Saltar al contenido

meditación del santoral

1 de Enero / Solemnidad de Santa María, Madre de Dios

La Solemnidad de Santa María Madre de Dios es la primer Fiesta Mariana que apareció en la Iglesia Occidental, su celebración se comenzó a dar en Roma hacia el siglo VI, probablemente junto con la dedicación –el 1º de enero– del templo “Santa María Antigua” en el Foro Romano, una de las primeras iglesias marianas de Roma.

La antigüedad de la celebración mariana se constata en las pinturas con el nombre de “María, Madre de Dios” (Theotókos) que han sido encontradas en las Catacumbas o antiquísimos subterráneos que están cavados debajo de la ciudad de Roma, donde se reunían los primeros cristianos para celebrar la Misa en tiempos de las persecuciones.

Más adelante, el rito romano celebraba el 1º de enero la octava de Navidad, conmemorando la circuncisión del Niño Jesús. Tras desaparecer la antigua fiesta mariana, en 1931, el Papa Pío XI, con ocasión del XV centenario del concilio de Éfeso (431), instituyó la Fiesta Mariana para el 11 de octubre, en recuerdo de este Concilio, en el que se proclamó solemnemente a Santa María como verdadera Madre de Cristo, que es verdadero Hijo de Dios; pero en la última reforma del calendario –luego del Concilio Vaticano II– se trasladó la fiesta al 1 de enero, con la máxima categoría litúrgica, de solemnidad, y con título de Santa María, Madre de Dios.

De esta manera, esta Fiesta Mariana encuentra un marco litúrgico más adecuado en el tiempo de la Navidad del Señor; y al mismo tiempo, todos los católicos empezamos el año pidiendo la protección de la Santísima Virgen María.

El Concilio de Éfeso

En el año de 431, el hereje Nestorio se atrevió a decir que María no era Madre de Dios, afirmando: “¿Entonces Dios tiene una madre? Pues entonces no condenemos la mitología griega, que les atribuye una madre a los dioses”. Ante ello, se reunieron los 200 obispos del mundo en Éfeso –la ciudad donde la Santísima Virgen pasó sus últimos años– e iluminados por el Espíritu Santo declararon: “La Virgen María sí es Madre de Dios porque su Hijo, Cristo, es Dios”. Y acompañados por todo el gentío de la ciudad que los rodeaba portando antorchas encendidas, hicieron una gran procesión cantando: «Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén».

Asimismo, San Cirilo de Alejandría resaltó: “Se dirá: ¿la Virgen es madre de la divinidad? A eso respondemos: el Verbo viviente, subsistente, fue engendrado por la misma substancia de Dios Padre, existe desde toda la eternidad… Pero en el tiempo él se hizo carne, por eso se puede decir que nació de mujer”.

Madre del Niño Dios

“He aquí la sierva del Señor, hágase en mí según tu palabra”

Es desde ese fiat, hágase que Santa María respondió firme y amorosamente al Plan de Dios; gracias a su entrega generosa Dios mismo se pudo encarnar para traernos la Reconciliación, que nos libra de las heridas del pecado.

La doncella de Nazareth, la llena de gracia, al asumir en su vientre al Niño Jesús, la Segunda Persona de la Trinidad, se convierte en la Madre de Dios, dando todo de sí para su Hijo; vemos pues que todo en ella apunta a su Hijo Jesús.

Es por ello, que María es modelo para todo cristiano que busca día a día alcanzar su santificación. En nuestra Madre Santa María encontramos la guía segura que nos introduce en la vida del Señor Jesús, ayudándonos a conformarnos con Él y poder decir como el Apóstol “vivo yo más no yo, es Cristo quien vive en mí”.

Comentario sobre la biografía del Santo-a, por el P. Jesús

Solemnidad de Santa María, Madre de Dios

Madre de Dios es la Virgen María y hoy el uno de enero se conmemora la fiesta de la Solemnidad de Santa María, Madre de Dios. Es un día grande para la Iglesia Católica, para los creyentes es un día de gozo en el cual recordamos a María como Madre de Dios que es y será por los siglos de los siglos. Amén.

P. Jesús
© copyright

2 de Enero / San Basilio Magno y San Gregorio Nacianceno

San Basilio se consagró al servicio como Arzobispo de Cesarea, Doctor de la Iglesia y Patriarca de los Monjes de Oriente. Nació en Cesarea, la capital de Capadocia, en el año 329. Entre sus nueve hermanos figuraron: San Gregorio de Nissa, Santa Macrina la joven y San Pedro de Sevaste. Su padre era San Basilio el viejo, y su madre, Santa Emelia. Inició su educación en Constantinopla y la completó en Atenas. Allá tuvo como compañero de estudio a San Gregorio Nazianceno, quien se convirtió en su amigo inseparable. Cuando Basilio recibió el bautismo, tomó la determinación de servir a Dios dentro de la pobreza evangélica.

Comenzó por visitar los monasterios de Egipto, Palestina Siria y Mesopotamia, con el propósito de observar y estudiar la vida religiosa. Se estableció en un paraje agreste en la región del Ponto, separado de Annesi, por el río Iris. En aquel retiro solitario se entregó a la plegaria y al estudio. Formó el primer monasterio que hubo en Asia Menor, organizó la existencia de los religiosos y enunció los principios que se conservaron a través de los siglos y hasta el presente gobiernan la vida de los monjes en la Iglesia de oriente. San Basilio practicó la vida monástica propiamente dicha durante cinco años solamente, pero en la historia del monaquismo cristiano tiene tanta importancia como el propio San Benito.

Por aquella época, la herejía arriana estaba en su apogeo y los emperadores herejes perseguían a los ortodoxos. En el año de 363, Basilio fue ordenado diácono y sacerdote en Cesarea, pero para evitar generar ciertos conflictos con el arzobispo Eusebio, decidió retirarse calladamente al Ponto. Sin embargo, Cesarea lo necesitaba y lo reclamó. Dos años más tarde, San Gregorio Nazianceno, en nombre de la ortodoxia, sacó a Basilio de su retiro para que le ayudase en la defensa de la fe, del clero y de la Iglesia. En el año de 370, año en que murió Eusebio, Basilio fue elegido para ocupar la sede arzobispal vacante. Tiempo después, la muerte de San Anastasio dejó a Basilio como único paladín de la ortodoxia en el oriente, y éste luchó para fortalecer y unificar a todos los católicos que, sofocados por la tiranía arriana y descompuestos por los cismas y las disenciones entre sí, parecían extinguirse. El santo murió el 1 de enero de 379, a la edad de 49 años.

Comentario sobre la biografía del Santo-a, por el P. Jesús

San Basilio Magno y San Gregorio Nacianceno

 

¡Qué buenos son los santos, como san Basilio Magno y san Gregorio Nacianceno!

 Ellos, los santos, ayudan a la Iglesia aunque su bondad los lleve a apartarse con humildad para que otros estén mejor.

¡Seamos todos santos por amor a Dios!

P. Jesús
© copyright

1 de Noviembre / Fiesta de Todos los Santos

La Iglesia Católica ha llamado «santos» a aquellos que se han dedicado a que su propia vida le sea lo más agradable posible a Nuestro Señor.

Hay unos que han sido «canonizados», o sea declarados oficialmente santos por el Sumo Pontífice, por lo que por su intercesión se han conseguido admirables milagros, y porque después de haber examinado minuciosamente sus escritos y de haber hecho una cuidadosa investigación e interrogatorio a los testigos que lo acompañaron en su vida, se ha llegado a la conclusión de que practicaron las virtudes en grado heroico.

Para ser declarado «santo» por la Iglesia Católica se necesita toda una serie de trámites rigurosos. Primero una exhaustiva averiguación con personas que lo conocieron, para saber si en verdad su vida fue ejemplar y virtuosa. Si se logra comprobar por el testimonio de muchos que su comportamiento fue ejemplar, se le declara «Siervo de Dios». Si por detalladas averiguaciones se llega a la conclusión de que sus virtudes, fueron heroicas, es declarado «Venerable». Más tarde, si por su intercesión se consigue algún milagro totalmente inexplicable por medios humanos, es declarado «Beato». Finalmente si se consigue un nuevo y maravillosos milagro por haber pedido su intercesión, el Papa lo declara «santo».

En el caso de algunos santos el procedimiento de canonización ha sido rápido, como por ejemplo para San Francisco de Asís y San Antonio, que sólo duró 2 años.

Poquísimos otros han sido declarados santos seis años después de su muerte, o a los 15 o 20 años. Para la inmensa mayoría, los trámites para su beatificación y canonización duran 30, 40, 50 y hasta cien años o más. Después de 20 o 30 años de averiguaciones, la mayor o menor rapidez para la beatificación o canonización, depende de quien obtenga más o menos pronto los milagros requeridos.

Los santos «canonizados» oficialmente por la Iglesia Católica son varios millares. Pero existe una inmensa cantidad de santos no canonizados, pero que ya están gozando de Dios en el cielo. A ellos especialmente está dedicada esta fiesta de hoy.

Comentario sobre la biografía del Santo-a, por el P. Jesús

Fiesta de Todos los Santos

De esos santos no canonizados, hoy se celebra su Fiesta, y muy posiblemente, tú serás uno de ellos cuando mueras. Eso quiere Dios y nos pide Dios a todos, el que seamos santos, el que vivamos las virtudes en grado máximo; y una manera rápida, es no quejarse y aceptar sin rechistar, todo lo que Dios permite en la vida de uno; y aguantando, y teniendo una vida de piedad y de obras de la fe, Dios haga maravillas contigo, como por ejemplo, el que tu ejemplo haga cambiar a las personas que te traten. ¡Ves cómo vas a ser santo-a! Lo sabía.

Todos aquellos que han amado en su vida a Dios, sobre todas las cosas, esos son Santos, porque la santidad va de amor, de amor a Dios. Cuanto más ama uno a Dios, más santo se hace, si con este amor construye en su vida y en su corazón, un lugar donde habita Dios y lo llena todo con su Amor.

Sí, la santidad va de amor. Y hoy, que se conmemora la Fiesta de todos los Santos, es la fiesta de los que aman y amaron a Dios.

P. Jesús
© copyright

4 de Enero / Santa Isabel Ana Bayley Seton

Nace Isabel Ana en Nueva York el 28 de agosto de 1774. Crece en el seno de la iglesia episcopaliana.

Contrae matrimonio con William Seton a la edad de veinte años y llega a tener cinco hijos. El 27 de diciembre de 1803 enviuda.

Años más tarde, el 14 de marzo de 1805 abraza el catolicismo, lo cual supone para ella múltiples pruebas, tanto interiores como exteriores, venidas de los parientes y amigos. Todas las supera con fe, amor y valentía.

Se aplica asiduamente a la vida espiritual. Educa con solicitud a sus hijos y, deseosa de entregarse a la actividad caritativa y educadora.

En 1809 en la diócesis de Baltimore funda el Instituto de Hermanas de la Caridad de San José, renovando la gesta de San Vicente de Paúl y Santa Luisa de Marillac. Dicho Instituto tiene por finalidad la formación de muchachas. Es la primera Congregación religiosa femenina en norteamérica.

Después de su muerte las Hermanas se unen a la Compañía de las Hijas de la Caridad de París, tal como fue su deseo desde los comienzos.

También funda la primera escuela parroquial católica en Estados Unidos.

Muere piadosamente en Emmitsburg, Maryland, el 4 de enero de 1821. Su beatificación tiene lugar el 17 de marzo de 1963, bajo el pontificado de Juan XXIII. El 14 de septiembre de 1975 es canonizada por el papa Pablo VI.

Dos grandes temas marcaron su vida espiritual: la fidelidad a la Iglesia y la eternidad de la gloria.

Es la primera santa de Estados Unidos de América. Su fiesta se celebra en el calendario de la iglesia el 4 de enero.

Comentario sobre la biografía del Santo-a, por el P. Jesús

Santa Isabel Ana Bayley Seton

Santa Isabel Ana Bayley Seton, mujer que, buscando cura para su dolor de viuda, encuentra la fe verdadera y la hace suya hasta llegar a fundar. Luchó contra muchas tribulaciones y ganó el respeto de la Iglesia, por su santidad. Santa es y será a perpetuidad.

La vida es una lucha, y hay quien lucha y hay quien se deja ganar por el mal que lucha contra el bien de los que luchan por su santidad.

No desfallezcáis en vuestra lucha porque estáis todos y cada uno preparados para la lucha. Luchad y resistid a los que han dejado su lucha en la victoria del que no debe ganar. Lucha por ti y por los que, luchando contra ti, necesitan de tu lucha ya que ellos no luchan para su santidad sino para hacerte perder la tuya. Tú, lucha y resiste y ten caridad, y ganarás tu batalla y la de los que, en vez de luchar por la santidad, luchan para que tu pierdas la tuya. Lo bueno de la lucha es que, quien lucha con Dios, siempre gana. Repito: siempre gana, porque Dios, en su misericordia infinita, puede alcanzar de un alma, por tu lucha en la oración y las obras del ejemplo de una vida perfecta en la fe, el sí a esta fe, por tan sólo un momento, unos instantes antes de morir. Tú lucha y resiste, y deja lo demás en manos de tu fe: de Dios que Salva: Jesús.

P. Jesús
© copyright

5 de Enero / San Simeón, el Estilita

Nace cerca del año 400 en el pueblo de Sisan, en Cilicia, cerca de Tarso, donde nació San Pablo. De pequeño se dedicaba a pastorear ovejas por los campos, pero en su corazón y en su mente su deseo de ser santo y ver al Padre en el cielo comenzó a crecer y cobrar mayor fuerza. A los 15 años entró a un monasterio, donde se dedicó a rezar intensamente y hacer extremas penitencias para la conversión de su alma, alejar las tentaciones y la conversión de las almas pecadoras.

Ante la extremidad de sus penitencias, el Abad le ordenó irse del monasterio por temor a que otros monjes también siguieran su ejemplo. El santo fue a vivir a una caverna donde permaneció hasta el final de sus días. En dicho lugar, fue protagonistas de las más extremas y duras penitencias para lograr la pureza de su alma. Miles de feligreses acudían a visitar al santo, quien predicaba elocuentemente muchos sermones y homilías; también acudían funcionarios reales y hasta el propio emperador para pedirle consejos muy sabios para lograr la convivencia pacífica y armoniosa en su reino.

No comía sino una vez por semana, y la mayor parte del día y la noche la pasaba rezando. Murió el 5 de enero del año 459. Estaba arrodillado rezando, con la cabeza inclinada, y así se quedó muerto, como si estuviera dormido. En su sepulcro se obraron muchos milagros y junto al sitio donde estaba su columna se construyó un gran monasterio para monjes que deseaban hacer penitencia.

Comentario sobre la biografía del Santo-a, por el P. Jesús

San Simeón, el Estilita

Dios, a almas elegidas, les permite hacer grandes penitencias; a otras las envía por el mundo para que las penitencias las hagan los que, por sus palabras y la voluntad de Dios Padre en unidad a Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, hallen la fe. Todo lo bueno está en la Iglesia, en la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana; aprended de Ella; aumentad vuestra fe por las enseñanzas de la Iglesia, que como Madre eficaz, enseña a sus hijos el bien, la paz y la Verdad. Amén.

P. Jesús
© copyright

6 de Enero / Solemnidad de la Epifanía del Señor

Epifanía significa «manifestación». Jesús se da a conocer. Aunque Jesús se dio a conocer en diferentes momentos a diferentes personas, la Iglesia celebra como epifanías tres eventos:

Su Epifanía ante los Reyes Magos (Mt 2, 1-12)

Su Epifanía a San Juan Bautista en el Jordán

Su Epifanía a sus discípulos y comienzo de su vida pública con el milagro en Caná.

La Epifanía que más celebramos en la Navidad es la primera.

La fiesta de la Epifanía tiene su origen en la Iglesia de Oriente. A diferencia de Europa, el 6 de enero tanto en Egipto como en Arabia se celebraba el solsticio, festejando al sol victorioso con evocaciones míticas muy antiguas. Epifanio explica que los paganos celebraban el solsticio invernal y el aumento de la luz a los trece días de haberse dado este cambio; nos dice además que los paganos hacían una fiesta significativa y suntuosa en el templo de Coré. Cosme de Jerusalén cuenta que los paganos celebraban una fiesta mucho antes que los cristianos con ritos nocturnos en los que gritaban: «la virgen ha dado a luz, la luz crece».

Entre los años 120 y 140 AD los gnósticos trataron de cristianizar estos festejos celebrando el bautismo de Jesús. Siguiendo la creencia gnóstica, los cristianos de Basílides celebraban la Encarnación del Verbo en la humanidad de Jesús cuando fue bautizado. Epifanio trata de darles un sentido cristiano al decir que Cristo demuestra así ser la verdadera luz y los cristianos celebran su nacimiento.

Hasta el siglo IV la Iglesia comenzó a celebrar en este día la Epifanía del Señor. Al igual que la fiesta de Navidad en occidente, la Epifanía nace contemporáneamente en Oriente como respuesta de la Iglesia a la celebración solar pagana que tratan de sustituir. Así se explica que la Epifanía se llama en oriente: Hagia phota, es decir, la santa luz.

Esta fiesta nacida en Oriente ya se celebraba en la Galia a mediados del s IV donde se encuentran vestigios de haber sido una gran fiesta para el año 361 AD. La celebración de esta fiesta es ligeramente posterior a la de Navidad.

Los Reyes Magos

Mientras en Oriente la Epifanía es la fiesta de la Encarnación, en Occidente se celebra con esta fiesta la revelación de Jesús al mundo pagano, la verdadera Epifanía. La celebración gira en torno a la adoración a la que fue sujeto el Niño Jesús por parte de los tres Reyes Magos (Mt 2 1-12) como símbolo del reconocimiento del mundo pagano de que Cristo es el salvador de toda la humanidad.

De acuerdo a la tradición de la Iglesia del siglo I, se relaciona a estos magos como hombres poderosos y sabios, posiblemente reyes de naciones al oriente del Mediterráneo, hombres que por su cultura y espiritualidad cultivaban su conocimiento de hombre y de la naturaleza esforzándose especialmente por mantener un contacto con Dios. Del pasaje bíblico sabemos que son magos, que vinieron de Oriente y que como regalo trajeron incienso, oro y mirra; de la tradición de los primeros siglos se nos dice que fueron tres reyes sabios: Melchor, Gaspar y Baltazar. Hasta el año de 474 AD sus restos estuvieron en Constantinopla, la capital cristiana más importante en Oriente; luego fueron trasladados a la catedral de Milán (Italia) y en 1164 fueron trasladados a la ciudad de Colonia (Alemania), donde permanecen hasta nuestros días.

El hacer regalos a los niños el día 6 de enero corresponde a la conmemoración de la generosidad que estos magos tuvieron al adorar al Niño Jesús y hacerle regalos tomando en cuenta que «lo que hiciereis con uno de estos pequeños, a mi me lo hacéis» (Mt. 25, 40); a los niños haciéndoles vivir hermosa y delicadamente la fantasía del acontecimiento y a los mayores como muestra de amor y fe a Cristo recién nacido.

Comentario sobre la biografía del Santo-a, por el P. Jesús

Solemnidad de la Epifanía del Señor

Día feliz, día de bendiciones de recuerdos de Dios Niño que fue adorado por los reyes, por los Magos, que siguiendo una estrella salieron de su tierra y llegaron a los pies de Dios.

Celebremos la Solemnidad de la Epifanía del Señor: Adoremos a Dios, por ser Dios.

P. Jesús
© copyright

7 de Enero / San Raimundo de Peñafort

Nació en Peñafort de Cataluña, destacándose por su gran habilidad en los estudios. Luego de ser nombrado archidiácono de Barcelona, tomó el hábito de Santo a la edad de 47 años. Sus superiores le señalaron la penitencia de escribir una colección de casos de conciencia para uso de los confesores y moralistas. A la vida de retiro, el santo añadió las labores del apostolado, trabajando incesantemente en la predicación, la instrucción, las confesiones y la conversión de los herejes, de los judíos y de los moros.

Además, realizó viajes por diferentes regiones españolas, inculcando lecciones espirituales para lograr la total transformación del pueblo contaminado por las costumbres de los moros. En 1230, el Papa lo llamó a Roma, convirtiéndose en su confesor e imponiéndole la penitencia de oír y despachar inmediatamente las peticiones de los pobres. Al caer enfermo, el santo regresó a Barcelona, donde continuó con su labor apostólica, luchando en contra de la herejía. También fundó un convento en Túnez y otro en Murcia entre los moros. El santo entregó su alma a Dios a la edad de 100 años, en 1275.

Comentario sobre la biografía del Santo-a, por el P. Jesús

San Raimundo de Peñafort

San Raimundo de Peñafort vivió cien años. No todos los santos son mártires o mueren jóvenes; hay santos como San Raimundo de Peñafort, al que Dios le dió larga vida para que, en esta larga vida, su labor fuera mayor. Dios conoce los tiempos, y los destinos los hace a su voluntad, según su libertad y la libertad de todos, porque Dios respeta la historia y hace historia con la vida de los santos, como lo hizo con San Raimundo de Peñafort.

P. Jesús
© copyright

8 de Enero / San Severino, Predicador

Murió el 9 de enero del año 482, pronunciado la última frase del último salmo de la S. Biblia (el 150): «Todo ser que tiene vida, alabe al Señor».

Había nacido probablemente en Roma el año 410. Es patrono de Viena (Austria) y de Baviera (Alemania).

Su biografía la escribió su discípulo Eugipio.

A nadie decía que era de Roma (la capital del mundo en ese entonces) ni que provenía de una familia noble y rica, pero su perfecto modo de hablar el latín y sus exquisitos modales y su trato finísmo lo decían.

San Severino tenía el don de profecía (anunciar el futuro) y el don de consejo, dos preciosos dones que el Espíritu Santo regala a quienes le rezan con mucha fe.

Se fue a misionar en las orillas del río Danubio en Austria y anunció a las gentes de la ciudad de Astura que si no dejaban sus vicios y no se dedicaban a rezar más y a hacer sacrificios, iban a sufrir un gran castigo. Nadie le hizo caso, y entonces él, declarando que no se hacía responsable de la mala voluntad de esas cabezas tan duras, se fue a la ciudad de Cumana. Pocos días después llegaron los terribles «Hunos», bárbaros de Hungría, y destruyeron totalmente la ciudad de Astura, y mataron a casi todos sus habitantes.

En Cumana, el santo anunció que esa ciudad también iba a recibir castigos si la gente no se convertía. Al principio nadie le hacía caso, pero luego llegó un prófugo que había logrado huir de Astura y les dijo: «Nada de lo terrible que nos sucedió en mi ciudad habría sucedido si le hubiéramos hecho caso a los consejos de este santo. El quiso liberarnos, pero nosotros no quisimos dejarnos ayudar». Entonces las gentes se fueron a los templos a orar y se cerraron las cantinas, y empezaron a portarse mejor y a hacer pequeños sacrificios, y cuando ya los bárbaros estaban llegando, un tremendo terremoto los hizo salir huyendo. Y no entraron a destruir la ciudad.

En Faviana, una ciudad que quedaba junto al Danubio, había mucha carestía porque la nieve no dejaba llegar barcos con comestibles. San Severino amenazó con castigos del cielo a los que habían guardado alimentos en gran cantidad, si no los repartían. Ellos le hicieron caso y los repartieron. Entonces el santo, acompañado de mucho pueblo, se puso a orar y el hielo del río Danubio se derritió y llegaron barcos con provisiones.

Su discípulo preferido, Bonoso, sufría mucho de un mal de ojos. San Severino curaba milagrosamente a muchos enfermos, pero a su discípulo no lo quiso curar, porque le decía: «Enfermo puedes llegar a ser santo. Pero si estás muy sano te vas a perder.» Y por 40 años sufrió Bonoso su enfermedad, pero llegó a buen grado de santidad.

El santo iba repitiendo por todas partes aquella frase de la S. Biblia: «Para los que hacen el bien, habrá gloria, honor y paz. Pero para los que hacen el mal, la tristeza y castigos vendrán» (Romanos 2). Y anunciaba que no es cierto lo que se imaginan muchos pecadores: «He pecado y nada malo me ha pasado». Pues todo pecado trae castigos del cielo. Y esto detenía a muchos y les impedía seguir por el camino del vicio y del mal.

San Severino era muy inclinado por temperamento a vivir retirado rezando y por eso durante 30 años fue fundando monasterios, pero las inspiraciones del cielo le mandaban irse a las multitudes a predicar penitencia y conversión. Buscando pecadores para convertir recorría aquellas inmensas llanuras de Austria y Alemania, siempre descalzo, aunque estuviera andando sobre las más heladas nieves, sin comer nada jamás antes de que se ocultara el sol cada día; reuniendo multitudes para predicarles la penitencia y la necesidad de ayudar al pobre y sanando enfermos, despertando en sus oyentes una gran confianza en Dios y un serio temor a ofenderle; vistiendo siempre una túnica desgastada y vieja, pero venerado y respetado por cristianos y bárbaros, y por pobres y ricos, pues todos lo consideraban un verdadero santo.

Se encontró con Odoacro, un pequeño reyezuelo, y le dijo proféticamente: «Hoy te vistes simplemente con una piel sobre el hombro. Pronto repartirás entre los tuyos los lujos de la capital del mundo». Y así sucedió. Odoacro con sus Hérulos conquistó Roma, y por cariño a San Severino respetó el cristianismo y lo apoyó.

Cuando Odoacro desde Roma le mandó ofrecer toda clase de regalos y de honores, el santo lo único que le pidió fue que respetara la religión y que a un pobre hombre que habían desterrado injustamente, le concediera la gracia de poder volver a su patria y a su familia. Así se hizo.

Giboldo, rey de los bárbaros alamanos, pensaba destruir la ciudad de Batavia, San Severino le rogó por la ciudad y el rey bárbaro le perdonó por el extraordinario aprecio que le tenía a la santidad de este hombre.

En otra ciudad predicó la necesidad de hacer penitencia. La gente dijo que en vez de enseñarles a hacer penitencia les ayudara a comerciar con otras ciudades. El les respondió: «¿Para qué comerciar, si esta ciudad se va a convertir en un desierto a causa de la maldad de sus habitantes?». Y se alejó de la ciudad. Poco después llegaron los bárbaros y destruyeron la ciudad y mataron a mucha gente.

En Tulnman llegó una terrible plaga que destruía todos los cultivos. La gente acudió a San Severino, el cual les dijo: «El remedio es rezar, dar limosnas a los pobres y hacer penitencia». Toda la gente se fue al templo a rezar con él. Menos un hacendado que se quedó en su campo por pereza de ir a rezar. A los tres días la plaga se había ido de todas las demás fincas, menos de la finca del haciendo perezoso, el cual vio devorada por plagas toda su cosecha de ese año.

En Kuntzing, ciudad a las orillas del Danubio, este río hacía grandes destrozos en sus inundaciones, y le hacía mucho daño al templo católico que estaba construido a la orilla de las aguas. San Severino llegó, colocó una gran cruz en la puerta de la Iglesia y dijo al Danubio: «No te dejará mi Señor Jesucristo que pases del sitio donde está su santa cruz». El río obedeció siempre y ya nunca pasaron sus crecientes del lugar donde estaba la cruz puesta por el santo.

El 6 de enero del año 482, fiesta de la Epifanía, sintió que se iba a morir, llamó entonces a las autoridades civiles de la ciudad y les dijo: «Si quieren tener la bendición de Dios respeten mucho los derechos de los demás. Ayuden a los necesitados y esmérense por ayudar todo lo más posible a los monasterios y a los templos». Y entonando el salmo 150 se murió, el 8 de enero.

A los seis años fueron a sacar sus restos y lo encontraron incorrupto, como si estuviera recién enterrado. Al levantarle los párpados vieron que sus bellos ojos azules brillaban como si apenas estuviera dormido.

Sus restos han sido venerados por muchos siglos, en Nápoles.

En Austria todavía se conserva en uno de los conventos fundados por él, la celda donde el santo pasaba horas y horas rezando por la conversión de los pecadores y la paz del mundo.

Señor Jesús: que no nos suceda nunca ser castigados por la justicia Divina como aquellos pueblos que no quisieron escuchar la invitación de San Severino a convertirse. Recuérdanos la frase del libro santo: «Hoy si escucháis la voz de Dios no endurezcáis vuestro corazón» (Salmo 94). Que escuchemos siempre a los profetas que nos llaman a la conversión, y que dejando nuestra mala vida pasada, salvemos nuestra alma. Amén.

Comentario sobre la biografía del Santo-a, por el P. Jesús

San Severino, Predicador

¿Que no es la Iglesia Católica, la verdadera? ¡Mirad a sus santos! ¡Estudiad la vida de sus santos! Y veréis como sí que la Iglesia Católica, Apostólica y Romana es la verdadera. Es la que tiene profetas que vienen en nombre del Señor, como san Severino, predicador, que predicaba el arrepentimiento y se cumplían sus profecías, porque la mano de Dios agarra a los que le aman y ayuda a los que le temen. En los tiempos cuando la barbarie era tal, se precisaba del don de profecía y de consejo, porque esos infieles iban a conquistar tierras, matando y saqueando. Dios aprovecha los tiempos, y en cada tiempo da al mundo, en cada lugar, lo que necesita para salvar su vida y su alma, los que tienen fe.

Pedir dejar los vicios, pedir bautizarse al catolicismo y rezar, eso no es contrario a nuestra fe; por eso, a los que piden esto, hay que darles un voto de confianza más que crucificarles por su osadía de pedir un cambio de vida a los que dudan de la Verdad.

Creed que los profetas vienen de parte de Dios; creed y cumplid con la Santa Madre Iglesia Católica, Apostólica y Romana.

P. Jesús
© copyright

9 de Enero / San Adrián, Abad de Canterbury

Nació en África. Era abad de Nérida, cerca de Nápoles cuando el Papa San Vitalinano lo escogió por su ciencia y virtud para instruir a la nación inglesa de Canterbury, aún joven en la fe. San Adrián trató de declinar la elección recomendando a San Teodoro para el cargo, pero se mostró dispuesto a compartir los trabajos de la misión.

El Papa accedió a su petición y lo nombró asistente y consejero del nuevo Obispo. San Teodoro lo nombró abad del monasterio de San Pedro y San Pablo de Canterbury, donde nuestro santo enseñó el griego, el latín, la ciencia de los Padres, y sobre todo la virtud. San Adrián ilustró el país con su doctrina y el ejemplo de su vida, durante treinta y nueve años. Murió el 9 de enero del año 710.

Comentario sobre la biografía del Santo-a, por el P. Jesús

San Adrián, Abad de Canterbury

Enseñad la virtud, oh santos futuros, vosotros que decís ser católicos, enseñad y practicad la virtud, como hizo san Adrián, abad de Canterbury.

Y como san Adrián, por la humildad que tenía, podía enseñar y practicar la virtud, imitémosle hermanos en Cristo, el Dios Humilde que se hizo Hombre y todo lo hizo bien. Amén.

P. Jesús
© copyright

10 de Enero / Beata María Dolores Rodríguez Sopeña

Dolores Rodríguez Sopeña nace en Vélez Rubio (Almería), el 30 de diciembre de 1848, cuarta entre siete hermanos. Sus padres, Tomás Rodríguez Sopeña y Nicolasa Ortega Salomón, castellanos, se habían trasladado desde Madrid a esa localidad por motivos de trabajo. Don Tomás había terminado su carrera judicial demasiado joven, por lo que no podía ejercer y consigue un empleo como administrador de las fincas de los marqueses de Vélez.

Su infancia y adolescencia transcurren en distintos pueblos de las Alpujarras pues, cuando su padre empieza a ejercer como magistrado sufre a lo largo de su carrera diversos traslados. Con todo, ella define esta etapa de su vida como un «lago de tranquilidad». En 1866, su padre es nombrado Fiscal de la Audiencia de Almería. Dolores tiene 17 años. Allí empieza a frecuentar la sociedad, pero a ella no le llamaban la atención las fiestas ni la vida social; su interés es hacer bien a los demás. En Almería tiene sus primeras experiencias apostólicas: atiende, material y espiritualmente, a dos hermanas enfermas de tifus y a un leproso, todo ello a escondidas por miedo a que se lo prohibiesen sus padres. También visita a los pobres de las Conferencia de San Vicente de Paúl con su madre. Tres años más tarde, su padre es trasladado a la Audiencia de Puerto Rico, donde viaja con uno de sus hijos mientras el resto de la familia se instala en Madrid. En la capital Dolores ordena mejor su vida: elige un director espiritual y colabora enseñando la doctrina en la cárcel de mujeres, en el hospital de la Princesa y en las Escuelas Dominicales.

En 1872, la familia se reúne en Puerto Rico. Dolores tiene 23 años y permanecerá en América hasta los 28. Empieza su contacto con los Jesuítas. El P. Goicoechea fue su primer director espiritual. Allí funda la Asociación de Hijas de María y Escuelas para las personas de color donde se alfabetiza y enseña el catecismo.

En 1873, su padre es nombrado Fiscal de la Audiencia de Santiago de Cuba. Son tiempos difíciles, pues estalla un cisma religioso en la isla. Por este motivo, su acción se reduce a visitar a los enfermos del hospital militar. Pide la admisión en las Hermanas de la Caridad, pero no lo consigue por su falta de vista. A la edad de 8 años había sido operada de los ojos y esta dolencia la acompañará toda la vida.

Al terminar el cisma empieza a trabajar en los barrios marginales y funda lo que ella denomina «Centros de Instrucción», pues en ellos no sólo se enseñaba el catecismo sino cultura general e incluso se prestaba asistencia médica. Para esta obra consigue muchas colaboradoras y la establece en tres barrios distintos.

En Cuba muere su madre, su padre pide el retiro y vuelven a Madrid en 1877. En Madrid organiza su vida en tres frentes: el cuidado de la casa y de su padre, el apostolado, el mismo que hacía antes de dejar la Península, y su vida espiritual: elige director espiritual y empieza a hacer anualmente los Ejercicios Espirituales de san Ignacio. En 1883 muere su padre y se reavivan sus luchas vocacionales.

Por indicación de su director, el P. López Soldado sj, ingresa en el convento de las Salesas, pese a que nunca se había planteado una vida enteramente contemplativa. A los diez días deja el convento pues comprobó no ser su vocación. Al salir se dedica con más intensidad al apostolado.

Abre una «Casa Social» donde se tramitan los diversos asuntos que salen en sus visitas al hospital y a la cárcel. En una de sus visitas a una de las presas que acababa de quedar en libertad, conoce el Barrio de las Injurias. Corre el año 1885. Dolores tiene 36 años.

Al ver la situación moral, material y espiritual de la gente, empieza a visitar el barrio todas las semanas e invita a muchas de sus amigas. Ahí empezará la que luego se denominará «Obra de las Doctrinas», antecedente de sus «Centros Obreros».

A sugerencia del obispo de Madrid, D. Ciríaco Sancha, en 1892 funda una Asociación de Apostolado Seglar hoy denominado «Movimiento de Laicos Sopeña». Al año siguiente recibe la aprobación civil. La Obra se extiende en 8 barrios de la capital.

En 1896 empieza su actividad fuera de Madrid. Pese a la oposición de la Asociación, acepta fundar la Obra en Sevilla. Fruto de muchos malos entendidos, dimite como Presidenta en Madrid al año siguiente y se establece en Sevilla. En sólo cuatro años realiza 199 viajes por toda España para establecer y consolidar la Obra de las Doctrinas. A su vez, acompaña al P. Tarín, sj, en algunas misiones por Andalucía.

En el año 1900 participa en una peregrinación a Roma por el Año Santo. Hace un día de retiro en el sepulcro de San Pedro y allí recibe la confirmación de fundar un Instituto Religioso que diera continuidad a la Obra de las Doctrinas y que ayudara a sostener espiritualmente a la Asociación laical. El Card. Sancha, entonces ya arzobispo de Toledo, le propone fundar allí.

El 24 de septiembre de 1901, en Loyola, después de unos Ejercicios Espirituales realizados junto con 8 compañeras, se levanta acta de fundación del «Instituto de Damas Catequistas» (hoy «Instituto Catequista Dolores Sopeña»), aunque la fundación oficial fue el 31 de octubre en Toledo.

Una de sus grandes intuiciones fue fundar, al mismo tiempo, una Asociación civil, hoy llamada «Obra Social y Cultural Sopeña – OSCUS», que, en 1902, consigue el reconocimiento del gobierno. En 1905 recibe de la Santa Sede el Decretum laudis y, dos años más tarde, el 21 de noviembre de 1907, la aprobación de las Constituciones concedida directamente por S.S. Pío X.

Durante estos años, sus «Doctrinas» se fueron transformando en «Centros Obreros de Instrucción», pues a ellos asistían obreros fuertemente influenciados por el anticlericalismo y no podía pretenderse la enseñanza de la religión directamente. Esto también determina que las religiosas de este Instituto no lleven hábito y ni siquiera un signo religioso externo. Cambia sus medios y sus métodos para poder conseguir el fin: acercarse a los obreros «alejados de la Iglesia», que no habían podido recibir instrucción cultural, moral ni religiosa y unir a los «distanciados socialmente», entonces, «la clase obrera y del pueblo» con la «alta y acomodada». Esto lo resume en dos líneas de acción: dignificar al trabajador y crear fraternidad.

Detrás de su entrega al servicio de los demás está una fe profunda y auténtica, una rica espiritualidad. Su compromiso por la dignidad de la persona brota de su experiencia de un Dios Padre de todos, que nos ama con una ternura infinita y desea que vivamos como hijos y hermanos. De allí su gran deseo de «Hacer de todos una sola familia en Cristo Jesús.» Su gran unión con Dios le permite descubrirlo presente en todo y en todos, especialmente en los más necesitados de dignidad y afecto.

Salir al encuentro de cada persona en su situación, introducirse en los barrios marginales de la época, era inconcebible para una mujer a finales del siglo XIX. El secreto de su audacia es su fe, esa confianza sin límites, que ella reconoce como su mayor tesoro y que la hace sentirse instrumento en manos de Dios, instrumento al servicio de la fraternidad, del amor, de la misericordia, de la igualdad, de la dignidad, de la justicia, de la paz…

En pocos años, establece comunidades y Centros en las ciudades más industrializadas de entonces. En 1910 se celebra el primer Capítulo General y es reelegida Superiora General. En 1914 funda en Roma y en 1917 viajan las primeras Catequistas para abrir la primera casa en América, concretamente en Chile.

Al año siguiente, el 10 de enero de 1918, Dolores Sopeña muere en Madrid con fama de santidad.

El día 11 de julio de 1992, Juan Pablo II declara heroicas sus virtudes y el 23 de abril de 2002 se promulgó el Decreto de Aprobación del milagro que ha dado paso a su Beatificación.

Actualmente la Familia Sopeña, formada por las tres instituciones que dejó fundadas, es decir, el Instituto Catequistas Dolores Sopeña, el Movimiento de la Laicos Sopeña y la Obra Social y Cultural Sopeña, está presente en España, Italia, Argentina, Colombia, Cuba, Chile, Ecuador, México y República Dominicana.

Rasgos de su espiritualidad

La espiritualidad de Dolores Sopeña tiene cuatro rasgos especialmente relevantes: es una espiritualidad cristocéntrica, eucarística, mariana e ignaciana.

Su experiencia cristológica destaca en Jesús dos rasgos fundamentales: Jesús como Dios encarnado y Jesús redentor. Dios ha asumido la condición humana y sale al encuentro de cada persona en sus penas y alegrías, necesidades y búsquedas, ofreciéndole de manera gratuita su amor incondicional y su propia vida. Él es el centro de su vida y de su corazón.

Dialoga con Jesús a lo largo de toda la jornada, pero reconoce una presencia especial en la forma consagrada. Entre sus prácticas habituales sobresalen: las visitas al Santísimo, la Hora Santa, el Manifiesto diario. Llama al Jueves Santo el día del Instituto, porque ese día es la fiesta del Amor y en él se instituyó la Eucaristía. Ante el sagrario toma las grandes decisiones; ante él cada mañana al levantarse «arregla los asuntos del día», recibe consuelo, fortaleza, inspiración.

Su relación con Dios se expresa en una actitud filial llena de confianza.

Reconoce la presencia de la Virgen en su camino, en su corazón, en los grandes acontecimientos personales y del Instituto.

El contacto con la espiritualidad ignaciana desde muy joven, sea a través de sus directores espirituales como por la práctica anual de los Ejercicios Espirituales, dan a toda su espiritualidad y a la de la Familia Sopeña una impronta claramente ignaciana, en la que destaca:

Una fuerte espiritualidad apostólica. Toda su vida está animada por el deseo de recorrer el mundo entero para dar a conocer a Dios.

Una síntesis dialéctica entre acción y contemplación, alcanzando la gracia de ver a Dios presente en todo y en todos, especialmente en el rostro del hombre y la mujer del trabajo, necesitados de promoción y a quienes nadie les había hecho descubrir el rostro amable de Dios que los ama con infinita ternura.

Una búsqueda continúa de la voluntad de Dios. Y, una vez que la conocía, tenía un gran tesón, voluntad y capacidad de entrega y sacrificio para cumplirla, costase lo que costase.

Su vida es un «hacer constante», pero es un hacer de quien tiene viva la conciencia de ser un instrumento en manos de Dios. Esta experiencia desarrolla en ella una confianza tal que la hace ser muy audaz, capaz de allanar obstáculos y desarrollar un apostolado sumamente arriesgado para una mujer de su tiempo.

Comentario sobre la biografía del Santo-a, por el P. Jesús

Beata María Dolores Rodríguez Sopeña

La Beata María Dolores Rodríguez Sopeña, en su afán de servir a Dios Padre, se hace servidora de todas las personas que, necesitando a Dios, la hallan a élla y a su obra y compañeras, para que esta vida y en esta vida ya puedan sentirse hijos del Padre; porque Dios, es Padre de todos, de creyentes e infieles; Él da la vida a todos y es por lo tanto Padre y Dios de todos.

Enseñar al que no sabe es un acto de la más profunda caridad cristiana; y todos sabemos que se enseña más con el ejemplo que con las imposiciones de reglas que, sin fe, no tienen un porqué ni una causa y pueden hacer más mal que bien, si se obliga al que no tiene fe a practicar las obras de la misma; por eso el ejemplo, una vida de caridad cristiana, ayudan más a las almas a la fe que muchas prédicas a destiempo. Todo tiene su tiempo en este mundo, y hay que dar tiempo al tiempo. Quizás este hijo, este hermano, este padre que no tiene fe y no comprende que tú la tengas, más que imponerle la fe, dále obras de tu fe en tu caridad cristiana de aceptar que no está en el momento adecuado que puede entenderte; pero la vida es larga, y si tú no dejas tu fe, Dios, busca el momento siempre de dar su Amor a todos y a cada unos de los vivientes; por eso, te digo que llegará el día, la ocasión, la oportunidad que Dios pondrá a tu alcance para que puedas tú propagar tu fe en esas personas que tanto amas, pero ahora necesitan ver tu caridad cristiana, más que las santas normas expuestas para él-élla. Porque todos necesitan afecto, todos necesitan de la Caridad; ni uno hay que pueda vivir sin el amor de Dios que contigo va a él-ella; nadie puede aguantar una vida sin beber esa Agua Viva que tú tienes, que tú posees, por tu fe. Dios quiere que practiques tu fe con total Caridad, y dále tiempo a Dios, que Dios es Dios, y se las ingenia siempre para reconciliarse con el pecador, con este que no tiene tu fe y quiere además que pierdas la tuya, pero tú, oh hijo de Dios, manténte firme como fiel escudero de tu Señor Jesucristo, y llegará el día, después de servir años enteros en la humildad de tu caridad cristiana, que Dios te dará la alegría de compartir la misma fe con los que amas, porque todo y todos van a decepcionar a esa, esas personas que tanto amas, todos menos tú, ¡tú debes ser santo! ¡¡Por Dios!! No ves que Dios te necesita; tu Padre te necesita, necesita que aguantes con humildad toda humillación, porque otro día, esos que te humillan van a precisar de tu persona de fe, porque con tu caridad cristiana te has mantenido en pie.

Hijo amado del Padre, yo soy sacerdote y he visto a muchas almas negras volverse blancas como la espuma del mar, por la misma Gracia de Dios. Así que, por favor, no desesperes de los que amas; no tiene porqué ser hoy su reconciliación con el Amor, con Dios Espíritu Santo; puede ser cualquier otro día, hay vida; y mientras tanto, no te obsesiones tanto en ellos, dáles “espacio”, y que tengas algunas relaciones con ellos; no pueden ser de amistad, porque no pensais igual, pero pueden y deben ser de Caridad, pensando que por la Gracia de Dios, tú has llegado primero a la fe y debes mantenerla; ¡esa es tu misión!: mantenerte en la fe, para que cuando los que amas te necesiten, estés a su alcance, que puedan llamarte y verte y sanar su dolor con la sonrisa de los que tienen el amor de Dios. Tú la tienes, porque la sonrisa es la paz de una conciencia en el Bien de saber la Verdad y cumplirla con total humildad. ¡Gracias!

P. Jesús
© copyright