Domingo, 20 de marzo de 2.011
A ti, que vas a ser consolado:
Buenos días, buenos tiempos, ¡salud! Salud de cuerpo y alma, a ti hijo mío, hija mía.
No recibiste mi carta la semana pasada, porque los propósitos eran de que te llegase en ese domingo y no fue así.
Hablemos de los propósitos. Hoy en día, pocos tienen propósitos, lo que abunda más es vivir el momento, y esto no es lo mismo que ser realista y saber que en este momento, que en el ahora, está la realidad tuya de que ahora es lo que vives, de que ahora es lo que decides hacer, que el ahora es la plenitud de la libertad. Es decir; ahora eres libre. Porque la libertad va unida a la acción, como la fe va unida a las obras, ya que para proclamar la fe, debes demostrar con tus obras que tienes esa fe que dices o escribes tener.
Dios quiere saber.
Dios quiere saber quién eres tú.
Dios va a juzgarte y es un justo juez, y te juzgará por las obras.
Dios, siendo Dios, conoce tu corazón y todos tus pensamientos y acciones, pero te ha dado la dimensión del tiempo para que en este tiempo, en el ahora, demuestres quién eres.
¿Quién eres tú ahora?…
Eso es lo importante para Dios, porque en base de todos estos “ahora” que forman tu vida entera, te juzgará y te sentenciará, por las obras y las palabras, y los pensamientos que has tenido, que has aceptado tener, porque tú eres libre y puedes decidir qué hacer ahora y en cada “ahora” de tu existencia. Dios te simplifica la sentencia que te va a dar, que quiere darte, que efectivamente es el Cielo Eterno, y quiere dártelo, por eso murió por ti, por eso vivió como Jesús, el hijo de María y adoptado por San José, que le hizo de padre carnal en esta vida, en este valle de lágrimas; que tanto sufrieron los tres juntos y unidos, en los años del exilio y todos los de su vida, porque vivir es duro, vivir amando a Dios sobre todas las cosas, es duro, muy duro, pero es lo que te dará la sentencia perfecta, el Cielo Eterno, para siempre. Y, como te decía mi querido amigo-a, bendito de Dios, Dios quiere que te salves, porque te ama y te ha simplificado toda tu actitud en este “ahora” que quiere que lo vivas amándole sobre todas las cosas y personas. Tú tienes una lucha, la lucha contra esta soledad que te encarcela en el egoísmo, porque sintiéndote solo, sólo vives pensando en ti, y tú, tú no estás solo, tú tienes a Dios siempre, y puedes tenerlo físicamente durante diez-quince minutos, cuando vas a comulgar; ¡en serio!; es la Verdad. Los egoístas están solos, nadie los ama, no se sienten amados por nadie, y en esta falta de amor, se hacen egoístas, porque la soledad los oprime a amarse como a dioses, dándose todo lo que quieren y desean, pero Dios, que es Dios, se dio a los demás, hasta llegar a la muerte, eso es ser Dios, morir por amor, que es lo que Dios Hijo Jesucristo hizo, morir por amor.
Tú, cuando no vives la pureza, eres un egoísta, eres un solitario y te sientes solo, y aplacas tus deseos de amor, de ser amado, masturbándote, porque la masturbación da goce físico; es así, así lo ha hecho Dios, así lo ha permitido y permite Dios, porque cuando Adán y Eva comieron del árbol de la Vida, y luego se vieron desnudos, conocieron el placer del cuerpo, que antes, en el Paraíso, como igual será en el Reino Celestial, no habrá necesidad de sexo, porque el Amor de Dios dará todo el goce a cada alma con cuerpo, porque el cuerpo resucitará y será glorioso, como en la transfiguración, donde San Pedro, viendo tanto amor, se sintió como ido, y lo que muchos hoy quieren sentir con drogas, en el Cielo se vive plenamente, consecuentemente y con los sentidos del alma pura, la felicidad de toda la potencia del Amor, porque en el Cielo, Dios Ama y todos Aman, es el lugar del Amor. El Paraíso primero, donde estuvieron nuestros primeros padres, en este lugar, Dios iba a hablar con ellos, pero los dejaba solos, y en esta soledad, Satanás, en forma de serpiente los tentó, pero en el Cielo, en el Reino Celestial, no habrá, no hay soledad, allí el Amor es todo y está en todo y todos, es decir Dios es.
Pero volvamos a ti, que es lo que nos interesa, que es lo que me interesa, que tú te sientas amado por Dios; y sólo puedes amar lo que conoces, y por esto mi consuelo es enseñarte cómo es Dios, cómo te Ama Dios, porque no hay consuelo para el ignorante, el sabio es consolado.
Quiero que seas sabio.
Quiero que no te sientas solo.
Quiero que ames a Dios sobre todas las cosas.
Quiero que te unas a los que puedan hablarte de Dios, porque conociendo a Dios, podrás amarlo y dejar tu soledad, tu ignorancia, y vivirás en la libertad de poder planificar; por los propósitos que tengas, tendrás planes, y si eres capaz de tener esperanza, vivirás la fe.
Dios quiere darte la fe.
Dios quiere que dejes el miedo, porque el miedo mata la fe.
La fe se consigue con el amor, con querer amar a Dios, con conocerlo, y lo conoces por el Evangelio. Por eso me dedico a propagar el evangelio y meditarlo cada día, para que tú, ¡tú!, dejes del miedo, y sientas el amor con que Dios te Ama, y tengas fe, y la fe haga que pidas, que tengas esperanza y propósitos y, con la caridad, los hagas obras y palabras para ganarte el Cielo y la salud en la tierra.
Dios quiere que estés sano.
Jesús sanaba a todos. Eso lo sabemos por el Evangelio; a Dios, a Jesús, le preocupaba la salud de las personas, más que si tuvieran dinero; porque con salud, puede uno trabajar y tener pan.
La impureza acaba con la salud de las personas que no son puras. Las lleva por derroteros de egoísmo, de gran soledad; y en la soledad del lujurioso, no hay paz, no hay amor, ni a Dios ni a sí mismo; porque cuando uno realmente se ama a si mismo, tiene propósitos de pureza, se aparta de las tentaciones de pecado, y ¡lo que tiene que hacer lo hace!, pase lo que pase y pese a quien pese, sobre todo renunciando a sus propios deseos lujuriosos para servir a sus deseos de ser respetado, amado, de ser honrado. Todos quieren ser honrados. (Este es otro tema para más adelante)
Es difícil, y más para el impuro, el que ya ha caído en acciones impuras, el ser sano, y ¿vas a perder tu salud por el goce físico?
Cuesta, cuesta la pureza, sí, como cuestan todas las cosas buenas que hay en la vida. No todo se vende a plazos, como los productos que se adquieren. Tú no eres un producto, y la moneda legal para siempre es el amor. Tú tienes que ser amado, debes ser amado, necesitas ser amado y amar, esta es la verdadera realidad de porqué viene el hombre al mundo, es la realidad de porqué naciste tú y vives tú: para hallar el Amor con que Dios te Ama y corresponderlo amándolo sobre todas las cosas y personas, SOBRE TI MISMO. Sí que cuesta, sí, pero las ventajas y las recompensas valen la pena.
¡Haz propósitos!
El que tiene propósitos tiene esperanza. El que tiene propósitos puede alcanzar la fe, y con la fe, recibes a Dios Espíritu Santo que te consuela. Sólo Dios puede consolarte, ¡sólo Dios! Nadie humano puede consolarte de la impureza, porque son pensamientos y actos egoístas, donde, aunque puede que se hagan actividades entre dos o más, cada uno es sólo un producto, no es un todo como en el matrimonio, que dos, todos con Dios, forman el Uno que es el Sacramento Matrimonial, (De esto también os hablaré otro día, mi querido hijo, mi querida hija); pero volviendo al tema de hoy, de recibir consolación por tus caídas a la impureza, al pecado de la impureza, yo, como simple sacerdote, no puedo consolarte, sólo Dios Espíritu Santo puede consolarte, el Consolador, el que te consuela, es la Persona de Dios Espíritu Santo.
Como empecé a decirte unos párrafos más arriba, tienes que oír y escuchar a los que conocen a Dios, para que te hablen de Él y te lo den a conocer, por esto te remito a Santa María; Ella conoce perfectamente a Dios, es su Hijo. Ella, María, es la Verdadera Madre de Dios. Dios tiene Madre, ¡Dios tiene Madre! Ese Dios que es el Verbo, que con Dios y, siendo Dios, hizo el mundo entero; ese Dios que te Ama, tiene MADRE, y es la Virgen María. ¡¡¡Es de fe!!! Si no lo crees, no tienes fe y vives en el miedo, porque sin fe hay el miedo; si no crees las Verdades, TODAS, que proclama la Santa Madre Iglesia Católica Apostólica y Romana, si por fe y con fe no apoyas y vives y crees en los Dogmas de la Santa Madre Iglesia, entonces es que estás viviendo el miedo, porque no vives la fe, y sin fe y con miedo, todo te va a ir mal en esta vida, preludio de lo que vas a vivir en la Eternidad Celestial. Por esto yo te escribo, por esto quiero que me leas y lo medites en tu corazón, así, de tú a tú; estamos tú y yo, nadie más interviene en esta carta, sólo tú que me lees y yo que te hablo. ¡No estás sólo! ¡No estás sola! Acude a la Madre de Dios, y ¡pasa de los pasotas que no creen en nada! Tú, hazte el “alto”, y SÉ LIBRE en este AHORA, que vives.
Ve a que Dios Espíritu Santo te consuele, ve a la Santa Madre Iglesia Católica, y allí acude a confesarte; a cambio recibirás a Dios Espíritu Santo, y TODA TU VIDA VA A CAMBIAR. Si pudiera hacer una apuesta contigo, la haría. Si pudiera retarte como a un buen amigo que soy tuyo, ¡lo haría!, te diría: dale a Dios tres meses de tu vida; decide, proponte que en tres meses vas a ir a confesarte de todos tus pecados; pecado que hagas, vas y te lo confiesas, cuanto antes. Sólo esto, y te añado el que vayas a Comulgar luego. Eso durante tres meses, y luego hablaremos de alegría. ¿Qué te parece? ¿Te lo propongo? ¡Venga! ¡¡Choca estos cinco!! Y hagamos un pacto, tú aceptas y yo rezo y me sacrifico por ti.
Ay, ¡cuánto te quiero!
¿Será demasiado?… (“Dios mío, ten piedad de mí y que mis palabras sobre Ti sean las adecuadas para cada uno de los que amo y leen mis cartas… Amén”)
Con afecto sincero.
P. Jesús
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