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112 Carta /A ti, que dices que eres culpable

Domingo, 5 de mayo de 2.013

A ti, que dices que eres culpable:

¿Culpable de qué?…

Me has escrito y me dices:

Padre, muy buenos días. Soy una madre que se quedo sin su hijo, sin tener a quien abrazarlo, se fue al lado del Señor, y esto ya hace mas de 2 años. Hasta el día de hoy lo extraño y lo lloro; no encuentro esta paz porque siento que por mi culpa partió. Padre, lo que le pido, es que por favor, pida por mí, y que me dé sosiego para este enorme dolor. Gracias.

Hija buena en tus oraciones, ven y deja que este sacerdote llene tu corazón con palabras de misericordia, perdón y fe. Primero y ante todo, quiero que sepas que la muerte natural la decide Dios, y no tú, ni nadie. Los disgustos que los padres dan a los hijos y que los hijos dan a los padres, no matan ¡jamás!, aunque puedan crear mucho dolor, y lo creen de hecho, porque tantos corazones sufren por las palabras y obras de los padres o de los hijos; y ¿qué hacer?, poner la esperanza y la confianza en Dios; se reza poco, poco y mal, y además, el egoísmo está tan arraigado en el mundo, que muchos se creen que, rezando, todo se consigue, sí o sí; y hay cosas que sí y otras que no, y la fe no va de conseguirlo todo, sino de pedirlo todo y aceptar la voluntad de Dios, Y eso es lo que quiero que tú, hija mía, hija buena, hagas; que aceptes la voluntad de Dios. Él sabe por qué permitió la partida de tu hijo, al que amas y necesitas abrazar. Esto lo comprendo, sí hija de Dios, lo comprendo, y por comprenderlo, te digo que Dios tendrá y tiene misericordia de ti, que si te confiesas de tus pecados y faltas, Dios no tendrá en cuenta nada malo de lo que hiciste, y que si te acoges a la indulgencia plenaria, puedes, podrás privarte de las penas del Purgatorio. Dios te Ama, hija, ¡qué sí!; no me lleves la contraria en esto, y no me digas lo mala que eres y has sido. Te digo yo, ¿para qué y quién crees que sufrió tanto Jesús, Dios?… ¿a ver si lo adivinas?… ¡Eso es!, ¡por ti!, ¡que sí!. Anda, seca estas lagrimotas, porque mira que lloras, ¡eh!… Sé que tienes penas y que estás arrepentida de tantas cosas, lo sé, soy sacerdote y conozco bien a las almas, por eso sé que es bueno que vayas a ayudar a los niños enfermos de algún hospital y les des a ellos, con tus cuidados, ese cariño que no puedes dar a tu hijo. Que sí, que sí que te querrán, ¡claro que sí! Pero no vayas contando tus pecados a nadie, sólo a Dios y ¡ya vale!, porque lo que vale es que Él, Dios, los sepa, y los sabe; pero si se los cuentas en confesión, entonces recibirás su perdón. ¡Claro que sí, que te perdonará!, ¡que sí, te digo! Debes hacerme caso, porque soy sacerdote y conozco bien cómo es Dios, ¡es Amor!

Así que ya sabes, a confesarte y a dar a otros niños lo que tienes por dar a tu hijo.

Dios te Ama y te perdona.

Sé que estás bien, ahora estás bien, después de leerme. ¡Claro!, te he escrito a ti, te conozco bien.

Te remito a la Virgen María. Hazme caso, ¡no protestes!, y ve a María, aprende a rezar el Santo Rosario, y rézale. (…Qué hija más protestona le ha salido a Dios). Tú, sé católica. ¡Vamos, vamos para el confesonario!

Con afecto sincero.

P. Jesús

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Para quien quiera contestar a la carta, CLICAR AQUÍ, aunque el P. Jesús no podrá responder a cada uno, sí que pedirá a Dios Padre, en nombre de Jesús por esta persona y sus intenciones. EXPLICACIÓN.