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Matrimonio

117 Carta /A ti, que tienes vocación al santo matrimonio

Domingo, 15 de septiembre de 2.013

A ti, que tienes vocación al santo matrimonio:

Al sacramento del matrimonio tantas veces se le añade santo, santo matrimonio, y es que cuesta mucho ser santo dentro del matrimonio; primero, porque algunos que son católicos, se casan para tener sexo lícito, no piensan en los hijos, más bien, saben bien ya antes de casarse, cómo utilizar los métodos naturales para evitar traer almas al mundo, sí, repito esto último: traer ALMAS al mundo. Los hijos cuestan dinero, las almas, para mantenerlas, basta la fe verdadera, y esto nos lo podrían decir miles de matrimonios que han tenido y tienen familia numerosa, esos esposos no ven hijos solamente, sino que principalmente ven almas para Dios, almas a las cuales bautizar y enseñarles la fe y una conducta moral, viviendo lo sano, sobre todo, el trabajo. Pocos niños y jóvenes saben trabajar, y menos hacerlo bien; tienen demasiado tiempo libre, que lo llenan con retos entre amigos, muchas veces de vicios, que les causan mucho daño, tanto físico como moral, y los padres, algunos, ni se enteran, y esas almas se van ensuciando y, al perder la Gracia, pierden la alegría, y vemos jóvenes tristes, sin alegría, aunque dicen divertirse mucho con los amigos.

¿Qué han hecho algunos de su matrimonio, de sus hijos?… Mejor ni contarlo, no quiero desanimaros a los que tenéis vocación de casados. Para vosotros escribo mi carta, para los que desean un matrimonio para la santidad, y no para tener sexo lícito, ni para tener compañía, o alguien que te mantenga, si eres mujer, y te saque de una vida de pobreza, con unos padres que a lo mejor están separados y que no saben hacer otra cosa que criticarte, y gritarte; si estás en estas condiciones, tristes condiciones, ¡no te cases para salir de tu Purgatorio, cásate con una persona a la que puedas admirar y obedecer; sí, te lo digo a ti, tanto si eres hombre como mujer, porque en el matrimonio, a veces, tantas, hay que ceder, sea uno, sea otro, por eso, si admiras a tu cónyuge, podrás aceptar mejor sus decisiones, esas en las que cederás, porque no puedes admirar lo que no deseas ser, así que lo que admiras de él, es lo que tú deseas ser.

Hay tantas películas mundanas, que terminan el día de la boda, pero continúa, en la realidad, la historia matrimonial.

Es una larga lista, lo que necesita ser la persona para poder tener alguna garantía de que funcionará el matrimonio; haré un rápido resumen, empezando, desde luego, por la verdadera fe, esta que se vive y no sólo la que se lee con voz piadosa, sino que la fe debe tener sus obras; el hombre tiene que ser trabajador y trabajar en algo que le agrade, que le atraiga y le dé dinero para su sustento; el hombre que no trabaja y no gana dinero, no puede pensar en casarse, antes tiene que arreglar esto, porque hay mucho dolor cuando falta lo necesario en el hogar; y la mujer tiene que desear ser madre, no querer serlo, sino DESEARLO, porque ser madre es más que un oficio, es más que realizarse trabajando fuera de casa; ser madre es llevar en el seno a una criatura, a un ser, a este hijo que crecerá bajo el cuidado de los dos, del padre y de la madre. Luego está, el que la persona te guste, te atraiga, que su conversación te agrade; pero tantos novios no hablan, parece ser que sólo con mirarse, con verse, eso les basta, pero tienen que hablar, y hablar de temas serios de la vida, de sus deseos de su vida; hay que conocerse bien para amarse más y mejor, y comprenderse y disfrutar de una buena conversación.

Yo, como San Pablo, te digo que hagas lo que quieras, pero te ruego que no te cases si no estás seguro-a, si dudas, si no admiras a esta persona que, contigo, trazareis juntos un nuevo rumbo para que, unidos y ayudándoos mutuamente, la santidad sea viva y viva, en cada uno de los dos y en vuestros hijos; mejor no te cases, si no vas a ser feliz, si no vas a ser santo-a con esta unión; mejor que sigas soltero-a hasta que halles a la persona que tenga todos los requisitos que te garantizan una mejor felicidad, que no la que vives ahora. Si ahora eres feliz y ves que va a empeorar tu vida, si contraes matrimonio, ¡no te cases!; como San Pablo, te lo digo, porque es mejor la santidad en solitario, que el infierno casado.

Pregúntate, ¿podrás ayudar a tu cónyuge a ser mejor persona?; ¿mejorarás tú, a su lado?; ¿cómo serán los hijos de los dos; serán amados por ambos?

El matrimonio es para siempre; nada de pensar en un posible divorcio o en una separación, dos se casan PARA SIEMPRE, en lo bueno y en lo malo, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y la pobreza, para tener hijos y ayudarse mutuamente a llegar al Cielo. ¡Difícil!, pero otros lo han conseguido, y otros lo están consiguiendo; se puede, pero con esfuerzo y voluntad, con mucha oración, mortificación, sacrificio, y contando siempre con la ayuda de Dios para la santidad; y la Virgen María, velará también, para que no falte la alegría en vuestra vida, y que sea siempre como una fiesta de esponsales. Eso te deseo, os deseo, y oro al Padre por ti, por vosotros, los casados. ¡Santos! 

No hagáis llorar a los hijos.

Con afecto sincero.

P. Jesús

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Para quien quiera contestar a la carta, CLICAR AQUÍ, aunque el P. Jesús no podrá responder a cada uno, sí que pedirá a Dios Padre, en nombre de Jesús por esta persona y sus intenciones. EXPLICACIÓN.