Domingo, 12 de diciembre de 2.010
A ti, que eres envidioso:
Hijo, hija, te han enseñado a vivir en tanta comunidad, que has pensado que lo tuyo y lo de los demás es tuyo, y no es así. Cada uno tiene sus cosas, tanto económicas, como físicas, como espirituales. Sois diferentes unos de otros, así lo quiere Dios, porque entre todos formáis el Cuerpo místico de Cristo. Pero si empiezas con envidias, ay, ay, ay… esto acabará mal. Vas a caer en un gran desconsuelo, porque no todo lo puedes tener, ni todo lo necesitas, aunque crees que sí, aunque crees que si tú lo tuvieras, eso y aquello, y lo demás, piensas que lo sabrías valorar y disfrutarías más de ello que los que lo tienen. Y déjame decirte que no es cierto, porque, ahora mismo, teniendo cosas que tienes, no las valoras y no las utilizas, ni las disfrutas, pensando obsesivamente en lo que tienen otros, y que enciende en ti tu envidia.
Tu envidia te va a matar, sí, porque piensas que no puedes vivir así, sin tener lo que deseas de otros, y esto pone en tu corazón esa envidia que te carcome, que no te deja disfrutar de todo lo que tienes.
¡No te quejes!
Uno de los síntomas para conocer a un envidioso, es que es chismoso, es que se queja. Si haces tú esto, hijo-a, deja de hacerlo; recapacita y vive una vida disfrutando de lo que tienes y rezando por conservarlo, y pidiendo a Dios te dé lo que deseas; y mientras no te lo conceda, es que no es bueno para ti que lo poseas, porque Dios no fastidia a nadie. Dios te Ama y sabe lo que te conviene; si no te lo da, viviendo tú en gracia de Dios y pidiéndoselo con devoción y confianza, es que no es tu momento de poseer eso, que quizás Dios te lo dará más adelante, pero ahora entorpecería tu camino de santidad, y esto es lo interesante. Eso es lo que necesitas.
Hijo, hija, no tengas envidia, porque además te diré, que por desgracia, puede ser que haya otros que te envidian a ti. ¡Lo sé!
Aprende a querer lo que tienes y cuídalo bien. La semana que viene hablaré de ello.
Te quiero, tengas lo que tengas y seas quien seas. Te quiero, como sacerdote que te valora y pide a Dios Padre que tú te valores también. Amén.
Te deseo una Feliz Navidad, y no envidies más.
Con afecto sincero.
P. Jesús
© copyright