Domingo, 21 de agosto de 2.011
A ti, que quieres servir con alegría:
Te daré hoy varias recetas muy efectivas. No te quejes, no critiques, vélo todo providencial, dando gracias a Dios por tu vida, y pídele servir con alegría.
Todos te querrán a su lado, en verano, otoño, invierno y primavera.
No hay nada más bonito y digno, que la caridad bien entendida de servir a todos con alegría. Si lo haces así, verás que tu alegría regresa renovada, y se pone en tu corazón para empezar cada día la hazaña de practicar la verdadera caridad, la de amar a Dios sobre todas las cosas, y querer dar a otros la alegría de la esperanza fiel de que los que cumplen con la fe, van a recibir el ciento por uno y la Vida Eterna, en justo pago del que justamente hace como Cristo, y llevando su cruz, ayuda a todos, con la esperanza feliz, de que el Amor de Dios es fiel y ya se está salvado por las obras de la fe.
Ayudad a los tristes, que han pecado, ayudadlos a reconciliarse con la fe, a sentirse amados por Aquel que ama a todos: Dios, Jesús, el Cristo, Señor de Cielos y Tierra, el dueño del mundo, el Rey de reyes, cuya recompensa recibió por su amor, ¡la Cruz!. Amemos la Cruz de Cristo, y a sus pies, llora tus amarguras, y ¡sal al mundo!, luego de llorar y rezar, con la alegría de haber sido oído, de haber sido escuchado, de haber sido Amado por el Amor verdadero y fiel de un Dios que todo lo ve, y viéndote humilde y sencillo, te llena el corazón con la alegría que da la aceptación de la realidad y la lucha con tesón de resistir cualquier contrariedad con tal de no pecar.
No peques más y sirve con alegría. Ve a buscar tu alegría en el Altar, en la Comunión con Dios Hijo Jesucristo, después de una buena confesión, que te hará distinto, cada vez mejor, porque el Consolador, Dios Espíritu Santo, al Amarte tanto, después de perdonarte Dios Padre, te besa en el alma entera, y este beso de Amor de Dios, llega hasta tu corazón y te remonta en alegría, la alegría de la certeza de que eres perdonado, de que, por la confesión, la Sangre de Cristo te ha lavado y puedes ir a recibirlo en la Comunión, como un niño ante su primer regalo.
Dios te bendiga hijo mío, hija mía, con el don de la alegría, que se recibe por hacer cada vez que confiesas, una buena confesión, esa en la que te acompaña el dolor de contrición.
Dios te ama, hoy, ayer y mañana.
Con afecto sincero.
P. Jesús
© copyright