para tu santidad - 92. página

.-La esposa: Mi Madre María, Ella me guía. Me dejo guiar por Ella, porque dijo “Sí” a Dios, como nosotros dos, nos dijimos “Sí”, uno el otro, en las promesas dadas al contraer matrimonio ante Dios y con los mismos deseos en los dos. Como Ella, María, le dijimos “Sí” a Dios, ese día, al decirnos “Sí” el uno al otro, tú para ser mi esposo, yo para ser tu esposa, en santo matrimonio.

P. Jesús

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.-El esposo: Amada y bella, entre las flores, la más linda, la que me hace feliz un día, cada día, esa eres tú esposa mía.

P. Jesús

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.-La esposa: Confío en ti, como en mi misma, me fio de ti, como de mi misma; tienes mi voto de confianza en todo lo que hagas, porque tu ferviente deseo, oh esposo de mis sueños, es hacer en todo la voluntad de Dios, como yo.

P. Jesús

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.-El esposo: Tu risa, tu sonrisa, me fascina, bellísima esposa que me das la miel de tu boca.

P. Jesús

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.-La esposa: Cuando llegas cansado del agotador trabajo para alimentar a la familia, soy tan feliz, oh esposo mío, de que hayas regresado, que me río, sonrío porque Dios te ha devuelto sano y salvo a mi lado.

P. Jesús

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.-El esposo: Cuando estoy trabajando, a veces me acuerdo de ti, linda esposa, de cuando eras joven y ¡tan hermosa! Y lo bella que eres hoy, después de tantos años, porque tu sonrisa me espera como antaño. No me gritas ni me humillas, sino que me escuchas y comprendes que todo lo que no salió bien, no fue por mi falta de interés, sino porque la vida es luchar, se gane o se pierda, y mi lucha está siempre para traer el pan a la mesa. Tu confianza, amada esposa anciana, es la que me ha llevado hasta hoy a darte todo mi corazón, por aceptar el pan que había cada día.

P. Jesús

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.-La esposa: El pan que has traído a casa, con el sudor de tu frente, que no te has gastado con amigos, y lo has entregado para el sustento de tus hijos, prefiriendo mi compañía, cada día, me hacen decirte hoy, que eres el hombre perfecto; no comimos manjares selectos, pero el pan fue sano y justo, y alimentó nuestros cuerpos, y con él crecieron nuestros mutuos sentimientos, los que tú me declaraste cuando te casaste, y yo acepté libremente, también darte.

P. Jesús

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.-El esposo:  La fidelidad tuya fue demostrada, es demostrada, y me agrada, me siento un esposo fuerte ante mis compañeros, porque puedo vivir tranquilo, tú eres fiel y me haces mejor por saber que tu amor no perderé, oh esposa linda y hermosa.

P. Jesús

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.-La esposa: Tus palabras de amor, tus besos, el entregarme todo tu corazón, tus cuidados, que algunas amigas dijeron que eras machista, siendo un hombre bueno que me protegía, me hicieron quererte cada día más y mejor, y aunque quisieron matar este amor que te tenía, con burlas e injusticias, preferí quedarme sola contigo, a tener en casa a personas que no te respetaran, que abusaran de tu confianza y pusieran en mi corazón cizaña. ¡No las oí! porque en mi corazón, tus palabras y besos, tus caricias y los deleites del sexo, me tenían y me tienen encendida de amor por quien me ha entregado el corazón, sellando nuestro compromiso eterno con el santo sacramento del matrimonio. ¡Te amo, esposo amado!

P. Jesús

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.-El esposo: A mí tampoco me hechizaron los comentarios por “dejarte olvidada en casa, como si fueras un mueble”, sino que recé por la mala suerte que deben tener los que aconsejan que un matrimonio se rompa, y me encomendé a San José, que pasó a ser mi amigo fiel, desde que dejé de escuchar comentarios para separarnos, siendo tú la esposa que decidí que fueras, mía para siempre. Ellos hablaban de mujeres, de cambiar de cama; yo me encomendé al casto San José para serte siempre fiel, porque como él, quiero vivir con la mujer mejor, y tú eres, oh esposa mía, una fiel hija de Santa María.

P. Jesús

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