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18 de Enero / San Leobardo, Recluso

Nació en Auvernia. Se entregó al estudio y consagraba su tiempo libre a estudiar algunos salmos de David. Se preparaba así al servicio de Dios con la práctica de la oración.

Luego de la muerte de sus padres y de traspasar sus compromisos matrimoniales a su hermano menor, Leobardo marchó a la tumba de San Martín, donde después de haber orado prolongadamente, se fue a encerrar cerca de la abadía de Marmouituer y se instaló en una celda.

Se dedicó a fabricar pergaminos para escribir los pasajes de la Biblia y de los salmos que se les escapaban de la memoria. Ante algunas dificultades que tuvo con otro morador, el santo encontró en los libros dejados por Gregorio de Tours, todos los medios necesarios que lo conducían a su salvación y a la santificación de los demás, pues Dios le concedió el don de los milagros, a favor de quienes venía a visitarlo. Murió en el año 593.

Comentario sobre la biografía del Santo-a, por el P. Jesús

San Leobardo, Recluso

Cada santo tiene su vida, tiene su propia vida, sus propias circunstancias, pero todos tienen algo en común: su humildad, su alegría interior, paz y amor, porque los dones del Espíritu Santo, son los que Dios da y el santo acepta como regalo de Dios. El santo sabe que todo lo que tiene de bueno es de Dios, Dios se lo da como regalo de su amor; por eso hermanos, cuando alguien me viene con problemas, con sus problemas personales y me pide la solución, le doy la única que hay para el hombre, la de ponerse en manos de Dios, la de hacerse niño y pedirle a Papá Dios que lo enseñe a caminar, y a Mamá María que lo sustente con su amor maternal, y que él, tú, sólo tengas en la mente tu intención de hacer la voluntad de Dios, sea cual sea; que toda voluntad de Dios es el bien. Recuerda eso: el bien en los pensamientos, en los medios y en el fin; donde el bien no está, no está Dios: y sin Dios, ¿quién está entonces? El Maligno: Satanás. Así lo han sabido siempre los santos, y por eso la humildad preside y es el trono de la santidad, allí donde se asientan las demás virtudes, allí donde los dones del Espíritu Santo hacen de tu vida un espejo de Cristo, como ocurrió con san Leobardo.

Los santos nos enseñan, como tú enseñarás a otros.

P. Jesús
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