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Hijos

15 Carta / A ti, que tus padres discuten y se enfadan

Domingo, 19 de septiembre de 2.010

A ti, que tus padres discuten y se enfadan:

Hijo, hija, tenles paciencia, reza mucho por ellos, y quédate neutral ante sus riñas; y si te dicen, los dos, o uno a uno, cuál crees que tiene razón, diles y díselo por Dios, aunque tengas ya hecho en tu mente y corazón tu criterio propio, pero diles por Dios y no por ti, ni por ellos, que tú amas a los dos, que necesitas de ambos y que no puedes decir lo que piensas sino lo que sientes, y es amor por cada uno de los dos.

En el fondo ellos quieren que los unas, ellos quieren que hables bien de los dos, necesitan que los unas porque la vida los está separando y sólo tú puedes recordarles que ambos te crearon junto al permiso de Dios, que les concedió este hijo, esta hija que eres tú.

Los hijos deben callar si los padres hablan, y quizás su amargura es muy grande cuando realmente ellos, o uno de los dos, hace y dice cosas graves que daña al otro. Piensa más en ellos que en ti mismo-a, piensa que ellos, por el matrimonio, se comprometieron uno al otro, o por algún momento, siendo pareja, si no están casados por el civil, piensa que en algún momento decidieron tenerte, quizás antes o quizás después de concebirte, pero hubo un momento en que ambos estuvieron de acuerdo en ser tus padres, lo aceptaron, tanto si vivían juntos como si no, ellos llegaron a un acuerdo; si ahora han cambiado, no tiene nada que ver contigo, sólo con ellos dos, por eso no puedes ponerte a favor y en contra de ninguno de los dos, a menos que no haya violencia física o maltrato psicológico; luego es distinto, no es lo mismo, pero si sólo es que discuten y se han acostumbrado a criticarse, sea a escondidas uno del otro, o sea en pleno rostro, no te metas, no te entrometas, y reza por ellos; y la Virgen María, que fue esposa, intercederá por la unión de los dos. Y aunque lo crees saber todo, porque te lo cuentan ambos, o uno de los dos,  no lo sabes todo, y, por no saberlo, es mejor hacer lo que Jesús, Dios, hizo: lavar los pies de sus apóstoles; tú lava los pies de tus padres, sírvelos, y si sois más hermanos, uníos en el servicio, y, con vuestro ejemplo, enseñadles lo que es el amor verdadero. Pon paz, ¡puedes! Por lo menos callando. Tampoco vayas a hacerles ninguna corrección fraternal a ninguno de los dos, son tus padres. Tú reza y confía en la eficacia de la oración. Y si uno de los dos tiene penas y dolor, lo escuchas, ¡eso siempre!, y con respeto, porque a veces los padres necesitan desahogarse y es mejor que lo hagan contigo y no con los amigos y no con el psiquiatra. Cuando ocurra esto, que te hablen los dos o uno de los dos, escucha siempre, con mucha caridad, y responde así: “me duele que os lo paséis mal, que te lo pases mal, porque los dos tenéis cosas muy buenas y os quiero con todo mi corazón; no quiero veros sufrir, deseo que haya paz y que arregléis las cosas con buena voluntad”. Aquí seguro que te dirán que es imposible, y etc. Así que les sigues diciendo: “Comprendo que es muy difícil la convivencia y que es muy duro aceptar lo bueno y lo malo del otro, pero… por favor, me gustaría que mañana volvieses a comentármelo, habré pensado y rezado por todos y podré tener una idea mejor de la situación”. Y llegado el mañana, otra vez, con infinita paciencia los escuchas o le escuchas; si hace falta, abrazas y lloras y besas, pero repite siempre que no estás preparado-a para dar una decisión, que necesitas más tiempo, que quieres pensar más y orar más, para poder ayudarlos mejor”. Y con tu postura y el tono pacífico y triste de tu voz, pide el respeto para ese tiempo tuyo, que necesitan ellos para reconciliarse; y Dios para ayudar a los dos, a toda la familia que tiene que ser, debe de ser, iglesia doméstica. Y reza y que te vean rezando, no escondas que estás preocupado-a, pero que sepan también que confías en los dos, en la oración y en Dios.

Y mientras y siempre, los valoras, valora lo que hacen, valora lo que dicen, por lo menos con el respeto debido y la educación correspondiente de  un buen hijo-a de escucharles con atención, de estar pendiente de lo que dicen y así se sabrán respetados y amados, ya estén los dos juntos o uno solo. Y esto sirve tanto por si eres joven o eres ya adulto, o incluso estás casado y no vives ni con ellos.

La próxima semana os escribiré contándoos como debéis actuar los hijos con los padres, a ambos igual, a menos que no haya maltrato físico o psicológico, porque cuando hay maltrato, es que el maltratador no está bien. De este tema también os escribiré en la otra semana, porque las personas sufren mucho y, aunque sufran, no a todo hay que decir amén y sufrirlo, también es de buen cristiano ayudar al que es malo-a. Y los hijos pueden hacer tanto por sus padres, pueden ayudarlos a salvarse, aunque sus padres estén separados o divorciados. Todo esto os lo iré enseñando para que, sintiéndoos útiles ayudando a vuestros padres, seáis servidores de Dios, que como Jesús, sirvió a malos y a buenos.

Pero lo importante es que sepáis que sois hijos por voluntad de Dios, y por el don que Dios os ha otorgado al ser hijos, podéis y debéis ayudar a vuestros padres. Podéis hacerlo, yo os enseñaré, porque muchos padres se han confesado conmigo y me han hablado de ello, y lo sé. 

Vosotros, para vuestros padres, sois sus hijos, lo digan o no lo digan, pero sois sus hijos, por serlo. También hablaré de esos hijos a los que les falta el amor de un padre o de los dos. Os ayudaré, hijos, para que vosotros ayudéis a los padres, y vuestro hogar sea una iglesia doméstica, con paz al principio, y luego luz y amor, y este amor lleve a una convivencia directa con Dios, Uno y Trino, y la vida familiar sea maravillosa; y aunque fuera del hogar no haya paz, la tengáis por lo menos en la familia, y sobre todo en uno mismo, en sí mismo. Os iré enseñando todo lo que sé, para que veáis que vale la pena vivir y casarse como Dios manda, porque el matrimonio, si es canónico, es fuente de alegrías, tanto físicas, como espirituales, sociales e íntimas. ¡Viva la familia!

Y recordad esto: no hay nadie más persistente que Jesús, que Dios, y aunque tus padres, o uno de ellos, sea muy tozudo, Dios, por tu oración y ejemplo, puede, CON EL TIEMPO, hacer de tu hogar, del matrimonio de tus padres, un fiel reflejo del amor de San José y Santa María, porque el amor no vive precisamente en el sexo, y aunque es natural que tus padres lo tengan, te diré que no hubo matrimonio más feliz en la tierra que los Santos José y María, que vivían ambos por y para agradar y ayudar a Dios. Os enseñaré y aprenderéis y os gozaréis en la felicidad de unos padres que os quieran sea cual fuere la situación que entre ambos tengan, porque hay algunos que ya han formado otra familia, incluso ante Dios, porque hay mucho matrimonio hecho a las prisas y corriendo, y se casan muchos sin saber lo que es el verdadero matrimonio hecho por amor, amor verdadero, recibiendo el santo sacramento.

Que tengáis una semana con alegría, la alegría de la esperanza. Hoy falta esperanza; de esto también os escribiré otro día; tengo tantas cosas por contaros, oh hijos amados, quiero que sepáis, porque, sabiendo, podréis decidir, y sé que siendo buenos, decidiréis lo mejor, y lo mejor es vivir la fe, hacer obras de la misma por Dios, con caridad.

Te quiero mucho hijo-a.

Con afecto sincero.

P. Jesús

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Para quien quiera contestar a la carta, CLICAR AQUÍ, aunque el P. Jesús no podrá responder a cada uno, sí que pedirá a Dios Padre, en nombre de Jesús por esta persona y sus intenciones. EXPLICACIÓN.

16 Carta / A ti, que eres hijo-a

Domingo, 26 de septiembre de 2.010

A ti, que eres hijo-a:

Bendito seas por saberte hijo de Dios y de dos personas que te dieron la vida, sabiendo que la Virgen María es también tu madre, de hecho y de derecho; por tu fe es de hecho, y por ser tú hijo-a de Dios, es de derecho, como el que tienes de heredar el Cielo Eterno. Y aunque los padres son muy importantes para ti y en tu vida, tú eres mucho más importante para Dios, y Dios tiene que ser mucho más importante para ti que tus propios padres; sabiéndolo, los tratarás aún mejor, porque sabiéndote hijo de Dios, esto te da la libertad de poder ser bueno, y todo hijo-a bueno-a de Dios, hace el bien sin mirar a quien, y mucho más a sus padres. Tú, por el hecho de ser merecedor-a del Reino de Dios, debes de ganártelo con la caridad con que sirves a los demás, y entre estos demás, están tus padres también.

Llegará un momento en tu vida, si es que no ha llegado ya, que al ser una persona adulta ante Dios y ante tus padres, eres un igual en responsabilidades, y deberás ser responsable de ayudarles a tener o a aumentar su fe, ayudarles a que Dios los salve, y en todas las cosas en que buenamente puedas, porque por ellos, por tus padres, has llegado a este mundo y has recibido su cariño y afecto, y de muchos la fe y el bautismo. También para estos padres adoptivos, para ellos ¡todo tu cariño y respeto!, que son como otros San José, que te han cuidado, alimentado y enseñado.

Sobre todo hijo-a, sé bueno siempre con todos, y en estos “todos” están tus padres, también.

Si fueras hijo-a de un violador o un mal padre o una mala madre, o los dos fueran malas personas, reza por ellos pero no tengas contacto con quien está en el mal, en el mal continuo de hacer daño y dañar. Hay padres drogadictos, prostitutas, abortistas, que han practicado la eutanasia con sus propios padres, que viven del placer de la lujuria, que un día se emborrachan y el otro también, que roban, que maldicen, que mienten y engañan, que blasfeman, que son adúlteros, pederastas, homosexuales, amadores del dinero y gastan su salud y su vida en inmoralidades, y quieren que seas como ellos son (o uno de los dos es), si viven juntos, no vayas a verlos, y menos si tienes hijos, porque no es bueno codearse con los malos. Sé que posiblemente te van a sonar duras mis palabras, pero entre tus padres y tú, debes ocuparte de no pecar, de no ensuciarte, de no caerte, de mantenerte firme para que ellos, viéndote firme en la fe y en las buenas costumbres de la moral cristiana, aprendan de ti, sí, he dicho de ti. Puedes y debes ayudarles con tus oraciones sobre todo, y si necesitan ayuda económica, ¡no te olvides de ellos!

Hay hijos que tienen 25 años y aun piensan que sus padres les deben dar todo, y no es así. Hay hijos que echan en cara a sus padres lo que sus padres hicieron con ellos a los 23 años, a los 25 años, y siendo de la misma edad ahora los hijos, siguen exigiendo a los padres. Cuando sus padres tenían su edad quizás sus padres tampoco estuvieron a la altura de lo que ahora les exigen, esto no está bien. Hay hijos que para recibir ayuda de sus padres hasta los 33 y más, la exigen, y en cambio también exigen su libertad para obrar a su libre albedrío y a veces, demasiadas, no es para hacer el bien, sino que quieren practicar el egoísmo de los bebés, de hacer lo que sienten y ser el rey de la casa y además que aplaudan su “gracias”.

Hijo-a, desde el momento que puedes razonar, pongamos a los 7 años, ya eres responsable de tus pecados y por lo tanto de tu vida. Quizás la sociedad, por el estudio, y debido a que a muchos hijos sus padres les ayudan económicamente hasta muy entrada la edad adulta, no es excusa esta ayuda para que uno se comporte como un bebé de meses y quiera, exija y pida lo que no es deber de los padres, porque el deber de los padres es dar la vida, lo demás si uno nace en tiempos de guerra, de crisis económicas, o reveses que da la vida, puede la familia recibir ayuda del estado o de otros familiares, pero la vida, la responsabilidad de la vida, es de los padres; así que hijo, da gracias a tus padres por haberte dado la vida responsablemente, por haberte enseñado a vivir y sobre todo por haberte bautizado y dado la fe, porque con fe, sabes que Dios es tu Padre, y que pidiéndole lo que quieras, en nombre de Jesús, lo vas a recibir de Dios, sea a través de tus padres, de tu trabajo, del estado, de unos amigos… Dios utiliza de todos para cumplir tus oraciones. ¡Confía en Dios!, reza, colabora con tu petición y espera, y  mientras esperas, vive una vida de oración y trabajo.

La próxima semana os hablaré de las bendiciones del trabajo. Ahora sigo con los hijos y prosigo con el trato que deben dar a sus padres.

Trata a tus padres como quisieras que tus hijos te trataran a ti, y sin duda se cumplirá este deseo, serás amado por tus hijos en la medida que tú ames a tus padres, aunque hay excepciones.

Os quiero avisar de un peligro, sí, el de que te vendas por dinero a uno de tus padres, eso suele ocurrir con los padres que están separados o divorciados; quizás algunos de pequeños han vivido con su madre, que los ha atendido, aguantando el dolor de una separación matrimonial y posiblemente con maltrato psicológico o/y físico, pero pasados los años y llegada tu edad adulta te dejes comprar por el dinero del padre o la madre, del que lo tenga y te lo muestre para que, dejando al padre fiel en tu niñez, te vayas de su presencia y te unas al otro por dinero; y el otro, además, te hablará mal del que te cuidó de pequeño, y como nadie es perfecto, y como las penas eran muy grandes, posiblemente en algunas cosas tenga razón, aunque habrá exagerado, y tú para tener la conciencia limpia de tu traición, aceptarás la historia nueva que te “venderán” del padre o madre que te cuidó tan bien como pudo y supo. ¡No caigas en la maldad de venderte por dinero!, y si has caído en ello, rectifica y no dejes al padre o madre bueno que se ocupó de ti cuando lo necesitabas. Ocurre muchas veces, que el dinero hace perder la memoria; no seas tú olvidadizo y recuerda quién estuvo a tu lado en las malas, aunque posiblemente el otro padre te diga que está arrepentido, que su cónyuge te “secuestró”, que lo perdones, pero si para reconciliarte con él, y no digo perdonar, porque perdonar siempre hay que hacerlo, pero para reconciliarte, antes procura ser fiel a quien fue fiel contigo, a pesar de sus fallos e imperfecciones y errores, pero la fe se ve con la fidelidad. No hagas daño al padre que te cuidó, aunque creas que pudo haber hecho más, o que no lo hizo bien, sé fiel y no te dejes comprar, y mucho menos, escuches hablar mal de tu madre o de tu padre, del que no se separó de ti. Aunque duela despreciar dinero, dinero que te vendría tan bien ahora que estás emancipado, o estás casada, pero que es dinero de un judas, de uno que abandonó las promesas matrimoniales. No caigas en la tentación, porque vas a pagar muy caro la traición al padre que te cuidó de pequeño, de niño y de joven. Nadie puede saber lo que sufre un padre traicionado por un hijo malvado que, por dinero, se vende “al mejor postor”, y Dios hace justicia, siempre en vida, de casos así, porque la vida es sagrada, y el padre que cuidó la vida, éste, a los ojos de Dios es bendito por siempre, y aunque el otro se arrepienta y se confiese y Dios lo perdona, jamás deja Dios de lado al padre que, siendo bueno siempre, se ocupó del hijo, de los hijos. Y si no lo creéis, mirad la vida, observad a vuestro prójimo y que os relaten historias de vidas en las que un padre abandonó al hijo de pequeño y el otro no, y aunque el hijo, de adulto, se vendiera por dinero, pasado el tiempo de dolor, el padre o madre apartado, será lleno de bendiciones del Señor, si siempre se ha portado bien; y el hijo judas, pagará con dolor su traición; y el padre malvado, que abandonó a su prole, aunque ahora diga que está arrepentido, si no ha ido a confesarse, es un arrepentimiento de boquilla, porque uno sólo se arrepiente de verdad, cuando da a Dios lo que es de Dios, y si no es así, no le irán bien las cosas, al final la separación entre este hijo y su padre acontecerá, porque las conciencias son los fiscales más estrictos que jamás hallará reo alguno.

Ama a tus padres, hijo-a, ámalos por amar a Dios sobre todas las cosas; ten compasión de ellos y ayúdalos a salvarse, a vivir una vida sana. No pongas cargas innecesarias en sus espaldas, sino que tengan una vida ligera llena de tus alegrías, esas que debes darles, por vivir tu vida de fe.

Si tu padre queda viudo, si tu madre queda viuda, no la separes de sus recuerdos, aunque sufra, ¡es normal y natural que sufra la pérdida de su cónyuge! No quieras quitarle penas apartándolo-a de su casa, de sus recuerdos, deja que la vida pase y pasa la vida siempre. Si necesita ayuda, dásela siempre, y si necesita cuidados, ténlo presente, porque es natural que le ayudes, como a ti tendrán que ayudarte otros.

Si tus padres se hacen mayores y necesitan de tus cuidados, procura atenderlos, lo mismo que a tus suegros, si los tuvieres, y rezad unos por otros e ingeniároslo para vivir ayudándoos, porque nadie ha vivido ni vivirá más de 120 años, así que tú, tarde o temprano vas a vivir unas condiciones parecidas, si no peores. Con buena voluntad, hay soluciones, y todos tienen que cooperar, aunque si hay padres ancianos que no son buenos, no se merecen entrar en vuestro hogar, porque hay gente mayor que es muy mala; os lo digo en serio, hay muchos pederastas que son ancianos, muchos mal hablados y que quieren mirar en la televisión indecencias que no puede permitirse ver en un hogar cristiano. Si no puede haber buena conducta en tu casa, y más teniendo tú hijos o cónyuge, entonces busca un lugar social para ellos, para personas de la tercera edad.

Todo árbol bueno da buen fruto. Mirar el fruto, y por el fruto, conoceréis el árbol.

Tú vives para ser santo, para ser santa, ¡entérate! Y debes de apartar todo lo que pueda llevarte a pecar. Debes procurar salvarte, y en ello, ocupándote de ello, seguro que ayudas a muchos a salvarse, por tu ejemplo.

Hijo-s, no estés triste si crees que no has sido amado por ninguno de tus padres, o sólo por uno, porque aunque fuera cierto el que no te amaron, tú vives porque Dios lo permitió, y tus padres fueron el conducto natural por el que llegaste al mundo; ¡acéptalo!, y da gracias a Dios por poder amar tú a otros. Aunque tus padres no te aman ni te amaron, tú, por ser humano, y el ser humano si quiere puede amar, y tú quieres, pues ¡ama!, porque el amor no es de herencia humana, sino que es la herencia de Dios, que Dios es Amor.

Y, Dios te ama.

Con afecto sincero.

P. Jesús

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