Domingo, 17 de febrero de 2.013
A ti, que vas a casarte por la Iglesia: Amigo, la semana pasada te comenté que te hablaría, esta semana, de cómo debes tratar a la que será tu esposa ante Dios. Y pon atención porque estoy dispuesto, a punto, ¡ahora empiezo!: La que será tu esposa, esta Eva, que tú siendo otro Adán, Dios bendecirá en los dos esta unión familiar, dejando la soledad para uniros en lo que es una familia, porque es más que una entrega de uno al otro, además de esto, de esta entrega de uno al otro, pues, como te digo, amigo, además formáis una familia. Es como si uno fuera la piedra y el otro el cemento, y unidos y juntos, viviendo en Gracia de Dios, vais a construir este mundo dentro del mundo que se llama FAMILIA. Una familia es algo maravilloso, porque es, por el goce del amor, que se forma la gozosa familia: padres e hijos, hermanos y esposos. Dice el diccionario sobre la palabra familia, lo siguiente: Diccionario de la lengua española © 2005 Espasa-Calpe: familia
Dice el diccionario, como segunda definición sobre la palabra familia: Descendencia, prole. Así que vemos que para que haya una familia, tiene que haber descendencia y prole. Porque dice la primera definición, que la familia es un grupo de personas, y un grupo son más que dos, porque dos son un par o una pareja, pero no son familia; para que dos que contraen matrimonio sean familia, tienen que tener hijos, sinó no son familia, son pareja, son matrimonio, son hombre y mujer casados, pero familia, la familia se hace con el tiempo, después de contraer matrimonio, y si Dios permite el nacimiento de los hijos. Porque hay matrimonios que no pueden tener hijos, y por esto no tienen familia, aunque sí que son matrimonio, pero una familia es un grupo. Si adoptan hijos entonces forman un grupo y son familia, por adoptar a hijos, por decidir libremente tener hijos, de los dos por la voluntad mutua de hacer familia, de tener prole: hijos. Esposo, tú que serás esposo, desde el día de la boda y por lo tanto libremente te atarás para siempre y en fidelidad a tu esposa, que libremente has elegido entre todas las demás, y ella, también te eligió entre todos los demás, entonces, unidos edificaréis el hogar, esa construcción que necesita de los dos para mantenerse en pie, y la voluntad firme tiene mucho que ver, como tiene que ver también la comprensión mutua y la ayuda que uno al otro tendrá que dar para mantener la edificación del hogar, este hogar que libremente, en el día de la boda, dais promesa, uno al otro, de quereros para siempre, de amaros hasta que la muerte os separe. Os tenéis que querer, querer estar uno con el otro, vivir juntos y amaros en esta amor que es entrega sexual, física y que es la de querer hacer feliz al otro, en todas las cosas que razonablemente cada quién le agraden más y sean lícitas, sanas, santas, naturales y morales. Tú, esposo, cuando tengas en tus brazos a la esposa, cuando ya el matrimonio sea real, y pases a la consumación del trato, de la promesa de entrega, entonces, ámala, ama a tu buena esposa por tu promesa, promesa que has hecho, y ella te ha hecho, porque ha querido; y este es un compromiso de por vida. Como tú fuiste el que le pidió la unión, esta boda, entonces recuerda siempre, que tú eres y tienes que ser el primero en darte a ella, en amarla, en seducirla y cuidarla, y ella, tu esposa, seguirá amándote siempre, si tú la amas y se lo demuestras y se lo dices y le sigues pidiendo, como le pediste, que te corresponda. Y ella, que dijo que sí, por eso hay boda, seguirá ella y por ella habiendo un hogar y una familia. Porque ella, la mujer es la que trae los hijos al mundo, los hijos de los dos, pero ella los lleva, lleva al hijo en sus entrañas y lo ama antes de haberlo visto, lo siente y lo cuida, antes de saber cuál es su rostro. Dios no quiso que los hijos fueran de uno sólo, Dios quiso que la continuidad de la especie fuera por el amor de hombre y mujer, porque cuando los hijos se van, quedan los esposos; queda la base de la familia, y la familia sigue con los hijos; aunque ellos hayan hecho su propia familia, los hijos siguen perteneciendo a la familia que los reunió, los unió en el amor de un hombre y una mujer que dijeron amarse libremente, fielmente y para siempre. No olvides jamás tu promesa, y mantenla bajo el sello de tu honradez. Vendrán tiempos de todas clases, porque la naturaleza es pluralista, en ella todos pueden existir. Y tendrás malos tiempos, como de buenos, y esperando resistir a los malos y disfrutar de los buenos, sobre todo te pido, que no te quejes, porque tú has decidido contraer matrimonio con la mujer que ha accedido a ser tu mujer, a casarse contigo libremente y para siempre. Entonces estáis comprometidos y tenéis un futuro maravilloso, en el bien que podéis daros uno al otro. Digo que no te quejes, porque ya sabes quién es ella, la conoces, y así la has aceptado, entonces, ya conoces cómo es, por lo cual no te quejes de ella, ni de su familia, ni de la vida, porque la vida también ya la conoces; hay cosas buenas y no tan buenas, y hay cosas malas, también en ella, y sobre la familia de ella, de tu esposa, no te quejes, porque es cosa entre ellos y Dios; tú, dales siempre buen ejemplo y bendice a los padres de tu mujer, porque si has decidido que es la mejor para ti, entre todas las que hay, entonces es que la aceptas con lo que es y quien es, y es hija de sus padres, aunque fuere adoptada. Piensa hijo, que la queja te llevaría a la crítica, y la critica te llevaría a la calumnia, y la calumnia te quitaría la Gracia de Dios; y si te casas por la Iglesia, es que quieres una vida santa, perfecta, unido a la Iglesia, que tiene las llaves de Pedro, en el Papa, y que te puede abrir o cerrar el Cielo. No te casas por la Iglesia para irte al Infierno, sino que te casas para ser feliz, y sólo los felices van al Cielo, porque son los bienaventurados, porque son los que cumplen con los diez mandamientos de la Ley de Dios, y usan de los sacramentos, como usareis del sacramento matrimonial que os dará unas maravillosas condiciones espirituales para afrontar cualquier cosa que la vida os ponga como prueba, pero que si te quejas, si criticas y calumnias, debilitarás tu fuerza, la fuerza de la fe, que es el que cada quién persigue y busca la santidad, y si tú la buscas, tus suegros también, y todos estáis siendo probados mientras no morís, incluso tú y tu mujer; entonces, sé fuerte en la fe, y no te quejes esperando la perfección que no hay en este mundo. No critiques, porque tú haces bien unas cosas y otros hacen bien otras cosas, quizás esas que tú haces mal y tienes que perfeccionarte en ellas. Tú sé buen ejemplo de las cosas buenas que haces y tienes y acepta el buen ejemplo de los demás en sus virtudes, y orad unos por otros. No te olvides de tus padres, reza por ellos y dales el buen ejemplo que quisieras que te hubieran dado ellos. Llega la boda, llega la felicidad, si realmente esa boda es un sacramento matrimonial. Algunos hacen teatro, otros pretenden engañar a Dios, y otros, unos insensatos, porque sin fe, van a la Iglesia a dar voto de lo que no creen. Tú, aprende tu fe, y que la que será tu buena esposa, que aprenda la fe. No es complicado, es cumplir con los mandamientos, usar de los sacramentos, vivir lo natural en la unión sexual, y dándoos siempre la felicidad en la caridad, os unáis en una vida de oración juntos, porque quien reza unido a otro, porque allí donde rezan dos, está Dios. Voy terminando esta carta y me quedan cosas por decir, aunque las más importantes, ya han sido redactadas y escritas y las has leído. Disfruta hijo mío de la fe. Un abrazo para ti, y un cordial saludo para la que será tu mujer. Con afecto sincero. P. Jesús © copyright |
Para quien quiera contestar a la carta, CLICAR AQUÍ, aunque el P. Jesús no podrá responder a cada uno, sí que pedirá a Dios Padre, en nombre de Jesús por esta persona y sus intenciones. EXPLICACIÓN. |