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48 Carta / A ti, que tienes el propósito de la templanza

Domingo, 3 de julio de 2.011

A ti, que tienes el propósito de la templanza:

¡Qué alegría!, por fin he podido escribiros la carta. Perdonad que faltara a la cita, pero a veces no depende de uno, sino de quien le ayuda.

Para tener en ti la virtud de la templanza, necesitas ayuda, ayuda de la sociedad, de la política y los políticos, ayuda de los que mandan en el mundo con su dinero, con su influencia moral, con toda actividad social. Y no hay tanta virtud de la templanza, en el mundo porque todos estos que he nombrado, estos de los cuales necesitas ayuda, no están dispuestos a hacerse cargo de ser útiles a la Verdad. Son útiles al poder, a los intereses creados, pero difícilmente son útiles a la Verdad que es Dios, que es vivir para amar a Dios sobre todas las cosas y A LOS DEMÁS como a ti mismo, por amor a Dios.

Amar a los demás como a ti mismo, ¡difícil!, porque te han dañado tanto que ya no sabes ni cuántos amigos tienes, todos parecen enemigos, y muchos lo son.

Pero, hijo mío, hija mía, ¿cómo podrías sinó luchar con la vida, si los demás no te pusieran zancadillas?, te sería imposible, y entonces, ¿para qué necesitarías de la virtud de la templanza? No te costaría nada ser bueno, si todos lo fueran contigo, pero, ¿por qué tienen que ser buenos contigo, si tú pocas veces lo eres con ellos?

Claro, te comprendo; tú tienes tus problemas que tanto te preocupan, puedes perder tu casa, puedes quedarte sin alimento y necesitas ayuda, ayuda para seguir con lo que tienes. Y si lo que tienes es mejor que lo que otros tienen, ¿crees tú, que te van ayudar? No. Sin decir nada, callarán para que pierdas tu propiedad, para que pierdas tu dignidad y no demuestres esta autoridad moral que tanto les molesta de ti. Así que si no te ayudan, es porque no quieren que tengas más que ellos, o que lo que tengas sea mejor.

Si no puedes permitirte lo que tienes, si lo tienes que dejar marchar, despídete de ello, porque es mejor que lo que tengas, no se lo debas a nadie que te tiene celos. Ahora piensas que es peor perder algo, a que te ayuden sin querer hacerlo, pero no, es peor recibir ayuda de quien no quiere dártela, y que se la exijas por todo lo que tú le has dado ya en toda tu vida.

Prepárate a perder para luego ganar.

Despídete de lo que no puedas actualmente por ti solo abastecerte. ¡Podrás decir adiós a lo que amas!, podrás, si tienes la virtud de la templanza, que es hermana de la justicia. Y la justicia te dice que ahora no puedes, por la crisis, continuar con algunos bienes que adquiriste cuando podías y así lo hiciste. Y te diré, que Dios no tiene nada que ver con esto, porque de tener que ver, tendría que ver con todos los que mueren de hambre cada día, con todos los que no tienen techo donde cobijarse.

Renuncia, si no puedes continuar con ciertos gastos. Renuncia, si nadie de quien conoces ahora mismo quiere ayudarte. En cuanto renuncies, serás libre; y eso te deseo hijo mío, hija mía, para que seas muy feliz dentro de poco, porque Dios no tiene nada que ver con el dinero, directamente, pero sí que tiene que ver con tus virtudes, y cuantas más tengas, más cosas tendrás, junto con ellas, las virtudes.

Muchos han perdido su casa en esa gran crisis mundial, y sufren mucho y quiero consolarlos, diciéndoles que Dios proveerá. Esa es la verdad del cristiano, que Dios permite y compensa, recompensa. Puede que pierdas una casa, pero te dará un hogar. Confía y fíate del que quiere que, junto a la casa, pierdas con ella el estar ligado por ella a personas que no te aman como deberían, porque de amarte, ellas solas te ayudarían sin tener tú ni que pedirles ni que rogarles.

Hay un día y una hora en que todos sufren. Hoy sufres tú, otro día sufrirán ellos, porque es así la vida, nadie se escapa del sufrimiento, que es algo bueno.

Me dirás, ¿qué puede ser de bueno perder una casa donde vives? Pues ya lo verás, porque la vas a perder, o ya la has perdido, pero ¡hay tiempo!, y quiere Dios que, más que una casa, tengas un hogar, un lugar sencillo y alegre donde reine la paz, donde no haya malos recuerdos, donde, mires por donde mires, te llenen esas paredes de buenos recuerdos. Y quiero que en la nueva casa donde pongas tu hogar, pongas atención en que te la ganes con un trabajo moral, con predisposición al bien, con lo que siempre te recordará que pagas el alquiler, si no puede ser de propiedad, con un trabajo honrado y de alto nivel de calidad humana.

Tu casa puede ser otra, pero tú siempre debes ser fiel a Dios. Total, en menos de 100 años, ya no necesitarás ninguna casa, sino que vivirás de GRATIS en la eternidad Celestial, si aquí has dejado casa, amigos, familia, que no te comprendía en tu fe, que veía como locuras tuyas tus grandes actos de caridad.

Renuncia libremente y Dios te dará. ¡Seguro!

Aunque claro, tú quieres esta propiedad, la consideras tuya, pero de haberlo sido, de ser realmente tuya, la tendrías toda pagada; de no tenerla pagada,  no era tuya del todo, la tenías a medias con el Banco. Acepta esto, y deja de presumir de propiedad, esa propiedad que nunca fue tuya, sino que te dejaban vivir en ella mientras la ibas pagando a plazos al Banco, de quien era y es realmente. No te creas engañado; mientras tenías que cumplir con la hipoteca, no era realmente tuya tu vivienda, pero ¡NO PASA NADA!, no pasa nada con que te des cuenta de que no tenías tanto económicamente como pensabas.

Has ayudado a muchos, a muchos que tienen casa, que podrían ayudarte y no quieren hacerlo; tú eres mejor que ellos.

Ahora, a esto no le das importancia, a tener más calidad humana que otros, porque quieres tu casa a toda costa, porque si empiezan a decir que has perdido tu casa, eso te afecta, lo sé. Lo comprendo, y rezo mucho por ti. Pero los que deberían ayudarte no quieren hacerlo, y yo soy pobre y no puedo darte lo que a tantos y tantos millones de personas les falta, porque hay muchos que no tienen casa.

Y, dirás, ¿y qué tiene que ver todo esto de la casa con la virtud de la templanza?…

Tiene que ver, porque adquirir bienes terrenales no está mal, como también está bien adquirir virtudes, y para poseer la virtud de la templanza, deberás perder muchas cosas materiales, porque el dinero no se aviene con las virtudes, y menos con la templanza, porque la codicia es enemiga de ella, de la templanza.

Tú has pedido muchas veces por la virtud de la templanza, y has rezado fervorosamente para que Dios te la entregue, y ahora vas contra Dios porque permite que pierdas tu propiedad. ¿No querías la virtud de la templanza?, pues la vida te enseña a tenerla, por perder lo que te daba seguridad. Y no puedes poner tu seguridad en el dinero, en tu casa, en tu coche o propiedades extraordinarias, sino que debes ir a las ordinarias, a las que tu sólo puedes adquirir y administrar, que son las virtudes, esas que te deseo poseas, y que necesitas poseer para ser feliz en la tierra y en el Cielo.

Eso de la casa, del negocio, del coche, del trabajo, etc., no puede estar en primer lugar en tus prioridades. Algunos, primero van por el coche y luego dejan nacer al hijo; ¡hay tantas aberraciones en la conducta de algunos, incluso de los que podrían ser buenos cristianos, pero ya ves, su prioridad está en sus relaciones con el Banco.

No estoy en contra de la función que hacen los Bancos, pero antes que el dinero o tus propiedades hipotecadas o no, está tu relación con Dios.

Os dije que os daría alegrías referente a la virtud de la templanza, y una de ellas es que no necesitas dinero ni fama para tener esta virtud; ella, la virtud de la templanza, no se compra, al contrario, se adquiere cuando pierdes propiedades, porque, en aceptar la pérdida, adquieres la virtud de templar tus deseos, de controlarlos, de decidir hasta donde y hasta cuanto te permites apostar por lo humano, como es la casa y el dinero, como es la forma y manera de ganarlo.

Adquiriste tu casa cuando aun tu fe era chiquita, ahora que tu fe ha crecido, necesitas cambiar de hogar, porque donde vives ahora, no te trae buenos recuerdos, y Dios, en su bondad, permite un mal menor para darte una vivienda mejor.

A todos los que habéis perdido casa, quiero recordaros que Jesús, Dios, nació en una cueva, luego se fue a Egipto, en una casa alquilada, y regresó junto a María y a San José a su tierra, y allí poco le duró vivir en su hogar, porque tuvo que marcharse a predicar por el mundo, y dijo que no tenía casa para reclinar su cabeza; y tú, tú, discípulo fiel, pretendes vivir mejor que tu Maestro, cuando sabes que vas a pasar por lo que Él, Dios, pasó.

Enfréntate a la realidad, ¡no necesitas de casa!, precisas de un hogar, donde te amen y sientas amor; y esto te lo dará Dios, el Señor; y para ello, primero tienes que perder lo que te ata al pasado, lo que no deja que te perfecciones en la virtud de la templanza.

Dirán que las cosas te van mal, ¡sí!, pero no pasa nada si las cosas humanas van mal esta temporada, porque, gracias a ellas, tu fe se cimentará en roca, tu fe te llevará a la Vida Eterna, a la Casa del Padre, donde no hay soledad, y sí que hay amor y alegría.

Esta es la alegría, que seas templado en tus cosas, y si no tienes antes todo el dinero, que sepas que lo que compras, o en lo que inviertes, puedes perderlo; así son las cosas económicas, que no son para siempre; en cambio, tus virtudes humanas, esas sí que son para siempre, y te ayudan a soportar las vicisitudes de la vida, éstas que no sólo tú padeces, sino que Cristo también vivió, y con Él, la bendita Madre de Dios, que al final dejó su casa para irse a la casa de Juan, a la casa de cada uno de nosotros, ¡a la tuya!

Haz en tu casa un lugar para María, porque ella vive contigo; Dios te la dio, y se va a mudar contigo, y, ¡eso nadie te lo puede quitar!; puede el Banco quitarte la casa que es suya, pero no puede quitarte a tu Madre Celestial, ¡que es tuya!, porque Dios te la dio, cuando, en las últimas, se acordó de ti y pidió a María, su Madre y la tuya, que aceptara venir a tu casa, ser tu Madre para toda la vida, para siempre.

¡Alegría!, vayas donde vayas a vivir, tu Madre viene contigo; ¡no estás solo, no estás sola! Ella te ama, porque es Madre del Amor Hermoso, de Jesucristo, el Mesías, que por amor no tuvo casa, y es Rey de este mundo y del Otro.

Un abrazo muy fuerte, del que te quiere.

Con afecto sincero.

P. Jesús
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