Domingo, 10 de julio de 2.011
A ti, que tienes el propósito de hacer mal por mal:
¡Ya no puedes más!, te dices que estás cansado-a de tantas injusticias, y que van a saber de ti, que se acordarán de ti toda su vida, que… ¡ya basta!
Hijo, hija, ven a mis brazos. Estás cansado de tanta maldad, de tantas injusticias recibidas… Te comprendo. Déjame secar tus lágrimas de dolor.
Van diciendo por ahí todas tus imperfecciones, multiplicadas por su falta de respeto, de afecto, de caridad.
Hoy mi carta es para consolarte, no voy a exigirte nada, no voy a presentarte ningún argumento para que prosperes en virtudes, porque el lugar para las virtudes, para arraigar virtudes en ti, es dentro de tu corazón, y hoy lo tienes atribulado de dolor, del dolor que te han dado los que amas y no te aman NADA.
Lo sé.
Como también sé que has intentado darles, ¡tantas veces!, tu amor, tu cariño, tu respeto, y te han hecho salir siempre de “tus casillas”, queriendo dirigir tu vida, y no precisamente por el buen camino.
Es tiempo de mi abrazo, que te doy el consuelo de parte de Dios, porque como sacerdote que soy, le sirvo siempre a Él, a Dios, a Mi Dios, que es el tuyo y va a seguir siéndolo.
¡No desees más morir! ¡Vive!
Es preferible que dejes a los que hoy, ahora, no te quieren como deberían quererte, ¡vete!, y vive. Siempre podrás volver mientras vivas. Dales tiempo; date tiempo de ver como el tiempo les enseña lo que es realmente la vida sin amor, sin tenerte a su lado, porque sabían, tenían la certeza de que los amabas, por eso, sabiendo de tu amor, abusaban de tus sentimientos faltándote al respeto.
¡Ya basta!
Dales espacio y tiempo, en nombre del amor con que los amas.
Déjalos que vivan sin ti una temporada.
Y tú, vive para Dios, con Dios, en Dios, y Dios te dará personas que te aman, aunque no sean de tu misma sangre.
Jesús, judío, fue amado por judíos y es amado por millones de gentiles. ¿Comprendes? Sí, sé que lo entiendes. Amén.
Busca la paz en la nueva vida que Dios te propone; en alejarte de las ocasiones de pecar, porque el mal que recibes, casi de continuo, te hace débil, por tu necesidad de afecto de los que mal proceden contigo, y las tentaciones te persiguen, y tus deseos de virtud se ven invadidos por la maldad de los que no saben lo que hacen. Te comprendo.
Busca tu lugar en el mundo, con otra gente, y aunque al principio tengas que estar solo-a mientras no encuentres personas que hagan el bien sin mirar a quien, ¡que hay!, no tantas como Dios quisiera, pero hay, tú eres una de estas.
Déjame besarte en la frente, para que pase tu tormenta. Recibe de este sacerdote de Dios palabras de aliento: tú eres bueno-a.
Gracias por serlo.
Te quiero, y mucho es mi cariño por ti, hijo del Dios verdadero, del que sufrió porque todos lo mataron, ni uno lo protegió, pero, habiendo muerto Jesús, Él, Dios, te protege a ti, ahora y siempre; confía en quien dio su vida por ti. ¡Amor!
Con afecto sincero.
P. Jesús
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