Domingo, 18 de septiembre de 2.011
A ti, que te dispones a servir:
Con la toalla en la cintura… como hizo Jesús. Jesús, que es Dios, se protege de la suciedad de los pies de los hombres, Él, Jesús, Dios, no quiere contaminarse, no quiere ensuciarse estando al servicio de los demás, de sus apóstoles. Jesús, no lavó los pies al dueño de la casa, que les prestó la estancia para celebrar la Última Cena, sino que Cristo vino al mundo a salvar a los judíos, a su pueblo elegido; y todos los apóstoles eran judíos. Tú debes de servir a los de tu casa, a tu familia, aunque haya judas que te traicionarán, o Pedros que te abandonarán en algún momento de tu vida; algunos volverán, otros no, pero… ¿quién perdió, Pedro o Jesús? Pedro, él lloró por su error; Jesús, lloró por el error de Pedro, pero Jesús siempre fue bueno e hizo lo correcto. ¡Imítalo así tú!
Esa “toalla” que Jesús se puso alrededor de sí mismo, en su cintura, para disponerse a arrodillarse y lavar los pies de los apóstoles, que tanto amaba, que eligió Él mismo, como tú digamos que eliges a tus hijos, por decidir estar abierto-a a la vida, y al decidirlo, das permiso al hijo-a a que nazca de ti, y entonces tú eliges, como Cristo eligió a sus apóstoles, de los que el Padre, Dios Padre, le entregó, y Él cuidó de todos, dando buen ejemplo, enseñando, cuidando y sirviendo.
Jesús, Dios, se sacó la túnica y se la enrolló en la cintura. La túnica es ese Vestido Blanco con que Dios nos cubre por el bautismo, es la fe, es su unidad indisoluble en Dios Padre y Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, es Dios contigo, es la Gracia en Acción, es tu labor unido-a a Dios, es la Comunión de los Santos.
Cuando uno se dispone a servir por Caridad, sirve él mismo-a junto a Dios, Uno y Trino, y la Iglesia en pleno; la celestial y terrena, todo el Cuerpo Místico de Cristo, unidos en tu acción libre y voluntaria. Todo lo que se hace por Caridad, con Caridad, TRIUNFA, jamás fracasa el que sirve. Aunque puede que, como a Jesús, Dios, le hagan vivir un calvario y acaben, algunos, matando físicamente por servir al mundo, porque todos somos hijos de Dios, y todos pueden acceder a la Salvación que Cristo entrega a todos, a judíos y a gentiles; entonces, el éxito, para todos los que lo buscáis en el mundo, os diré el GRAN SECRETO, viene por la Caridad.
Envuelve tu cuerpo con las virtudes teologales y las cardinales, por la Gracia de los sacramentos, que son tu vestido; ¡vestíos de Cristo!, ¡de los sacramentos!, y arrodillaos en vuestra humildad, como la de la sierva de Dios, El Altísimo, María, que dijo “sí”, a la voluntad de Dios. Tú, di “Sí”, y disponte a lavar los pies, cansados y sucios del polvo de la vida.
Con afecto sincero.
P. Jesús
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