Domingo, 22 de mayo de 2.011
A ti, que deseas la virtud de la templanza:
No quiero que seas tan templado que caigas en la frialdad de sentirte superior a los demás. Quiero que dejes la ira, la soberbia y que domines esta pasión tuya por la vida. Es bueno y quiero que tengas ganas de vivir, de cumplir lo que Dios pidió a Adán, el que dominara la tierra, pero una cosa es la tierra y otra es querer dominar a tus semejantes, que como tú, tienen que dominar la tierra, tienen, tenéis que sacar fruto de ella, de la tierra; debéis uniros como hermanos que sois para hacer rendir todo lo que hay en el planeta Tierra para el bien de todos. Eso quiero como sacerdote.
¡Necesitas de la virtud de la templanza!, sobre todo si has sido un niño consentido, si no te han enseñado tus mayores a que como tú, igual que tú, sois todos. ¡Ya se acabó el que te creas mejor que otros!, porque no lo eres; mejor, no; sí que cada uno tiene unos dones, unos talentos, pero si tú tienes unos, otros tienen otros. Baja de las nubes y pisa fuerte con la audacia de ser humilde, porque para ser humilde se necesitan agallas; no todos son capaces de ello, de ser humildes, y la templanza ayuda a la humildad, porque desde la visión de la templanza, la vida no la ves de tú a tú, sino que la vida es un “vosotros”, es vivir la fraternidad que nos da ser todos hijos del mismo Padre, el Creador.
Fíjate mi querido hijo, mi estimada hija, naces como todos y mueres como todos, del mismo modo, sólo cambia en ti la manera en que vives. Ahora no pienses que quiero que todos viváis lo mismo y seáis iguales en todo, porque no es así la vida, ¡ni lo quiero!, porque cada uno tiene sus cruces que llevar, y por las cruces se forja un porvenir mejor. Hay quien no quiere cargar con su cruz y ¿qué hace?, la coge y la pone en las espaldas de otros. Eso lo hacen los que no tienen la virtud de la templanza, esos mimados y consentidos que se creen los héroes, sin haber intervenido en ninguna batalla. ¡Y claro que hay batallas que librar!, y una de ellas es el reto que tienes tú y tú y tú, de ser templado, de que no pierdas tu fe por la mínima que te cuenten; pero no valores a los demás más que a ti mismo, porque la templanza hermana, equilibra y asocia a las personas, sin egoísmos, sin soberbias, con la verdad por delante, la verdad de la caridad, la verdad de vivir en la vida para dominar la tierra.
Templanza para consentirte a ti mismo, templanza para consentir a los demás, que eso hacen algunos, van consintiendo a las personas que aman para que los amen, ¡y no!, el amor no es consentir en caprichos ni ir de caciques, el amor es la virtud de la templanza, porque como digo, no hay castidad sin templanza, y es necesario amar a otro-a guardando la pasión para después de la boda, y aun así, luego de la misma, respetar la vida. ¿Qué quiero decir con respetar la vida?, pues quiero decir que la pasión no puede dominar la razón, y lo razonable es vivir para salvarse, para ser santo-a; así que no se casa uno para la unión sexual a toda hora y en todo lugar y de todas maneras, sino que se unen dos personas para disfrutar del amor en beneficio de la procreación, de tener hijos. La templanza debe regir la vida de cada uno, de todos, para no despilfarrar ni energías ni dinero ni tiempo de oración.
La templanza ayuda a que todo lo que Dios te da, a que todo lo que Dios permite que recibas, te sirva para vivir bien y ayudar a otros a vivir bien. Cuando uno es templado, no ofende con facilidad, más bien espera y consiente en vivir una vida de mortificación para el bien de todos.
A los iracundos, los maldicientes, los soberbios, a todos ellos les deseo que mejoren en la virtud de la templanza, porque estos excesos y los derivados de los mismos, van a llevarles antes a la tumba. Los que tienen larga vida, son personas que han comprendido y sufren por tener la virtud de la templanza, disfrutando de la fuerza de voluntad que les demuestra que sí, que pueden dominar la tierra y a sí mismos.
Todo aquel que quiera involucrarse en negocios humanos para prosperar económicamente, tiene sí o sí que tener la virtud de la templanza. No hay beneficios ni humanos ni espirituales, si uno es un consentido y no sabe repartir, tanto el éxito como el trabajo. Muchos hay que sólo saben trabajar solos o mandar, que es peor que trabajar solos; muchos hay que se creen dioses porque creen que tienen algo que otros no tienen, quizás belleza física, quizás don de gentes, quizás patrimonio y dinero heredado; y eso les hace creerse superiores a otros, pero no es cierto, y cuando se dan cuenta, se llenan de ira, de soberbia, porque quieren un trono sólo para ellos, ¡y no!, las grandes empresas siempre son con más de uno, porque así se puede practicar la caridad; como Dios mismo, Jesús, dijo que allí donde hubiere dos que pidieran algo… se lo iba Dios Padre a conceder, si se pide en nombre de Jesús.
La templanza no trabaja sola, la templanza necesita de otros para ser demostrada, vivida, hecha gracia para el bien común.
¿Cómo puedes tener la virtud de la templanza? Uniéndote a otros, que imperfectos como tú, tengáis los mismos buenos propósitos en la vida, propósitos de santidad y propósitos en algún negocio. No hay nada como el trabajo en equipo, por eso Dios fundó la Iglesia, para que allí todos los que quieran vivir las virtudes, tengan donde aprender y desarrollarlas. ¿Es que fuera de la Iglesia no hay virtudes? Sí, porque a todos Dios ha dado virtudes para que las vayan perfeccionando, pero la perfección está en la unión de uno con Dios, con Jesús, que vive en la Sagrada Hostia Consagrada, para alimento de las virtudes, sobre todo la fe, que es donde se apoyan todas las demás virtudes, porque sin Dios, el hombre no es completo, le falta algo, y lo sabe, sabe que su vida es la búsqueda de esa felicidad que necesita, y la felicidad está en unirse a Dios, en vivir con Dios, en ser de Dios y purificarse con penitencias y mejorando en virtudes, como la virtud de la templanza, que ella sola ayuda sobre todo a la buena salud física y espiritual.
La próxima semana os hablaré más de la virtud de la templanza. Estad preparados porque os diré cosas maravillosas que jamás habríais pensado tener conocimiento de ellas, y es que os quiero mucho y quiero que os queráis mejor cada uno a sí mismo, para así vivir la fraternidad a la que estáis llamados por ser hijos de Dios, hermanos de Cristo, el Rey de reyes. ¿Quieres salvarte?, ¿quieres seguir a Cristo?, entonces necesitas sí o sí de la virtud de la templanza, para que ella misma te de una visión de futuro, de este futuro feliz que deseas para ti, porque la felicidad está en el equilibrio, en el don de la meditación, llevada por la oración que te inspira Dios Espíritu Santo, y que con ella, no sólo te consuela sino que te llena de alegría, porque algunos pueden pensar que la templanza es sosa, que no es alegre, y al contrarío… Os lo diré la semana que viene. ¡Os espero a vosotros y a vuestros amigos!, ya sabéis que todos sois bienvenidos a mi corazón, puedo querer a todos.
Mi bendición y… ¡os espero! No me falléis, ¡eh!
Con afecto sincero.
P. Jesús
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