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29 de Octubre / San Narciso, Obispo de Jerusalén

Era ya muy anciano cuando fue elegido obispo de Jerusalén. Eusebio cuenta que, en su tiempo, los cristianos de este lugar recordaban todavía algunos de los milagros del santo obispo. Por ejemplo como los diáconos no tuviesen aceite para las lámparas la víspera de la Pascua, San Narciso pidió que trajesen agua, se puso en oración y después mandó que la pusiesen en las lámparas. Así lo hicieron y el agua se transformó en aceite.

Algunos molestos por la severidad del santo, y por la disciplina que exigía en su diócesis, le acusaron de haber cometido un crimen. Para no ser causa de conflicto decidió retirarse a la soledad. Ya no se supo más de él hasta que, durante el gobierno de Gordio, apareció nuevamente. Como ya se sentía muy anciano para retomar el obispado, nombró a San Alejandro por coadjutor. Se dice que Narciso murió a los 116 años.

Comentario sobre la biografía del Santo-a, por el P. Jesús

San Narciso, Obispo de Jerusalén

Ay, amada Iglesia de Dios, qué mal se portan algunos a veces; ese maltrato que dan a los Santos, que tienen éstos que esconderse de sus propios hermanos en Cristo e hijos de la misma Madre, la Madre de Dios.

Los santos tienen una paciencia misericordiosa que les ayuda, como le ayudó al Obispo de Jerusalén, San Narciso, a llegar a su santidad a pesar de las calumnias y de las injusticias de los mismos de la Iglesia, que neciamente y algunos con maldad, dicen y proclaman para bien del santo, que con dolor en el alma, se une más a Dios y eso es lo que le hace santo, esa unión de Amor con Dios, con Dios Uno y Trino.

Tú, que vas a ser santo, no te preocupes de nada bueno o malo que ocurra en tu vida, tú vive con Dios y sirve a los hermanos, y si se te hace pesada la cruz, haz como San Narciso, Obispo de Jerusalén, y retírate a vivir una vida de santidad, porque la santidad la da la unión con Dios, tanto si es en la soledad como en medio de una gran vida social. Oración. La oración y la caridad tienen que estar allí donde tú estés, pero no importa tanto el lugar como sí las obras de tu fe.

P. Jesús

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