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58 Carta / A ti, que te sabes con mal carácter

Domingo, 11 de septiembre de 2.011

A ti, que te sabes con mal carácter:

Expondré en esta carta, unas palabras que una persona, que tanto ama a Dios, escribió sobre una de mis meditaciones en CatholicosOnline, y decía: “Qué hermosa reflexión, claro que estoy muy sucia, y eso duele; quiero cambiar y no puedo, sufro realmente por ser como soy, tengo un carácter horrible, daño a los que amo. Le pido a Dios con mucha frecuencia que me ayude, y ya no sé qué decir o hacer; yo sé que Dios me ama, pero no puedo dejar de gritar a mis hijos; ¡qué horror!”

Dios sale a tu paso, viene a tu encuentro cuando sientes que tu conciencia te acusa.

¡Dios no te abandona!, ¡jamás!   

Y los sacerdotes estamos para aliviar a las almas que sufren tanto por no ser santas, ¡cómo tú!

Debes de amar más a Dios. ¡Olvídate de ti y ama a Dios!, pero propóntelo en serio, no cuando hayas primero solucionado estos problemas que te llenan de desespero y mal humor, que descargas con las personas que amas. No te digo que te esfuerces en ser mejor, porque sé, ¡estoy seguro!, que lo haces, que te esfuerzas ¡y mucho!, lo sé. Te pido, te suplico de rodillas, que pienses en amar a Dios sobre todas las cosas y personas, ¡sobre ti misma! Olvídate de tus hijos, olvídate de todos, y piensa en Cristo, ¡tu Dios!, Imagínate a Cristo delante de ti, sintiéndote y con intención de escucharte en tus lamentos, ¡háblale de tus penas!, cuéntale tus desgracias y sufrimientos y llora; si es preciso, ¡llora! Dios Espiritu Santo, vendrá raudo a consolarte, y te cubrirá de besos santos; los besos de Dios, que confortan, que alivian, que sanan más que los besos de cualquier buena madre. ¡Deja que Dios te Ame!

Quiero que entiendas, que comprendas que tu vida real va de tu relación de Amor con Dios. ¡En serio! De esto va la vida, de tu vida de relación con Jesús, que es Dios.

Ama a Jesús.

Visita a Jesús.

Cuando tienes mal humor, es que te sientes sola, es que te crees que nadie te pude ayudar, y no te ves capaz de afrontar con éxito los problemas de la vida, pero realmente, ¡no estás sola!, y sé que sabes, que Dios te Ama y te acompaña, pero te has olvidado de que Dios es Todopoderoso, de que puede ayudarte de verdad, en todas tus cosas, en todas tus relaciones con otros.

Ya sé que en asuntos de hijos, fui niño e hijo, hay cosas que son del momento, que en ese preciso momento hay que solucionarlas, que parece que no hay ni un instante para alzar el corazón a Dios, pidiendo ayuda. Pero no es cierto, un segundo, la mayoría de cosas urgentes pueden esperar, incluso una respuesta, y es el tiempo que necesitas para decir en pensamiento: “Jesús ayúdame”. Y en cuestión de hijos o subalternos, o familiares, incluso entre cónyuges, puedes empezar en hacerte repetir lo que te han dicho, y muchas cosas, nadie las repite, porque muchas son dichas a la tuntún. Los hijos tienen unas circunstancias que los manipulan, y es que, el cuerpo está creciendo, se están desarrollando físicamente y los trastornos orgánicos, les hacen hablar, a algunos, más de la cuenta, a otros, los encierran en silencios, muchas veces hoscos o bruscos, pero es que su cuerpo los sojuzga con los síntomas del crecimiento y la transformación hormonal. Debes tenerlo en cuenta, madre. Ellos no saben bien, muchas veces, lo que dicen ni lo que hacen, es más, muchas cosas las dejan por hacer. ¡Sírvelos!, sí, ya sé que lo que te he dicho y lo que te diré, va contra los manuales de pedagogía infantil, juvenil y para adolescentes, que siempre dicen que vayas exigiendo, y ¡claro!, en exigirles hay los roces, hay las broncas, hay los gritos, el mal humor. En cambio, yo te pido que apliques también aquí las enseñanzas de Cristo, que son para todas las ocasiones y para todas las personas, porque Dios no dijo que se sirviera a nuestros semejantes menos a los hijos, al cónyuge, a los padres, a los suegros, ¡¡¡noooo!!!

Dios, quiere que laves los pies de todos, empezando por los de tu casa.

Así que ponte un paño en la cintura, para no ensuciarte, arrodíllate y empieza a lavar los pies de tus hijos.

¡No temas hacerlos unos consentidos!, si ven y saben que todo lo haces por Jesús, por Caridad, que eso también tienen que saberlo. Debes de decírselo. Por ejemplo: “Ordenaré tu dormitorio, no por ti, sino para ti, para que lo tengas limpio y para que vivas bien, y Dios, Jesús, esté contenta de mí. Si no está contento de ti, allá tú con Jesús, que es el que te juzgará a ti y a mí, pero yo quiero hacer todas las cosas bien, y es bueno que tengas tu cuarto ordenado”. Y se lo dices en paz, con paz, la paz de decir la verdad. Es bueno que sepa-n porque les ayudas aunque no se lo merezcan. Y hazlo todo sin gritar y sin rencor, porque pasa algo maravilloso y único, cuando los demás ven tus obras de amor a Dios, sirviéndolos a ellos. Pasa que ellos, los que te ven, te imitan. Pero tiene que ser en serio, salido del corazón, sabiendo que Dios te premiará por ello, y a ti te interesa más la recompensa de Dios que incluso el que tu-s hijo-s, se ordenen o no la habitación. Y también mientras lo hagas, reza por ellos, para que otro día sean ellos quien se la ordenen, que este sacrificio de servirlos, sirva para que Dios toque sus corazones. Si haces esto verás milagros en ellos, por la fuerza del Amor. Y tú harás méritos para tu propia salvación y la suya. Además muchas enfermedades pasarán de largo de tu familia, porque cuando los hijos, cuando las personas no reaccionan, no hacen lo correcto, el cuerpo sufre y se enferma; por eso también, siempre hay que hacer el bien.

En caso de que estuvieras enferma o con mucho trabajo, y no pudieras servir a los tuyos en algunas cosas, debes de pedirles su ayuda, no gritarles ni ordenarles que hagan lo que quieres, que muchas veces es lo que deben hacer, pero, ellos, como tú, como todos, tampoco no cumplís todo lo que Dios os pide en los 10 Mandamientos de su Ley, sino que muchas veces, en vuestro examen de conciencia, os dais cuenta de que no habéis obrado bien, que habéis decepcionado a Dios Padre, y lloráis, como llorarán vuestros hijos cuando os decepcionen, si vosotros, como Jesús, que es Dios, sois buenos, como Él lo fue siempre, aun sabiendo que Judas lo iba a traicionar, pero hay un destino universal que cumplir, y vuestros hijos también lo están cumpliendo. ¡Déjalos que lo hagan!, déjalos ser Judas, o Pedro, o San Juan, el más amado de Jesús.

Los padres, parece que no se enteran, hasta que es tarde, de que sus hijos son libres, ¡Dios lo quiere así!, así nos ha hecho a todos, para poder salvarnos, premiarnos, como dice en Apocalipsis 2, 7: “Al que venza le daré de comer del árbol de la vida que está en el paraíso de Dios”. Pero esta comida, debe cada uno ganársela, no puede Dios darla sino a cada uno, al igual que la Comunión, cada uno tiene que abrir su boca para comer el Pan de Vida Eterna.

Madre, padre, acepta la individualidad de cada uno de tus hijos, y aunque son tuyos, lo son para dar cuentas a Dios de lo que has hecho con ellos, de si les has dado la vida y buen ejemplo.

Sé que me has comprendido. Sé que me admiras, y daremos gracias a Dios los dos, con esta oración: “Gracias Padre, porque escondes todo la Verdad a los orgullosos y soberbios, ya que la Verdad es para los humildes de corazón, los que lloran diciendo: Estoy muy sucia, y eso duele; quiero cambiar y no puedo, sufro realmente por ser como soy; tengo un carácter horrible, daño a los que amo.”

Dios te bendice hija-o, que lloras por tu mal carácter, por no dar el bien a los que amas. Sé, que después de leer esta carta, algo cambiará en tu vida, y serás otra persona distinta, porque Dios también toca con las palabras de sus sacerdotes. Esto es lo maravilloso de ser sacerdote, de tener el sacramento sacerdotal, que por el sacramento Dios va al sacerdote y a todos los que el sacerdote ama, y yo te amo a ti, porque amo a Dios, y yo te sirvo a ti, con mi ministerio sacerdotal, porque amo a Dios, al que tú amas, y Él nos Ama a los dos. Dios Padre es lo más maravilloso de la Creación, porque por Él todos existimos y somos y tenemos Amor, somos Amor de Dios; tú y yo.

Con afecto sincero.

P. Jesús
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