Domingo, 22 de Marzo de 2.015
A ti, que no sabes si tienes que pagar el diezmo a la Iglesia: Cuando Dios eligió a las doce tribus de Israel, para continuar con su Alianza, protegiendo a su Pueblo, decidió que once tribus darían el diezmo, cada una de ellas, a la tribu doce, la de los sacerdotes, sacerdotes elegidos, no por vocación personal, como ahora son elegidos los sacerdotes católicos, sino por ser los primogénitos. Estos sacerdotes se casaban y tenían familia; ahora los sacerdotes católicos no se casan, no tienen hijos, no forman una tribu, igual que las once tribus de Israel, sino que, como Jesús, viven de la caridad, porque no se puede amar a Dios y al dinero, éstas son Palabras de Dios. El sacerdote es sacerdote por llamado de Dios, ¡por vocación!, así tienen que ser las vocaciones sacerdotales, ¡un pacto de amor!, como deben ser los matrimonios católicos, ¡un pacto de amor entre esposos y Dios! No, no tienes porque pagar el diezmo a la Iglesia Católica, tienes que dar caridad, vivir la caridad, ser caritativo con el sacerdote. ¿Quién paga los estudios de los seminaristas?… ¿Quién cobra por las Misas a los difuntos?… El Pueblo elegido renunció a Cristo, ¡pidió su muerte!, ¡exigió su muerte!… Y los romanos mataron a Jesús. ¡Todos malos!, el Pueblo de Dios y los que no eran del Pueblo de Dios. El Templo de Jerusalén se destruyó, el velo se rasgó y Dios se dejó ver por todos, y todo aquel que quiera amar a Dios sobre todas las cosas y personas, puede hacerlo. Todo aquel que cree que Jesús es el Hijo de Dios y de la Virgen María, ¡que lo es!, puede creerlo, y debe vivir la fe con obras de CARIDAD. Bautízate. Dios no quiere que los sacerdotes católicos lleven las cuentas de sus feligreses y estén al día de cuál es el diezmo. Dijo San Pablo, que quién quiera comer, que trabaje. Además de trabajar, tiene que hacer, el que pueda, por sus condiciones físicas y situaciones personales, el que pueda, digo, que tiene que dar al necesitado, sobre todo al hermano, sobre todo a la familia, a los vecinos… También debe pagar impuestos, que es una manera de ayudar a los demás; y se ayudaría mucho, si no malversaran, los que mandan, el dinero de los contribuyentes. Y todos, por favor, todos, pedid a Dios ayuda, porque Dios socorre al necesitado, sostiene al que le pide con fe, y sobre todo, por favor, eso os lo pido de corazón, vivid en Gracia de Dios. ¡No peques!, y recibe los sacramentos; sé una persona justa, y por tu fe, con tu fe, haz caridad. No, no des el diezmo a la Iglesia. Da tu caridad en obras, en palabras, en oraciones, ¡en dinero!, a la Iglesia, al necesitado, sobre todo que está a tu lado. Da, y Dios te dará más. Pero si no tienes, si tú eres un necesitado, pide y recibe, no malgastes y reza, ora a Dios para que bendiga al que te da de su parte, y a veces, quien da es el Estado, porque todo y todos están bajo los ojos de Dios que lo controla todo, y controlar no es mandar, pero puede mandar si quiere, y cuando alguien le pide, Él, Dios, encuentra, como Pedro encontró dentro de un pez, la moneda para pagar al César los impuestos. Hay quien paga el diezmo y no cumple con los impuestos. Jesús, Dios, cumplió con los impuestos, pagó. Y, en cuanto a las primicias, ¡da Gloria a Dios, adóralo, ámalo con todas tus fuerzas!, y que toda tu labor sea para GLORIFICARLO; haz todo, lo mejor que puedas y esfuérzate, sin herir a nadie, de palabra o de obra; ten misericordia de todos, perdona a todos, como Dios hace contigo. Que todo tu corazón sea bueno, y si todo es bueno, no sólo las primicias son para Dios, sino toda palabra y obra tuya, tiene que ser para Dios. Dios no necesita dinero; la Iglesia no necesita dinero, sino SANTIDAD, CARIDAD. El diezmo es demasiado poco para Dios; ¡para Dios, TODO!, usándolo para ti y para los demás, sirviendo a todos con CARIDAD. Sí que los sacerdotes necesitan dinero para ayudar a los necesitados, sí, es cierto, ¡cuántos santos recibían de Dios milagros para dar al hambriento!; leed vidas de santos y no necesitaréis del diezmo, ni de las primicias. Que los sacerdotes traten a todos con caridad, sin exigirles ni burlarse de sus debilidades o vicios; Dios, Jesús, no se burlaba de nadie, trataba a todos con respeto. No hay que degradar a la gente restregándoles sus vicios o maneras de ser por modas que han visto hacer. Enseñad al necesitado, sacerdotes, y enseñadlo gratis, por vocación, como los padres tienen hijos por vocación y los cuidan y los enseñan y los mantienen, por vocación y sustentados por la gracia del sacramento matrimonial, y no les exigen dinero, no les piden el diezmo, aun cuando muchos necesitan del dinero de sus hijos en tiempos malos, contrarios a una sana economía. Que el sacerdote confíe en el sacramento sacerdotal, que al igual que los esposos, recibirá de Dios la ayuda y bendiciones necesarias, y si pasa malos momentos, como tantas familias, tendrá que aceptar el tiempo de prueba y resistir y orar y pedir; ¡nunca exigir el diezmo!, ¡jamás!, porque la Iglesia de Dios vive de CARIDAD, por caridad; y tantos santos pedían limosnas, y no diezmo, a nadie, sino limosna, caridad, para ellos, sus hermanos y los necesitados. La Iglesia no cambia, Jesús era mantenido por la limosna, y el sacerdote es como otro Jesús. Con afecto sincero. P. Jesús © copyright |
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