Domingo, 5 de febrero de 2.012
A ti, que eres distinto a los demás: Y lo sabes, sabes que eres distinto a los demás, y te gusta ser tratado como una persona diferente de otra, ¡no te gusta ser un número!, tienes una identidad. Sí, en todo estoy de acuerdo, pero… pero, luego quieres “ser como todos”, tener un trabajo fijo, una entrada suculenta de dinero, una familia que te quiera, un respeto y aplauso social… Vas viendo cosas buenas que le ocurren a este y al otro, y quieres que te pasen todas a ti, ¿verdad que sí? No te engañes a ti mismo, acéptalo, acepta que eres un egoísta nato, que quieres y piensas sólo y primero para ti mismo, y a eso, tantos, le llaman ser feliz, tener derecho a ser feliz. Sí, para tantos, ser feliz es ser un consentido de la sociedad, un mimado de la familia. Y no, hemos venido a servir. Y ¿dónde has visto tú que los servidores sean considerados como fenómenos?, al contrario, quien hace de servidor de otro, más bien al que sirve es al que aplauden todos, y al servidor ni le hacen el mínimo caso, exigiéndole siempre el máximo, el estar en vela, el olvidarse de sí mismo para pensar en quien está a las órdenes para servirle. El servidor no es consentido, no es un mimando de nadie, ni es un aplaudido por la masa, ni es admirado, sólo por los ángeles, que como él, también están en este mundo para servirnos a todos, y pasan desapercibidos, tan desapercibidos que ni tienen rostro, sólo son espíritus. Amigo, ¿por qué sufres?, ¿por no ser un consentido?, ¿por ser un servidor, como lo fue Cristo, tu Señor? Madura ya. Seguir a Dios es servir, y el servidor tiene que dejar el egoísmo, tiene que olvidarse de sí mismo y servir a todos; no tiene el cristiano un amo, no es servidor de uno, sino de todo el mundo; un cristiano, ante todo, no puede ser egoísta ni consentido; y si tú, recién convertido, te preguntas por qué sufres tanto, por qué las cosas no salen como quisieras, te digo que Dios te está preparando para ser santo, para servir a todos y dejarte de servir a ti mismo. ¡Ya basta de ñoñerías!, ya no eres un bebé, ¡mira la vida!, ¿qué ves?… Pero, mira bien, y no con ojos de soñador, sino con ojos de idealista, que no es lo mismo, porque el soñador ¡está en las nubes!, el idealista, quiere que las cosas cambien. Mira… mira como sufren todos, todos cargan con su cruz, quieran o no, y los que tienen éxito social, ¡no tienen una vida perfecta!, muchas cosas pierden para agradar a la masa, para tener el aplauso de la mayoría y llenarse los bolsillos por ser su producto, producto de consumo social, que les entretiene, y le dan dinero, dicen, por su talento, pero no es por el talento, porque hay mucha gente talentosa, tú mismo tienes talento y puede que ahora mismo no tengas ni empleo, o trabajes en algo por lo que tu talento ni es necesario, esa es la realidad, así que seme idealista y haz algo bueno, útil, para cambiar las cosas de esta vida, pero, ¡no sólo para ti, sino para todos, para todo el mundo!; un verdadero idealista ama al mundo, no es egoísta; si fuera egoísta, sería soñador y no idealista, porque el que sueña, en sus sueños él es el protagonista, pero el idealista forma parte del mundo, es del mundo sin ser mundano, porque quiere cambiarlo. Y a eso estamos destinados todos los que propagamos el Evangelio, ¡a cambiar al mundo!, con nuestro ejemplo y nuestras palabras. ¡Amigo!, vamos, mira… mira bien tu cruz, reconócela; no tienes el trabajo laboral que quisieras, ni te pagan por él lo que querías, ni tienes fama, ni eres aplaudido, sino, más bien, si no callas, otro te cogerá tu lugar de trabajo, porque las normas de la empresa son las que valen, y no tus sueños o puntos de vista. Esa es tu cruz, y posiblemente no eres amado por toda tu familia, es más, por ser cristiano católico eres odiado, sí, he dicho odiado, y con eso quiero decir que si no vas con cuidado, si no eres discreto en tus cosas personales, si no eres capaz de valorar a Dios antes que a ti mismo, ¡te espera cada una!; y de todas maneras, por ser fiel al Papa, te vas a llevar cada disgusto familiar y social, pero, ¡eso ya lo dijo Cristo!, y sabes que eres realmente único e irrepetible, así que no vayas esperando esos sueños que os venden por televisión, porque esos sueldos de futbolista y el aplauso de los artistas, con la buena fama de los santos ya canonizados; todo esto junto, ¡ni hablar te van a otorgar en este vil mundo!, donde la pillería está en coger el lugar de otro. Pero… ¡no te vayas! ¡Quédate en la Santa Madre Iglesia Católica!, porque aunque no se cumplan tus sueños, sí que recibirás SIEMPRE, DE DIOS, el pago de tu labor cristiana, la de propagar el Evangelio de la fe, de tu fe. Y Dios puede, por tu fe, darte lo que otros te han negado por su humanidad, por el odio que te tienen por ser cristiano católico. Así, que ¡quédate!, porque sólo en la Iglesia tendrás la recompensa que te llegará por la Divina Providencia. Algunos, asustados y temerosos, impacientes y torpes, dejan a la Iglesia, porque piensan que así dejarán de ser odiados y tendrán oportunidades de aplausos, de hacer sus sueños, pero, no… no… Déjame decírtelo, hijo amado, amigo de Dios y mío, ¡no!, no van a dejarte ser un soñador, ¡ya nunca más!, porque empezaste a servir y ya eres un servidor, y eso, no se va a cambiar, no se cambiará, porque nadie mundano va a darte la mano después de haber visto tu luz. ¡Es la verdad!, ¡no te engaño!, así que sigue confiando en Dios y olvídate de la fama y el dinero… ¿¡es que no recuerdas ya los impuestos!? Te lo quitan todo los césares de este mundo, pero Dios da con creces; ¡claro que vas a sufrir!, pero tu nombre se puede llegar a escribir en los altares, y si nadie se ocupa de tu beatificación, ¡no importa!, lo importante es y será que, por los siglos de los siglos estarás inscrito en el Amén de Dios Hijo, Jesucristo, este amén que pronunció con su entrega en la Cruz, ¡por ti!, sí, precisamente por ti, que siendo distinto de los demás, ¡eres como todos! SALVADO por Cristo crucificado. Amigo, hermano, te presento tu cruz, anímate a cogerla y llevarla cargada a tu espalda, mientras los mundanos cargan con gruesas piedras que transportan de un lugar a otro y van como alma en pena, ¡porque les pesan!, en cambio, ¡la cruz!, bendita sea; si a todo lo que recibes de los demás, de la vida, le das un valor de santidad, devolviendo bien por mal, y todo por Amor a Dios, entonces tu espalda se vuelve rígida, porque la gallardía, el honor de hacer una obra superior, la de VIVIR EL EVANGELIO, te da el respeto a ti mismo, ese respeto que tantos buscan en filosofías baratas y en libros de autoayuda, cuando el Evangelio es la Palabra que da alimento, y junto con la fuerza y el Amor que recibes de Dios en los sacramentos, ¡tú eres feliz con tu cruz!, feliz sin tener éxito, sin tener aplauso ni dinero y siendo odiado por algunos de tu familia, o amigos o el mismo mundo, al que tu luz molesta. ¡No pesa la cruz cuando uno va para santo-a! Ánimo, porque sé muchas cosas maravillosas que puedo contarte, y darte la fe que necesitas para seguir adelante. La semana que viene, te hablaré de ese servir a todos, A TODOS. ¡Verás lo divertido que es!, porque al servir a todos, TE HACES LIBRE; en cambio, quien sirve a pocos, a unos cuantos, a uno, estos… pobrecitos, ¡lo que les espera!… Te lo contaré la próxima semana. ¡Sigue leyéndome!, no van a matarme a mí, no van a dañarme a mí, porque soy de Dios, y mi destino, siendo sacerdote, es darte la Palabra, consolarte, enseñarte, informarte, y aliviarte, ya que tu ignorancia te hace sufrir. ¡No sufras más!, apóyate en mí, que yo sigo a Dios. ¡Hasta la próxima semana! Con afecto sincero. P. Jesús © copyright |
Para quien quiera contestar a la carta, CLICAR AQUÍ, aunque el P. Jesús no podrá responder a cada uno, sí que pedirá a Dios Padre, en nombre de Jesús por esta persona y sus intenciones. EXPLICACIÓN. |