Domingo, 3 de abril de 2.011
A ti, que te escribo con gran afecto:
Hoy, hijo, hija, quiero pedirte disculpas porque la semana pasada no recibiste mi carta, pero es que hubo un imprevisto; alguien muy querido sufría, y sin olvidarme de ti, que también sufres, respeté el sufrimiento de este amigo y me uní en oración para él y para ti, porque hay días que se sufre mucho, ¿verdad?
Sí, sé que sufres mucho, sé que luchas por levantarte, pero la persona con la que has caído en la impureza, no te deja, y no te deja salir de ella, precisamente en nombre del mal llamado amor.
Hoy, hijo, hija, quiero hablarte del afecto, del afecto que te tienen, y que es bueno que te quieran, pero jamás se puede, en nombre de este amor, pedir actos impuros; ¡esto no dura, jamás!, ya lo dije en un consejo: “Dos que pecan juntos, acaban separados”, porque hay unas reglas en la vida, las reglas del bien y de ser bueno, y cuando no se cumple con la vida, la vida deja de ser bonita, bella, alegre, y cae en cada corazón, como una dura piedra, la semilla del pecado cometido con otro-a. Quien te pida pecar, no te ama. Repito, y lo repito con calma y con sinceridad: quien te pida pecar, NO TE AMA; le interesas, pero esto no es amor, y con el tiempo verás, lo verás y lo comprobarás, porque el amor verdadero hace feliz a todas horas, y no sólo a escondidas y usando del sexo, sea en solitario o en compañía, porque hay quien te excita, se muestra codiciable para que te excites y peques en su recuerdo; esto no es amor, y no dura. Cuando termine todo, querido hijo, querida hija, yo seguiré aquí a tu lado, me mantendré siempre a tu lado; mientras peques estoy contigo, suplicando a Dios te aparte todo mal por la pureza de María y la castidad en que vivieron Ella y San José, esposos que se amaron siempre en la unión con Dios. Ese era y es el verdadero amor, estar unidos para un propósito: amar y servir a Dios. Todo pasará, y esta persona, cansado-a de ti, te dejará, sí o sí, te dejará después de haberte usado, después de dejarte usar, porque lo hiciste dios en vez de poner a Cristo en tu altar, en lo más alto de tu corazón. Sé que eres una persona apasionada, que tu cuerpo tiene necesidad de placer; quiere serte fuente de gozo, pero no como a un perro, una perra, sino que debes ser lo que eres, PERSONA, y casarte y vivir una vida integral de amor humano, y no unas horas de pasión carnal. Tú necesitas compañía, no unas horas, algún día, sino las veinticuatro horas que tiene el día. Sé que lloras por haber caído, por no ser pura, puro, pero Dios te quiere bien, y quiere que sepas que su amor por ti es incondicional. Yo, imitando a Dios Padre, como sacerdote que soy, también te quiero de igual modo, esperándote pacientemente en el confesonario, y mientas no vienes, estoy rezando por ti.
Conclusión de mi mensaje de hoy. Dos cosas: que Dios te ama siendo pecador-a, y que quiere que dejes de serlo para que, siendo siempre bueno-a y haciendo siempre el bien a ti, te comportes como una persona y respetes tu cuerpo, y pidas que te respeten para que el amor no se rompa, sino que dure para siempre. Si no lo comprendes, si esta persona no lo comprende, primero, ¡mírate a ti mismo-a!, y dime, dite la verdad: ¿eres feliz en tu impureza?, ¿eres feliz con esta manera de amar, que hay entrega antes que sacramento matrimonial? Sé que no eres feliz, sé que no haces feliz a nadie, sólo esta persona disfruta de tu cuerpo por “alegres” momentos, y luego discutís, pero la atracción es fuerte, como es fuerte la soledad real en que vives, porque con él- ella, solo compartes parte de tu vida y no toda tu vida. Tus problemas, no le interesan; eso sí, te da buenos consejos de autoayuda, pero luego va a la suya; ¡estás solo!, ¡estás sola en tu impureza!, ¿hasta cuándo aguantarás tanta vejación?, ¿cómo es que seas tan orgulloso, y a la vez no pidas respeto, ni te lo des? ¡Dios te espera! ¡Dios te ama! ¡Dios quiere que seas feliz de verdad aunque no tengas a nadie a quien decir que le amas, con quien “acostarte”, por quien masturbarte!, no todo es la pasión sexual, hay la pasión por la vida; de ésta te hablaré la próxima semana, porque a veces, por miedo a no triunfar en la vida, a no darte a la pasión de vivir y dominar al mundo, por verlo difícil y complicado de hacer, ¡que lo es!, permites que esta pasión por vivir, que Dios da al hombre, a la persona, lo encauces sólo a la pasión sexual, que da éxito rápido y momentáneo; que es el éxito del orgasmo, que te alivia por instantes, sólo por instantes, y te hace sentir triunfador-a, mientras sigues siendo un mediocre en tu vida cotidiana, porque no pones tu pasión en triunfar, sino en pecar. Te enseñaré cómo no tienes tampoco que mutilarte en lo que eres, sino que puedes y debes encauzar esta pasión, con la que Dios te ha dotado, para triunfar como ser humano, como profesional, como padre, hermano, hijo; hijo de Dios. Te gustará lo que te contaré, y te lo contaré entendiblemente, para que sepas que Dios y la razón están de la mano en todos los asuntos de tu vida, porque Dios es Amor, y tú, ¡tú!, hijo, hija, quieres ser amado, y para serlo, debes primero amarte a ti mismo, y para ello tienes que respetarte y poner tu vida al servicio del Amor que quiere que triunfes en la vida, que triunfes en todo lo que le pidas y con Él colabores, para hacer un mundo mejor. ¡Tengo tantas cosas por contarte!, y voy enseñándote cómo las virtudes te ayudan y te son necesarias; esta sal de la vida que tienes que ser, es, son, las virtudes que Dios quiere que acojas en ti, para tu perfección; esta santidad que te dará goce espiritual y ¡disfrutarás de la vida!, porque la vida va de santidad; no hay más goce humano, que tener una vida espiritual. ¡Vive!
Sabes que te quiero mucho y bien. ¡Lo sé!, sé que lo sabes.
Con afecto sincero.
P. Jesús
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