Saltar al contenido

J - 4. página

24 de Julio / Beato Juan Soreth, Presbítero

En 1440, fue nombrado provincial de la Orden del Carmelo en Francia y, en 1451, fue elegido unánimemente superior general. La Orden del Carmelo, como tantas otras órdenes medicantes, necesitaba urgentemente una reforma, debido a los estragos que habían producido la «peste negra» y el cisma de occidente. Esta crisis se manifestó, sobre todo, en la falta de pobreza personal, en la dispensa del coro y de la mesa común, concedida a quienes estaban dedicados a la enseñanza, y, en una serie de «privilegios» o dispensas de la observancia. El P. Soreth estableció en todas las provincias que visitó uno o dos conventos de estricta observancia de las constituciones y permitió que todos los frailes que lo desearan pudiesen trasladarse a dichos conventos. Para ayuda de sus súbditos publicó en 1462 una edición revisada de las constituciones. Fundó también varios conventos de religiosas carmelitas. Emprendió esa actividad en 1452, cuando varias comunidades de «beguinas» de los Países Bajos pidieron la anexión a la Orden del Carmelo. 

El primero de tales conventos fue el de Gueldre, en Holanda, al que siguieron los de Lieja, Dinant, Huy, Namur, Vilvorde y otros más. A fines de siglo, el movimiento se había extendido ya a Italia y España. El beato murió en Angers, el 25 de julio de 1471. El proceso de beatificación de la Beata Francisca de Ambroise renovó, en 1863, la memoria del P. Soreth, y la Santa Sede confirmó su culto en 1865.

Fuente: ACI Prensa

Comentario sobre la biografía del Santo-a, por el P. Jesús

Beato Juan Soreth, Presbítero

Hay muchos Santos que están en el olvido, como lo estuvo por tiempo el Beato Juan Soreth, Presbítero. A ellos no les importa, pero sí que importa a los futuros santos que lo estén, porque de ser los santos, santos declarados, pueden muchos futuros santos pedirles intercesión y muchas más maravillas da Dios al mundo, porque Dios ama a todos sus hijos y en especial a los santos y a los santos futuros.

Conoced vidas de santos y pedidles intercedan por vosotros pidiendo a Dios para la Salvación del Mundo, unidos ellos y vosotros a la Santísima Madre de Dios: María.

Hay muchos santos anónimos; muchos.

¡Bendito sea Dios!

P. Jesús

© copyright

26 de Julio / Santos Joaquin y Ana Padres de la Santísima Virgen

El protoevangelio de Santiago cuenta que los vecinos de Joaquín se burlaban de él porque no tenía hijos. Entonces, el santo se retiró cuarenta días al desierto a orar y ayunar, en tanto que Ana (cuyo nombre significa Gracia) «se quejaba en dos quejas y se lamentaba en dos lamentaciones». Un ángel se le apareció y le dijo: «Ana, el Señor ha escuchado tu oración: concebirás y darás a luz. Del fruto de tu vientre se hablará en todo el mundo». A su debido tiempo nació María, quien sería la Madre de Dios. Esta narración se parece mucho a la de la concepción y el nacimiento de Samuel, cuya madre se llamaba también Ana ( I Reyes, I ). Los primeros Padres de la Iglesia oriental veían en ello un paralelismo. En realidad, se puede hablar de paralelismo entre la narración de la concepción de Samuel y la de Juan Bautista, pero en el caso presente la semejanza es tal, que se trata claramente de una imitación. 

La mejor prueba de la antiguedad al culto a Santa Ana en Constantinopla es que, a mediados del siglo VI, el emperador Justiniano le dedicó un santuario. En Santa María la Antigua hay dos frescos que representan a Santa Ana y datan del siglo VIII. En 1382, Urbano VI publicó el primer decreto pontificio referente a Santa Ana; por él concedía la celebración de la fiesta de la santa a los obispos de Inglaterra exclusivamente. La fiesta fue extendida a toda la Iglesia de occidente en 1584.

Fuente: ACI Prensa

Comentario sobre la biografía del Santo-a, por el P. Jesús

Santos Joaquin y Ana Padres de la Santísima Virgen

Santa Ana, esposa de San Joaquín, mujer de Gracia a los ojos de Dios; ella y su esposo, ambos amaban a Dios y se amaban con todo su corazón, y Dios les dió, por su Providencia Divina, ser padres de María, la llena de Gracia.

Dios es grande cuando el amor es intenso, y esos dos esposos intensamente amaban a Dios y se amaban entre los dos.

María, la Madre de Dios, nació de la Gracia del Amor de todo un Dios que ama, que nos ama, y que quiere para sí lo mejor, como lo es Santa María, como lo es todo aquel que es santo y vive con él, con Dios, en el Cielo Eterno, porque Dios sólo puede amar lo bueno; y lo bueno, todo lo bueno que hay en este mundo, es salido de Dios, dado por su Gracia.

Si tú eres bueno, es por la Gracia de Dios. ¡Ámalo con todo tu corazón!, porque Él te ama con todo el Suyo, con todo el corazón de un Dios único.

P. Jesús

© copyright

4 de Agosto / San Juan Bautista Maria Vianney, Cura de Ars

Cura de Ars, nacido en Dardilly, cerca de Lyon, Francia, el 8 de Mayo de 1786; muerto en Ars el 4 de Agosto de 1859.; hijo de Matthieu Vianney y Marie Beluze.

En 1806, el cura de Ecully, M. Balley, abrió una escuela para aspirantes a eclesiásticos, y Juan María fue enviado a ella. Aunque era de inteligencia mediana y sus maestros nunca parecen haber dudado de su vocación, sus conocimientos eran extremadamente limitados, limitándose a un poco de aritmética, historia, y geografía, y encontró el aprendizaje, especialmente el estudio del latín, excesivamente difícil. Uno de sus compañeros, Matthias Loras, después primer obispo de Dubuque, le ayudaba en sus lecciones de latín.

Pero ahora se presentó otro obstáculo. El joven Vianney fue llamado a filas, al haber obligado la guerra de España y la urgente necesidad de reclutas a Napoleón a retirar la exención que disfrutaban los estudiantes eclesiásticos en la diócesis de su tío, el Cardenal Fesch. Matthieu Vianney intentó sin éxito procurarse un sustituto, de modo que su hijo se vio obligado a incorporarse. Su regimiento pronto recibió la orden de marchar. La mañana de la partida, Juan Bautista fue a la iglesia a rezar, y a su vuelta a los cuarteles encontró que sus camaradas se habían ido ya. Se le amenazó con un arresto, pero el capitán del reclutamiento creyó lo que contaba y lo mandó tras las tropas. A la caída de la noche se encontró con un joven que se ofreció a guiarle hasta sus compañeros, pero le condujo a Noes, donde algunos desertores se habían reunido. El alcalde le persuadió de que se quedara allí, bajo nombre supuesto, como maestro. Después de catorce meses, pudo comunicarse con su familia. Su padre se enfadó al saber que era un desertor y le ordenó que se entregara pero la cuestión fue solucionada por su hermano menor que se ofreció a servir en su lugar y fue aceptado.

Juan Bautista reanudó entonces sus estudios en Ecully. En 1812 fue enviado al seminario de Verrieres; estaba tan mal en latín que se vio forzado a seguir el curso de filosofía en francés. Suspendió el examen de ingreso al seminario propiamente dicho, pero en un nuevo examen tres meses más tarde aprobó. El 13 de Agosto de 1815 fue ordenado sacerdote por Monseñor Simon, obispo de Grenoble. Sus dificultades en los estudios preparatorios parecen haberse debido a una falta de flexibilidad mental al tratar con la teoría como algo distinto de la práctica – una falta justificada por la insuficiencia de su primera escolarización, la avanzada edad a la que comenzó a estudiar, el hecho de no tener más que una inteligencia mediana, y que estuviera muy adelantado en ciencia espiritual y en la práctica de la virtud mucho antes de que llegara a estudiarla en abstracto. Fue enviado a Ecully como ayudante de M. Balley, quien fue el primero en reconocer y animar su vocación, que le instó a perseverar cuando los obstáculos en su camino le parecían insuperables, que intercedió ante los examinadores cuando suspendió el ingreso en el seminario mayor, y que era su modelo tanto como su preceptor y protector. En 1818, tras la muerte de M. Balley, Vianney fue hecho párroco de Ars, una aldea no muy lejos de Lyon. Fue en el ejercicio de las funciones de párroco en esta remota aldea francesa en las que el «cura de Ars» se hizo conocido en toda Francia y el mundo cristiano. Algunos años después de llegar a Ars, fundó una especie de orfanato para jóvenes desamparadas. Se le llamó «La Providencia» y fue el modelo de instituciones similares establecidas más tarde por toda Francia. El propio Vianney instruía a las niñas de «La Providencia» en el catecismo, y estas enseñanzas catequéticas llegaron a ser tan populares que al final se daban todos los días en la iglesia a grandes multitudes. «La Providencia» fue la obra favorita del «cura de Ars», pero, aunque tuvo éxito, fue cerrada en 1847, porque el santo cura pensaba que no estaba justificado mantenerla frente a la oposición de mucha buena gente. Su cierre fue una pesada prueba para él.

Pero la principal labor del Cura de Ars fue la dirección de almas. No llevaba mucho tiempo en Ars cuando la gente empezó a acudir a él de otras parroquias, luego de lugares distantes, más tarde de todas partes de Francia, y finalmente de otros países. Ya en 1835, su obispo le prohibió asistir a los retiros anuales del clero diocesano porque «las almas le esperaban allí». Durante los últimos diez años de su vida, pasó de dieciséis a dieciocho horas diarias en el confesionario. Su consejo era buscado por obispos, sacerdotes, religiosos, jóvenes y mujeres con dudas sobre su vocación, pecadores, personas con toda clase de dificultades y enfermos. En 1855, el número de peregrinos había alcanzado los veinte mil al año. Las personas más distinguidas visitaban Ars con la finalidad de ver al santo cura y oír su enseñanza cotidiana. El Venerable Padre Colin se ordenó diácono al mismo tiempo, y fue su amigo de toda la vida, mientras que la Madre Marie de la Providence fundaba las hermanas auxiliadoras de las ánimas del purgatorio por su consejo y con su constante aliento. Su dirección se caracterizaba por el sentido común, su notable perspicacia, y conocimiento sobrenatural. A veces adivinaba pecados no revelados en una confesión imperfecta. Sus instrucciones se daban en lenguaje sencillo, lleno de imágenes sacadas de la vida diaria y de escenas campestres, pero que respiraban fe y ese amor de Dios que era su principio vital y que infundía en su audiencia tanto por su modo de comportarse y apariencia como por sus palabras, pues al final, su voz era casi inaudible.

Los milagros registrados por sus biógrafos son de tres clases:

. en primer lugar, la obtención de dinero para sus limosnas y alimento para sus huérfanos;
. en segundo lugar, conocimiento sobrenatural del pasado y del futuro;
. en tercer lugar, curación de enfermos, especialmente niños.

El mayor milagro de todos fue su vida. Practicó la mortificación desde su primera juventud, y durante cuarenta años su alimentación y su descanso fueron insuficientes, humanamente hablando, para mantener su vida. Y aun así, trabajaba incesantemente, con inagotable humildad, amabilidad, paciencia, y buen humor, hasta que tuvo más de setenta y tres años.

El 3 de Octubre de 1874 Juan Bautista María Vianney fue proclamado Venerable por Pío IX y el 8 de Enero de 1905, fue inscrito entre los Beatos. El Papa Pío X lo propuso como modelo para el clero parroquial.

En 1925, el Papa Pío XI lo canonizó. Su fiesta se celebra el 4 de Agosto.

SUSAN T. OTTEN
Transcrito por Gerard Haffner
Traducido por Francisco Vázquez

Comentario sobre la biografía del Santo-a, por el P. Jesús

San Juan Bautista Maria Vianney, Cura de Ars

Pocos sacerdotes como San Juan Bautista María Vianney, Cura de Ars. Muchos sacerdotes van de santos, de prepotentes y les falta humildad. ¡No se han enterado de nada! No imitan a Cristo y no obedecen al Papa, su santidad brilla por su ausencia y, ¿por qué?; porque son instruidos, son inteligentes, tienen salud y meritos humanos para poder ser respetados. San Juan Bautista María Vianney no quería matar a nadie en la guerra, no le entraba el latín y le costaba aprender las otras materias, pero era hombre de fe, de caridad. Dejad que lo repita nuevamente: Era hombre de fe, de caridad.

Hay quien dice tener fe y escribe mucho sobre ella, pero no tiene caridad y la fe sin caridad no es fe, es instrucción literaria, es soberbia.

La gran caridad del Cura de Ars, era salida de su fe viva, de sus obras de fe y no de palabras y palabras. Él amaba a Dios y amaba el sacramento recibido del sacerdocio y lo vivía unido al mismo Cristo Sacerdote; los dos hacían uno, los dos iban a una: A servir al necesitado, al pobre de espíritu, al que necesita de un Padre y necesita de un Hermano y un Amigo, de una Madre y de la familia Católica: Los Santos, las Almas del Purgatorio, los Santos Ángeles y los fieles consagrados y guiados por el Espíritu Santo. El Cura de Ars, San Juan Bautista María Vianney, tenía el don, la gracia, de unir a una persona que le pedía ayuda y se confesaba con él, a la Comunión de los Santos.

P. Jesús

© copyright

29 de Agosto / San Juan Bautista

El Martirio de San Juan Bautista

Año 30 Herodes Antipaz había cometido un pecado que escandalizaba a los judíos porque está muy prohibido por la Santa Biblia y por la ley moral. Se había ido a vivir con la esposa de su hermano.

Juan Bautista lo denunció públicamente. Se necesitaba mucho valor para hacer una denuncia como ésta, porque esos reyes de oriente eran muy déspotas y mandaban matar sin más ni más a quien se atrevía a echarles en cara sus errores.   Herodes al principio se contentó solamente con poner preso a Juan, porque sentía un gran respeto por él.

Pero la adúltera Heroidas estaba alerta para mandar matar en la primera ocasión que se le presentara, al que le decía a la concubina que era pecado esa vida que estaban llevando.  Cuando pidieron la cabeza de Juan Bautista el rey sintió enorme tristeza porque estimaba mucho a Juan y estaba convencido de que era un santo y cada vez que le oía hablar de Dios y del alma se sentía profundamente conmovido.

Pero por no quedar mal con sus compinches que le habían oído su juramento (que en verdad no le podían obligar, porque al que jura hacer algo malo, nunca le obliga a cumplir eso que ha jurado) y por no disgustar a esa malvada, mandó matar al santo precursor.  

Este es un caso típico de cómo un pecado lleva a cometer otro pecado. Herodes y Heroidas empezaron siendo adúlteros y terminaron siendo asesinos. El pecado del adulterio los llevó al crimen, al asesinato de un santo.  

Juan murió mártir de su deber, porque él había leído la recomendación que el profeta Isaías hace a los predicadores: «Cuidado: no vayan a ser perros mudos que no ladran cuando llegan los ladrones a robar». El Bautista vio que llegaban los enemigos del alma a robarse la salvación de Herodes y de su concubina y habló fuertemente. Ese era su deber. Y tuvo la enorme dicha de morir por proclamar que es necesario cumplir las leyes de Dios y de la moral.

Fue un verdadero mártir.  

Señor: te rogamos por tantas parejas que viven sin casarse y en pecado. Perdónales y concédeles la verdadera conversión. Y te suplicamos que nunca dejes de enviarnos valientes predicadores, que como Juan Bautista no dejen a los pecadores estar tranquilos en su vida de pecado por que los puede llevar a la perdición, y que despierten las conciencias de sus oyentes para que cada uno prefiera morir antes que pecar.

Comentario sobre la biografía del Santo-a, por el P. Jesús

San Juan Bautista

Hablo hoy para los hombres y mujeres de fe, los que tienen del deber de saber, de dejar la ignorancia y desear morir antes que pecar.

San Juan Bautista murió, lo mataron por ser fiel a su fe, y si le preguntaban por si estaba bien lo que hacía Herodes conviviendo con la esposa de su hermano, él, profeta y santo, tenía que decir la verdad de la Biblia; no es que se pusiera él, Juan Bautista a hablar de Herodes porque sí, sino porque le preguntaban por su conducta, si era correcta a los ojos y voluntad del Dios verdadero; y él, decía la verdad: Es pecado vivir con una mujer que tiene esposo e hijos de otro. Y eso que Herodes no era judío, pero la ley de Dios es para vivir lo natural en el ser humano, para vivir por lo que somos: hijos de Dios. Todos somos hijos de Dios.

Ahora son tantos los pecados del hombre que al llamar sólo pecado a vivir con una mujer que tiene esposo, nos quedamos cortos, porque el primer y gran mandamiento no se cumple casi nunca: Amarás a Dios sobre todas las cosas y personas; incluso los mismos bautizados se olvidan de Dios y profesan otras religiones que no son verdaderas. Hoy día, sentenciar los pecados de los sin fe tiene que hacerse junto con pedir a los que dicen tener fe, que dejen de pecar de una vez; que por favor, que por el amor de Dios, se acuerden de Él y vivan para amarlo sobre todas las cosas. Hoy en día hay grandes pecadores dentro de la misma Santa Iglesia Católica. Y muchos pecan con su propia mujer, que la tratan como a una concubina, y ellas se dejan tratar así, es más, lo piden y lo exigen. No quieren ser madres, quieren ser producto de placer. No quieren respeto, quieren realizarse ganando dinero, y todo esto también es pecado.

Hablar de pecados hoy en día, aún pervierte más. Hay que hablar de virtudes, de lo que ¡sí! se tiene que hacer, de lo que Dios quiere, porque es más corto enumerar las virtudes, que no la larga lista de pecados que hoy día se cometen, incluso por muchos bautizados. Hay sacerdotes que no entienden de qué va el matrimonio; ¡que lo estudien! Porque tienen el deber de dar buena doctrina, como hizo San Juan Bautista. Hay que estudiar el derecho canónico, hay que saber para enseñar y resguardar el alma de pecar, no es todo confortar el alma del pecador, hay que mostrarle las maravillas de una vida digna como hijo fiel a Dios, y perfecta en el desarrollo de su persona. Las confesiones están para perdonar los pecados en nombre de Dios, y para enseñar y ayudar a ser mejores, a ser santos: El confesor debe ser un guía de santos, debe amar tanto a los pecadores como él mismo, que debe, a cada uno, enseñarle el camino de su propia perfección. A un chismoso y calumniador, que de estos hay muchos hoy en día, le debe poner ejercicios de atar la lengua, de rezar por las personas, e infundirles una vida santa de misericordia. A los que miran pornografía, hay que decirles claramente que el cuerpo, aún cuando es hermoso a nuestros ojos, es todo él para que el alma pueda vivir en la tierra y desarrollar su vida y hacer sus funciones vitales, y que no es humano desear sólo el cuerpo de una persona, que es realmente cuerpo y alma; que es pecado grave despreciar al alma, a la parte espiritual de otra persona; que aunque se exhibe públicamente y hace posturas excitables, ese cuerpo tiene un alma, posee la dignidad de haber sido creada por Dios; y que por respeto a ser lo que es: hija de Dios, hijo de Dios, que lo mire globalmente y no sólo como un cuerpo, deseable para que unas cuantas hormonas revoloteen y den una cierta euforia al cuerpo por ver, por imaginar, por desear, porque hay placer en desear, a veces, más que en tener y hacer. Hay que enseñar a esta persona los deleites del alma espiritual, de no ver sólo el cuerpo, sino ver la totalidad que es el ser humano. Hay tanto trabajo en el confesonario, que no sirve sólo media hora antes de la Misa; hay que estar en la Iglesia todo el día, tenerla abierta y el sacerdote o sacerdotes estar pendientes de las almas. ¿Cómo es que el sacerdote esté tan poco tiempo en la Iglesia? ¿Por qué se hizo sacerdote? Puede estudiar en la misma iglesia mientras espera con misericordia y caridad  a las personas necesitadas de ayuda espiritual. Puede pedir que vayan otros feligreses con él, y allí con Jesús, esperen a las almas atormentadas. Todos los organismos trabajan ocho horas diarias, ¿qué pasa con la Iglesia? Tan magníficas iglesias… y ¡cerradas! Con tantos dolores y sudores, fueron piedra a piedra edificadas, y están cerradas. Sacerdotes benditos, hago un llamamiento como hermano vuestro: ¿Por qué no darles a los feligreses ocho horas al día de trabajo en la Iglesia? ¿Por qué no?

Cuantas almas se salvarían.

Vendrá la generación nueva de Iglesia Doméstica, que  tendrán en las Iglesias un lugar de encuentro con las almas que verán en los sacerdotes a verdaderos profetas, como fue San Juan Bautista.

P. Jesús

© copyright

13 de Septiembre / San Juan Crisóstomo

Este incomparable maestro recibió después de su muerte el nombre de Crisóstomo o Boca de Oro, en recuerdo de sus maravillosos dones de oratoria. Pero su piedad y su indomable valor son títulos todavía más gloriosos que hacen de él uno de los más grandes pastores de la Iglesia. San Juan nació en Antioquía de Siria, alrededor de año 347. 

En 386, el Obispo Flaviano le confirió el sacerdocio y le nombró predicador suyo. El santo consideraba como su primera obligación el cuidado y la instrucción de los pobres, y jamás dejó de hablar de ellos en sus sermones y de incitar al pueblo a la limosna. 

San Juan fue consagrado Arzobispo de Constantinopla en el año 398 y emprendió la reforma del clero. La elocuencia y el celo del santo movieron a penitencia a muchos pecadores y convirtieron a numerosos idólatras y herejes. 
Otra de las actividades a las que el arzobispo consagró sus energías fue la fundación de comunidades de mujeres piadosas, siendo la más ilustre la noble Santa Olimpia. El santo Obispo se distinguió también por su extraordinario espíritu de oración, virtud ésta que predicó incansablemente, y exhortó a los fieles a la comunión frecuente. 

Fue desterrado dos veces por conspiración de la reina Eudoxia y del Obispo de Alejandría, Téofilo; en el último destierro ante las penosas condiciones del viaje y la crueldad de los soldados imperiales, San Crisóstomo falleció el 14 de setiembre del 407. En 1909, San Pio X declaró al santo «Patrono de los Predicadores».

Fuente: ACI PRENSA

Comentario sobre la biografía del Santo-a, por el P. Jesús

San Juan Crisóstomo

No a todos los santos los matan, y menos por insidias de Obispos y reinas; pero sí que hay algunos que son perseguidos por hombres malos de la Iglesia. Pero… ¿Es que no se puede fiar uno de nadie? No. No es que necesites fiarte de nadie, sino que debes vivir por Dios, poniendo tu corazón en Dios, como hizo San Juan Crisóstomo, Arzobispo de Constantinopla, que, creyendo en Dios, se dejó desterrar por dos veces, no se escondió ni se apartó de sus actividades de predicador,  y aceptando así la Providencia de Dios, hizo historia con su buen ejemplo de fe viva y de fiel servidor de Dios: Un ejemplo para toda la Iglesia.

P. Jesús

© copyright

18 de Septiembre / San José Cupertino

José nació en 1603 en el pequeño pueblo italiano llamado Cupertino. Sus padres eran sumamente pobres. El niño vino al mundo en un pobre cobertizo pegado a la casa, porque el papá, un humilde carpintero, no había podido pagar las cuotas que debía de su casa y se la habían embargado.

Murió el papá, y entonces la mamá, ante la situación de extrema pobreza en que se hallaba, trataba muy ásperamente al pobre niño y este creció debilucho y distraído. Se le olvidaba hasta comer. A veces pasaba por las calles con la boca abierta mirando tristemente a la gente, y los vecinos le pusieron por sobrenombre el «boquiabierta». Las gentes lo despreciaban y lo creían un poca cosa. Pero lo que no sabían era que en sus deberes de piedad era extraordinariamente agradable a Dios, el cual le iba a responder luego de maneras maravillosas.

A los 17 años pidió ser admitido de franciscano pero no fue admitido. Pidió que lo recibieran en los capuchinos y fue aceptado como hermano lego, pero después de ocho meses fue expulsado porque era en extremo distraído. Dejaba caer los platos cuando los llevaba para el comedor. Se le olvidaban los oficios que le habían puesto. Parecía que estaba siempre pensando en otras cosas. Por inútil lo mandaron para afuera.

Al verse desechado, José buscó refugio en casa de un familiar suyo que era rico, pero él declaró que este joven «no era bueno para nada», y lo echó a la calle. Se vio entonces obligado a volver a la miseria y al desprecio de su casa. La mamá no sintió ni el menor placer al ver regresar a semejante «inútil», y para deshacerse de él le rogó insistentemente a un pariente que era franciscano, para que recibieran al muchacho como mandadero en el convento de los padres franciscanos.

Sucedió entonces que en José se obró un cambio que nadie había imaginado. Lo recibieron los padres como obrero y lo pusieron a trabajar en el establo y empezó a desempeñarse con notable destreza en todos los oficios que le encomendaban. Pronto con su humildad y su amabilidad, con su espíritu de penitencia y su amor por la oración, se fue ganando la estimación y el aprecio de los religiosos, y en 1625, por votación unánime de todos los frailes de esa comunidad, fue admitido como religioso franciscano.

Lo pusieron a estudiar para presentarse al sacerdocio, pero le sucedía que cuando iba a presentar exámenes se trababa todo y no era capaz de responder. Llegó uno de los exámenes finales y el pobre Fray José la única frase del evangelio que era capaz de explicar completamente bien era aquella que dice: «Bendito el fruto de tu vientre Jesús». Estaba asustadísimo pero al empezar el examen, el jefe de los examinadores dijo: «Voy a abrir el evangelio, y la primera frase que salga, será la que tiene que explicar». Y salió precisamente la única frase que el Cupertino se sabía perfectamente: «Bendito sea el fruto de tu vientre».

Llegó al fin el examen definitivo en el cual se decidía quiénes sí serían ordenados. Y los primeros diez que examinó el obispo respondieron tan maravillosamente bien todas las preguntas, que el obispo suspendió el examen diciendo: ¿Para qué seguir examinando a los demás si todos se encuentran tan formidablemente preparados?» y por ahí estaba haciendo turno para que lo examinaran, el José de Cupertino, temblando de miedo por si lo iban a descalificar. Y se libró de semejante catástrofe por casualidad.

Ordenado sacerdote en 1628, se dedicó a tratar de ganar almas por medio de la oración y de la penitencia. Sabía que no tenía cualidades especiales para predicar ni para enseñar, pero entonces suplía estas deficiencias ofreciendo grandes penitencias y muchas oraciones por los pecadores. Jamás comía carne ni bebía ninguna clase de licor. Ayunaba a pan y agua muchos días. Se dedicaba con gran esfuerzo y consagración a los trabajos manuales del convento (que era para lo único que se sentía capacitado).

Desde el día de su ordenación sacerdotal su vida fue una serie no interrumpida de éxtasis, curaciones milagrosas y sucesos sobrenaturales en un grado tal que no se conocen en cantidad semejante con ningún otro santo. Bastaba que le hablaran de Dios o del cielo para que se volviera insensible a lo que sucedía a su alrededor. Ahora se explicaban por que de niño andaba tan distraído y con la boca abierta. Un domingo, fiesta del Buen Pastor, se encontró un corderito, se lo echó al hombro y al pensar en Jesús, Buen Pastor, se fue elevando por los aires con cordero y todo.

Los animales sentían por él un especial cariño. Pasando por el campo, se ponía a rezar y las ovejas se iban reuniendo a su alrededor y escuchaban muy atentas sus oraciones. Las golondrinas en grandes bandadas volaban alrededor de su cabeza y lo acompañaban por cuadras y cuadras.

Sabemos que la Iglesia Católica llama éxtasis a un estado de elevación del alma hacia lo sobrenatural, durante lo cual la persona se libra momentáneamente del influjo de los sentidos, para contemplar lo que pertenece a la divinidad. San José de Cupertino quedaba en éxtasis con mucha frecuencia durante la Santa Misa, cuando estaba rezando los salmos de la S. Biblia. Durante los 17 años que estuvo en el convento de Grotella sus compañeros de comunidad presenciaron 70 éxtasis de este santo. El más famoso sucedió cuando 10 obreros deseaban llevar una pesada cruz a una montaña y no lo lograban. Entonces Fray José se elevó por los aires con cruz y todo y la llevó hasta la cima del monte.

Como estos sucesos tan raros podían producir movimientos de exagerado fervor entre el pueblo, los superiores le prohibieron celebrar misa en público, ir a rezar en comunidad con los demás religiosos, asistir al comedor cuando estaban los otros ahí, y concurrir a otras sesiones públicas de devoción.

Cuando estaba en éxtasis lo pinchaban con agujas, le daban golpes con palos y hasta le acercaban a sus dedos velas encendidas y no sentía nada. Lo único que lo hacía volver en sí era oír la voz de su superior que lo llamaba a que fuera a cumplir con sus deberes. Cuando regresaba de sus éxtasis pedía perdón a sus compañeros diciéndoles: «Excúsenme por estos ‘ataques de mareo’ que me dan».

En la Iglesia han sucedido levitaciones a más de 200 santos. Consisten en elevar el cuerpo humano desde el suelo, sin ninguna fuerza física que lo esté levantando. Se ha considerado como un regalo que Dios hace a ciertas almas muy espirituales. San José de Cupertino tuvo numerosísimas levitaciones.

Un día llegó el embajador de España con su esposa y mandaron llamar a Fray José para hacerle una consulta espiritual. Este llegó corriendo. Pero cuando ya iba a empezar a hablar con ellos, vio un cuadro de la Virgen que estaba en lo más alto del edificio, y dando su típico pequeño grito se fue elevando por el aire hasta quedar frente al rostro de la sagrada imagen. El embajador y su esposa contemplaban emocionados semejante suceso que jamás habían visto. El santo rezó unos momentos, y luego descendió suavemente al suelo, y como avergonzado, subió corriendo a su habitación y ya no bajó más ese día.

En Osimo, donde el santo pasó sus últimos seis años, un día los demás religiosos lo vieron elevarse hasta una estatua de la Virgen María que estaba a tres metros y medio de altura, y darle un beso al Niño Jesús, y ahí junto a la Madre y al Niño se quedó un rato rezando con intensa emoción, suspendido por los aires.

El día de la Asunción de la Virgen en el año 1663, un mes antes de su muerte, celebró su última misa. Y estando celebrando quedó suspendido por los aires como si estuviera con el mismo Dios en el cielo. Muchos testigos presenciaron este suceso.

Muchos enemigos empezaron a decir que todo eso eran meros inventos y lo acusaban de engañador. Fue enviado al Superior General de los Franciscanos en Roma y este al darse cuenta que era tan piadoso y tan humilde, reconoció que no estaba fingiendo nada. Lo llevaron luego donde el Sumo Pontífice Urbano VIII, el cual deseaba saber si era cierto o no lo que le contaban de los éxtasis y las levitaciones del frailecito. Y estando hablando con el Papa, quedó José en éxtasis y se fue elevando por el aire. El Duque de Hannover, que era protestante, al ver a José en éxtasis se convirtió al catolicismo.

El Papa Benedicto XIV que era rigurosísimo en no aceptar como milagro nada que no fuera en verdad milagro, estudió cuidadosamente la vida de José de Cupertino y declaró: «Todos estos hechos no se pueden explicar sin una intervención muy especial de Dios».
Los últimos años de su vida, José fue enviado por sus superiores a conventos muy alejados donde nadie pudiera hablar con él. La gente descubría donde estaba y corrían hacia allá. Entonces lo enviaban a otro convento más apartado aún. El sufrió meses de aridez y sequedad espiritual (como Jesús en Getsemaní) pero después a base de mucha oración y de continua meditación, retornaba otra vez a la paz de su alma. A los que le consultaban problemas espirituales les daba siempre un remedio: «Rezar, no cansarse nunca de rezar. Que Dios no es sordo ni el cielo es de bronce. Todo el que pide, recibe».

Murió el 18 de septiembre de 1663 a la edad de 60 años.

Que Dios nos enseñe con estos hechos tan maravillosos, que Él siempre enaltece a los que son humildes y los llena de gracias y bendiciones.

Fuente: EWTN

Comentario sobre la biografía del Santo-a, por el P. Jesús

San José Cupertino

Dios en su bondad, suple la falta de amor de unos padres, de familiares, amigos, conocidos y de los mismos que dicen que quieren ser santos y ven más lo físico que el alma de una persona como la que tiene San José Cupertino. Él, no fue amado al principio por quienes debían amarlo, y creció sin amor y con malos tratos, pero libremente comprendió la razón de la vida, y se hizo humilde en grado tal, que se unió a Dios como una de las almas que en vida terrena más se le unieron, y Dios y la Virgen María, suplían todo amor que no le dieron, y creció en su fe hasta el grado tal de vivir en la tierra las delicias del santo amor celestial.

Sé bueno con Dios, aunque no sean buenos contigo los que deberían serlo, y Dios y su bendita Madre suplirán con creces las delicias de sentirte amado, correspondido. Déjate amar por Dios.

P. Jesús
© copyright

19 de Septiembre / San Jenaro, mártir

Año 305

Este santo, famoso por el prodigio de su sangre que se obra cada año en Nápoles, (Italia) era obispo de esa ciudad cuando estalló la terrible persecución de Diocleciano. Fue hecho prisionero y encerrado en una oscura cárcel, junto con sus diáconos y colaboradores. Los llevaron al anfiteatro o coliseo para que fueran devorados por las fieras. Pero estas, aunque estaban muy hambrientas, se contentaron con dar vueltas rugiendo alrededor de ellos. Entonces la chusma pidió a gritos que les cortaran la cabeza a estos valientes cristianos. Y así lo hicieron. Personas piadosas recogieron un poco de la sangre de San Jenaro y la guardaron.

La fama universal de que goza San Jenaro se debe a un milagro que se obra todos los años en Nápoles. Este milagro se viene obrando desde hace 400 años, sin que lo hayan podido explicar ni los sabios ni los estudiosos o investigadores. Un sacerdote expone en el altar una ampolleta del tamaño de una pera, que contiene la sangre solidificada del santo. La coloca frente a la urna que contiene la cabeza del santo. Todos empiezan a rezar, y de un momento a otro la sangre que estaba sólida y negruzca se vuelve líquida y rojiza, y crece de tamaño dentro de la vasija de vidrio donde está. El pueblo estalla en cánticos de alegría bendiciendo a Dios.

La ciudad de Nápoles le tiene un gran cariño a San Jenaro, porque además del prodigio de la liquefacción de la sangre, los ha librado varias veces de las temibles erupciones del volcán Vesubio. En 1631, millones de toneladas de lava se dirigían hacia la cuidad. El obispo llevó en procesión la sangre de San Jenaro y la lava cambió de dirección y la ciudad se salvó.

Señor: por la sangre de tus santos mártires, concédenos la gracia de perseverar toda nuestra vida fieles a la religión católica y de librarnos de los estallidos de nuestras pasiones.

Fuente: EWTN

Comentario sobre la biografía del Santo-a, por el P. Jesús

San Jenaro, mártir

San Jenaro Santo y Mártir, hombre de fe recia y caudillo de mártires. Su fe mantenía la fe de muchos, y por su fe muchos le siguieron en el martirio.

Tú sé como San Jenaro Mártir, y mantén tu fe, y tu fe ayudará a muchos a mantenerse fieles, aun en medio de sus más grandes pasiones y tentaciones.

Dios confía en ti.

P. Jesús

© copyright

30 de Septiembre / San Jerónimo, Doctor de la Iglesia

Nació en Dalmacia (Yugoslavia) en el año 342. San Jerónimo cuyo nombre significa «el que tiene un nombre sagrado», consagró toda su vida al estudio de las Sagradas Escrituras y es considerado uno de los mejores, si no el mejor, en este oficio. 

En Roma estudió latín bajo la dirección del más famoso profesor de su tiempo, Donato, quien era pagano. El santo llegó a ser un gran latinista y muy buen conocedor del griego y de otros idiomas, pero muy poco conocedor de los libros espirituales y religiosos. Pasaba horas y días leyendo y aprendiendo de memoria a los grandes autores latinos, Cicerón, Virgilio, Horacio y Tácito, y a los autores griegos: Homero, y Platón, pero casi nunca dedicaba tiempo a la lectura espiritual. 

Jerónimo dispuso irse al desierto a hacer penitencia por sus pecados (especialmente por su sensualidad que era muy fuerte, por su terrible mal genio y su gran orgullo). Pero allá aunque rezaba mucho, ayunaba, y pasaba noches sin dormir, no consiguió la paz, descubriendo que su misión no era vivir en la soledad. 

De regreso a la ciudad, los obispos de Italia junto con el Papa nombraron como Secretario a San Ambrosio, pero éste cayó enfermó, y decidió nombrar a San Jerónimo, cargo que desempeñó con mucha eficiencia y sabiduría. Viendo sus extraordinarios dotes y conocimientos, el Papa San Dámaso lo nombró como su secretario, encargado de redactar las cartas que el Pontífice enviaba, y luego lo designó para hacer la traducción de la Biblia. Las traducciones de la Biblia que existían en ese tiempo tenían muchas imperfecciones de lenguaje y varias imprecisiones o traducciones no muy exactas. Jerónimo, que escribía con gran elegancia el latín, tradujo a este idioma toda la Biblia, y esa traducción llamada «Vulgata» (o traducción hecha para el pueblo o vulgo) fue la Biblia oficial para la Iglesia Católica durante 15 siglos. 

Alrededor de los 40 años, Jerónimo fue ordenado sacerdote. Pero sus altos cargos en Roma y la dureza con la cual corregía ciertos defectos de la alta clase social le trajeron envidias y sintiéndose incomprendido y hasta calumniado en Roma, donde no aceptaban su modo enérgico de corrección, dispuso alejarse de ahí para siempre y se fue a Tierra Santa 

Sus últimos 35 años los pasó en una gruta, junto a la Cueva de Belén. Varias de las ricas matronas romanas que él había convertido con sus predicaciones y consejos, vendieron sus bienes y se fueron también a Belén a seguir bajo su dirección espiritual. Con el dinero de esas señoras construyó en aquella ciudad un convento para hombres y tres para mujeres, y una casa para atender a los que llegaban de todas partes del mundo a visitar el sitio donde nació Jesús. 

Con tremenda energía escribía contra los herejes que se atrevían a negar las verdades de nuestra santa religión. La Santa Iglesia Católica ha reconocido siempre a San Jerónimo como un hombre elegido por Dios para explicar y hacer entender mejor la Biblia, por lo que fue nombrado Patrono de todos los que en el mundo se dedican a hacer entender y amar más las Sagradas Escrituras. Murió el 30 de septiembre del año 420, a los 80 años.

Fuente: ACI Prensa

Comentario sobre la biografía del Santo-a, por el P. Jesús

San Jerónimo, Doctor de la Iglesia

San Jerónimo, Doctor de la Iglesia, hombre valiente para vencerse a si mismo y tenaz en su lucha contra sus instintos, y no sólo la lujuria, sino también el orgullo y el carácter carente de caridad. Le costaba tratar a los demás por amor a Dios y más bien los trataba como se trataba así mismo: sin piedad, diciéndose las cosas claras y a cada cosa por su nombre, pero no todos apreciaron en él la lucha formidable, la batalla increíble que luchaba consigo mismo, sino más bien veían esa falta de tacto que tienen algunos santos, que si no fuera por la Gracia misma de Dios, serían muy pecadores. Pero aunque es por la Gracia de Dios, esta Gracia no cambia el temperamento del Santo, sino que San Jerónimo consiguió llegar a la santidad por su vida de piedad y soledad y no cuando estaba en la sociedad, y aunque era hombre social, era de temperamento tan pasional que tuvo que vivir en solitario para conseguir la santidad que le hace merecedor de traspasar la muerte e ir directo al Cielo Eterno.

Imitar a San Jerónimo en su conocimiento de si mismo, es lo que debe hacer todo buen católico, y en leer la Sagrada Biblia.

P. Jesús
© copyright

23 de Octubre / San Juan de Capistrano

Considerado como uno de los predicadores más famosos que ha tenido la Iglesia Católica, San Juan nació en Capistrano, en la región montañosa de Italia, en 1386. Fue un estudiante sumamente consagrado a sus deberes y llegó a ser abogado, juez y gobernador de Perugia. Tras caer preso a causa de una guerra civil, el santo reflexionó sobre su actitud en la vida, dándose cuenta que en vez de dedicarse a conseguir dinero, honores y dignidades en el mundo, era mejor trabajar por conseguir la santidad y la salvación en una comunidad de religiosos, por lo que decidió ingresar a la orden franciscana.

A los 33 años fue ordenado sacerdote y luego, durante 40 años recorrió toda Europa predicando con enormes éxitos espirituales. Tuvo por maestro de predicación y por guía espiritual al gran San Bernardino de Siena, y formando grupos de seis y ocho religiosos se distribuyeron primero por toda Italia, y después por los demás países de Europa predicando la conversión y la penitencia.

Luego de su muerte, se reunió los apuntes de los estudios que hizo para preparar sus sermones, sumando 17 volúmenes. La Comunidad Franciscana lo eligió por dos veces como Vicario General, y aprovechó este altísimo cargo para tratar de reformar la vida religiosa de los franciscanos, llegando a conseguir que en toda Europa esta Orden religiosa llegara a un gran fervor, no sin antes sortear una serie de dificultades y obstáculos.

San Juan tenía mucha habilidad para la diplomacia; era sabio, prudente, y medía muy bien sus juicios y sus palabras. Había sido juez y gobernador y sabía tratar muy bien a las personas. Por eso cuatro Pontífices (Martín V, Eugenio IV, Nicolás V y Calixto III) lo emplearon como embajador en muchas y muy delicadas misiones diplomáticas y con muy buenos resultados. Tres veces le ofrecieron los Sumos Pontífices nombrarlo obispo de importantes ciudades, pero prefirió seguir siendo humilde predicador, pobre y sin títulos honoríficos.

En 1453 los turcos musulmanes se habían apoderado de Constantinopla, y se propusieron invadir a Europa para acabar con el cristianismo. Entonces San Juan se fue a Hungría y recorrió toda la nación predicando al pueblo, incitándolo a salir entusiasta en defensa de su santa religión. Las multitudes respondieron a su llamado, y pronto se formó un buen ejército de creyentes. Los musulmanes llegaron cerca de Belgrado con 200 cañones, una gran flota de barcos de guerra por el río Danubio, y 50,000 terribles jenízaros de a caballo, armados hasta los dientes. Los jefes católicos pensaron en retirarse porque eran muy inferiores en número. Pero fue aquí cuando intervino Juan de Capistrano. Jamás empleó armas materiales; por el contrario, sus armas eran la oración, la penitencia y la fuerza irresistible de su predicación.

Por un resfrío que se le agudizó, el santo falleció el 23 de octubre de 1456.

Comentario sobre la biografía del Santo-a, por el P. Jesús

San Juan de Capistrano

Hay que defender la fe de los que van a conquistar el cuerpo, de donde vive esta alma, preciosa para Dios, en su santa misericordia; y quieren mutilarlo, y quieren derribarlo, y quieren paganizarlo.

¡Luchemos!

San Juan de Capistrano luchó con la oración, la paciencia y la fuerza irresistible de su predicación.

¡Aprendamos de los santos!

A buena hora hermanos, a buena hora, ¡luchemos! Cristo debe reinar en nuestros cuerpos, y habitar en nuestros corazones y regir nuestra alma. ¡Luchemos hermanos, luchemos!

El enemigo viene y va armado, pero nosotros luchemos con la oración, la paciencia y la fuerza irresistible de la Palabra de Dios. ¡Proclamemos el Evangelio! ¡¡Viva Dios!!

¡Luchemos con el alma, el cuerpo, y con todo nuestro corazón, rebosante por Dios y la Madre misma de Dios mismo, que tanto nos aman los dos.

¡Luchemos!

¡Ganemos en fe por el Amor!

P. Jesús

© copyright

23 de Octubre / San Juan de Capistrano

Nace en Capistrano, pueblo de los Abruzzos, reino de Nápoles, el año 1386. Ingresa en la Orden franciscana a los treinta años de edad. Ocupa dos veces el cargo de vicario general de la Orden. Sucumbe a los estragos de la peste, en el campamento de los cruzados de Eslovenia, el 23 de octubre de 1456. Ha sido llamado, «El Santo de Europa». – Fiesta: 28 de marzo.

1453 es un año clave en la Historia Universal y consta como tal en todos los manuales. Los turcos, capitaneados por el Sultán Mahomed II, tras un siglo de ocupación de tierra europea en los Balcanes, conquistan Constantinopla, afianzando así el imperio del Islam en el Asia Menor, sobre las ruinas del Oriente cristiano, y amenazando a toda la cristiandad de Occidente. Se presiente un trágico fin para la catolicidad medieval. Roma y los pueblos tiemblan ante la impotencia de los príncipes cristianos, divididos entre sí. Pero Dios, eterno Señor de la Historia, tiene preparados sus instrumentos: el Soldado, el Pontífice y el Santo. El caudillo húngaro Huniades, el Papa Calixto III, que sucede en la sede de Pedro a Nicolás V en el mismo año 1453, y Juan de Capistrano, fraile minovita, gran reformador de los pueblos cristianos y de sus hermanos religiosos.

La actividad apostólica de Juan se inicia paralelamente a los principios del siglo xv, el siglo del difícil tránsito entre dos edades tan distintas de la historia humana. Quedaban atrás en su vida las solicitudes por lo terreno, lo falaz. Tomó parte en conjuraciones políticas y, derrotado, había sido hecho prisionero, encerrado en unos sótanos inmundos, de los que creyó imposible salir con vida. Allí, encadenado a un poste, rodeado de ratas, con el agua hasta las rodillas, desengañado, reza a San Francisco y hace voto de entrar en su Orden. El voto le salva, y la ciudad de Perusa, donde cursaba sus estudios de jurisconsulto, es testigo de su conversión total, hasta espectacular en su externidad.

Corría el año 1416. Ya franciscano, el de Capistrano se entrega en cuerpo y alma a la reforma espiritual del pueblo cristiano por medio de la predicación popular. Sigue las huellas y las enseñanzas de su hermano en religión, el gran San Bernardino de Siena. Lleva su mismo gorro e invocándole hará sus maravillosas curaciones. Va de pueblo en pueblo, acompañado de cuarenta caballeros, reúne a las multitudes en las plazas, pues no caben en los templos, y llega alguna vez a reunir el número de 20 000 oyentes. Así predica a Jesús, pero más con su figura que con las palabras. Pequeño, enjuto, apenas piel y huesos, vista corta, gesto austero, mas a la vez dulce y caritativo, semblante encendido, además sobrio y cálido. Aunque predicaba casi siempre en latín, sus oyentes no daban tiempo al intérprete y pedían a gritos confesión, prometiendo cambiar de vida, encendiendo hogueras con los objetos de sus pecados: dados, naipes, afeites, etc. Su característica era despertar vocaciones religiosas entre la juventud: en Leipzig 120 estudiantes siguen sus huellas, en Cracovia 130. Acabamos de nombrar dos ciudades no italianas, y es que lo extraordinario de la predicación de Juan de Capistrano, aquello en que supera a sus hermanos franciscanos misioneros como él, es su universalidad europea. En veinte años misiona por Alemania, Austria, Hungría, Polonia, Moravia y hasta por Saboya, Borgoña y Flandes. Ésta fue su lenta pero fundamental cooperación al mantenimiento de la unidad católica europea en el siglo XV.

Poseía dotes extraordinarias para la diplomacia. Trabajó en unir entre sí a los príncipes, recibió importantes misiones de cuatro Papas consecutivos, impugnó la naciente herejía husita, se relacionó con los griegos para tratar su unión con la Iglesia Romana, intervino en contener los perniciosos efectos del cisma de Basilea. Extendió la reforma de los «observantes» por los conventos de toda Europa, fundando muchos de ellos en Alemania.

Mas la ocasión culminante de su vida de «Santo de Europa» fue la Cruzada contra el turco, que empieza a predicar en el año 1453. El Papa Calixto III, español, de la familia Borja, le anima y le concede facultades omnímodas. Los príncipes cristianos no responden al llamamiento del Papa. El Papa nombra al cardenal español Juan de Carvajal su legado en Hungría. El mismo rey de Hungría huye, y tiene que ser Juan de Capistrano quien recluta a los campesinos húngaros para la Cruzada. Llegan a juntar a 7 000 cruzados. Mahomed ataca con 150 000 hombres y 300 cañones. Capistrano ha improvisado unos estandartes con la cruz y las figuras de San Francisco, San Antonio y San Bernardino. Anima a todos a la lucha al conjuro del nombre de Jesús, hace desistir a Huniades de su propósito de huir en retirada. Belgrado está rodeado por los turcos, y, contra toda previsión, los cruzados, animados por Capistrano desde la orilla, con la cruz, obtienen una victoria completa.

A los pocos días Mahomed vuelve al asalto con toda la rabia del león herido. Juan corre por las murallas, cuando la infantería turca escala el foso, y grita a los valientes húngaros que en sus manos está la cristiandad. Alzaba sus brazos a Dios, clamando misericordia por Europa. La derrota del turco fue completa.

Más admirable que la victoria en las armas, fue la victoria en los espíritus, que obtuvo Juan, convirtiendo a los cruzados en novicios. A diario celebraban misa él y sus frailes, y muchos soldados comulgaban. Políticamente no tuvo grandes consecuencias la victoria de Belgrado, pero quedaba el valor ejemplar de la conducta de un Santo, entregado a la defensa de la cristiandad.

Una peste declarada en el campamento de los cruzados acabará con la vida, ya agotada, de aquel campeón. El mensaje de Juan de Capistrano quedaba escrito en la Historia.

Fuente: ACI Prensa

Comentario sobre la biografía del Santo-a, por el P. Jesús

San Juan de Capistrano

San Juan de Capistrano, campeón de campeones. Mantuvo la fe en Europa, encendiéndola de la suya en los corazones de los valientes; porque nadie débil tiene fe, practica la fe.

Todos esos que no practican la fe, sean tus padres, hermanos, cónyuge, hijos, amigos… todos ellos son unos cobardes, porque la fe sólo es para los valientes, los campeones, como lo fue San Juan de Capistrano.

¿Eres débil? Lo eres si te falta fe para practicarla, para hacer las obras de la misma.

¿Tienes fe? ¡Eres entonces un campeón! Y Dios mismo va a entregarte el triunfo y los más altos honores: ser de Su Casa, participar en Su Reino y vivir con Él para siempre, siempre de siempre. ¡Vale la pena dejar la debilidad por la obediencia a la Palabra, al Verbo, a Dios Uno y Trino, el Mesías encarnado, Jesucristo, tu Rey.

¡Campeón!

P. Jesús

© copyright