si peca, debe confesarse con otro sacerdote, y al igual que los religiosos y los laicos, NO puede comulgar en pecado mortal; si lo hace, tendrá que atenerse a las consecuencias de tal aberración y maldad.

¿Qué dice la Iglesia Católica, en el Catecismo, sobre este tema de recibir la Sagrada Comunión sin pecado mortal?:

1384 El Señor nos dirige una invitación urgente a recibirle en el sacramento de la Eucaristía: «En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros» (Jn 6,53) 

1385 Para responder a esta invitación, debemos prepararnos para este momento tan grande y santo. San Pablo exhorta a un examen de conciencia: «Quien coma el pan o beba el cáliz del Señor indignamente, será reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor. Examínese, pues, cada cual, y coma entonces del pan y beba del cáliz. Pues quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propio castigo» ( 1 Co 11,27-29). Quien tiene conciencia de estar en pecado grave debe recibir el sacramento de la Reconciliación antes de acercarse a comulgar.

1386 Ante la grandeza de este sacramento, el fiel sólo puede repetir humildemente y con fe ardiente las palabras del Centurión (cf Mt 8,8): «Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme». En la Liturgia de san Juan Crisóstomo, los fieles oran con el mismo espíritu:

«A tomar parte en tu cena sacramental invítame hoy, Hijo de Dios: no revelaré a tus enemigos el misterio, no te daré el beso de Judas; antes como el ladrón te reconozco y te suplico: ¡Acuérdate de mí, Señor, en tu reino!» (Liturgia Bizantina. Anaphora Iohannis Chrysostomi, Oración antes de la Comunión) 

Fuente:

http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p2s2c1a3_sp.html#V El sacrificio sacramental: acción de gracias, memorial, presencia

No os miento, hay que vivir en gracia de Dios, ¡siempre!, y confesarse cuando haga falta, para no vivir en pecado mortal. El pecado mortal es malo, muy malo, trae malas consecuencias, y no es necesario pasarlas, porque confesándose, Dios perdona siempre, ¡siempre!, seas sacerdote, religioso o laico.

Los sacramentos son el tesoro que tiene la Iglesia Católica, ¡la verdadera!, y están en ella para ser usados, para que los fieles los utilicen en su camino al Cielo, porque todos vais a morir, y viviréis en el Cielo, o en el Infierno; es de fe, es doctrina de la Iglesia Católica.

¿Qué dice la Iglesia Católica en el Catecismo, sobre este tema de ir al Cielo o al Infierno después de morir?:

1021 La muerte pone fin a la vida del hombre como tiempo abierto a la aceptación o rechazo de la gracia divina manifestada en Cristo (cf. 2 Tm 1, 9-10). El Nuevo Testamento habla del juicio principalmente en la perspectiva del encuentro final con Cristo en su segunda venida; pero también asegura reiteradamente la existencia de la retribución inmediata después de la muerte de cada uno como consecuencia de sus obras y de su fe. La parábola del pobre Lázaro (cf. Lc 16, 22) y la palabra de Cristo en la Cruz al buen ladrón (cf. Lc 23, 43), así como otros textos del Nuevo Testamento (cf. 2 Co 5,8; Flp 1, 23; Hb 9, 27; 12, 23) hablan de un último destino del alma (cf. Mt 16, 26) que puede ser diferente para unos y para otros.

1022 Cada hombre, después de morir, recibe en su alma inmortal su retribución eterna en un juicio particular que refiere su vida a Cristo, bien a través de una purificación (cf. Concilio de Lyon II: DS 856; Concilio de Florencia: DS 1304; Concilio de Trento: DS 1820), bien para entrar inmediatamente en la bienaventuranza del cielo (cf. Concilio de Lyon II: DS 857; Juan XXII: DS 991; Benedicto XII: DS 1000-1001; Concilio de Florencia: DS 1305), bien para condenarse inmediatamente para siempre (cf. Concilio de Lyon II: DS 858; Benedicto XII: DS 1002; Concilio de Florencia: DS 1306).
«A la tarde te examinarán en el amor» (San Juan de la Cruz, Avisos y sentencias, 57).

1023 Los que mueren en la gracia y la amistad de Dios y están perfectamente purificados, viven para siempre con Cristo.(…)

1024 Esta vida perfecta con la Santísima Trinidad, esta comunión de vida y de amor con ella, con la Virgen María, los ángeles y todos los bienaventurados se llama «el cielo». El cielo es el fin último y la realización de las aspiraciones más profundas del hombre, el estado supremo y definitivo de dicha.

1035 La enseñanza de la Iglesia afirma la existencia del infierno y su eternidad. Las almas de los que mueren en estado de pecado mortal descienden a los infiernos inmediatamente después de la muerte y allí sufren las penas del infierno, «el fuego eterno» (cf. DS 76; 409; 411; 801; 858; 1002; 1351; 1575; Credo del Pueblo de Dios, 12). La pena principal del infierno consiste en la separación eterna de Dios en quien únicamente puede tener el hombre la vida y la felicidad para las que ha sido creado y a las que aspira.

1036 Las afirmaciones de la Escritura y las enseñanzas de la Iglesia a propósito del infierno son un llamamiento a la responsabilidad con la que el hombre debe usar de su libertad en relación con su destino eterno. Constituyen al mismo tiempo un llamamiento apremiante a la conversión: «Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por ella; mas ¡qué estrecha la puerta y qué angosto el camino que lleva a la Vida!; y pocos son los que la encuentran» (Mt 7, 13-14):

«Como no sabemos ni el día ni la hora, es necesario, según el consejo del Señor, estar continuamente en vela. Para que así, terminada la única carrera que es nuestra vida en la tierra mereceremos entrar con Él en la boda y ser contados entre los santos y no nos manden ir, como siervos malos y perezosos, al fuego eterno, a las tinieblas exteriores, donde «habrá llanto y rechinar de dientes»» (LG48).

1037 Dios no predestina a nadie a ir al infierno (cf DS 397; 1567); para que eso suceda es necesaria una aversión voluntaria a Dios (un pecado mortal), y persistir en él hasta el final. (…)

Fuente: http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p123a12_sp.html

Sacerdote, amigo, confiésate siempre que tengas un pecado mortal, antes de celebrar la Santa Misa.

Los sacerdotes, como los apóstoles, a los que envió Jesús, Dios, delante de Él, deben de ir de dos en dos, así podrían confesarse uno al otro antes de celebrar la Santa Misa. Muchos comulgan en pecado mortal por no tener ayuda, por no tener asistencia para su santidad, para su salvación, y se acostumbran a los pecados mortales, como si fueran pecados veniales, y no lo son. Los sacerdotes también necesitan de los sacramentos; recordemos que Jesús, Dios, los enviaba de dos en dos. ¡Hay que velar por las almas de los sacerdotes, que velan por las almas de la Iglesia!, ¡ellos tampoco pueden perderse! ¡Hay que salvar a los sacerdotes!, y se salvan los sacerdotes, como todos los fieles, POR LOS SACRAMENTOS.

Sacerdotes, id de dos en dos. Ya sé que sois pocos, pero si no veláis por vuestra alma, perderéis el Cielo; esto es así, y lo sabéis, no me lo invento, la Iglesia manda que se comulgue sin tener pecado mortal, y no hace excepción de personas.

Obispos, velad por las almas de vuestros sacerdotes, ¡no los dejéis solos! El pecado mortal puede perdonarse y se perdona, con una buena confesión, y un sacerdote no puede confesarse a sí mismo, necesita de otro sacerdote, por esto Jesús, Dios, los enviaba de dos en dos; ¿por qué no seguir haciéndolo? Antes, también había muchos discípulos y pocos apóstoles, y Dios, Jesús, los enviaba de dos en dos.

Ojalá la Madre Iglesia, en el Vaticano, trate este asunto de la santidad de los sacerdotes, que como los demás, sin confesión, no pueden vivir en gracia de Dios; necesita la Iglesia de sacerdotes santos, y la santidad la da Dios a través de los sacramentos.

¡Qué tristeza!, ellos, los sacerdotes, ayudan a salvar almas, porque son los que dan los sacramentos al pueblo, pero muchos de ellos no pueden confesarse porque están solos; y si cada día celebran la Santa Misa, y en ella comulgan, que lo hacen, este es el ritual, y si están en pecado mortal, no podrían comulgar; pero está en el ritual, por eso deben ir los sacerdotes de dos en dos, para ayudarse mutuamente con los sacramentos.

Ahora, en el Vaticano, se habla de la familia, y tanto la familia como los sacerdotes, necesitan de los sacramentos. ¡Ayudad a los sacerdotes, ellos ayudan a las familias; y todo, con Dios, con los sacramentos! Sed buenos con los sacerdotes.

Con afecto sincero.

P. Jesús

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